Es verdad que no tengo abuela, pero te lo cuento con la misma inocencia que Tamara Falcó cuando cree que su novio es un tío serio, súper majo y súper fiel. También te digo que lo menos que podía haber hecho mi colega columnista no era defender mi honor (que me la sopla) pero sí mi novela. El honor es un concepto barra libre, relativo y cuestionable que cada cual lo entiende como le da la gana. Y en esto es en lo único que estamos de acuerdo Pedro Sánchez, Arnaldo Otegui y yo.
Dirás que esta anécdota personalista no da para más, pero no estoy de acuerdo. Llámame loca, pero todavía espero que Irene Montero y sus feministas bienpagadas despierten de su perversa ensoñación. El feminismo tiene que defender los derechos de todas las mujeres sin preguntarles su ideología, raza, religión o rango social. Prostitutas, amas de casa, beatas, fachas, progres, mujeres objeto, tontas, listas, rubias y morenas. De las pelirrojas hablamos otro día. Y termino. Es justo y necesario que en twiter me pongan a parir. Yo también meto toda la caña que puedo y la que me dejan. Pelillos a la mar, colega.
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