MIguel Pasquau Liaño publica su nueva novela "Aunque todo se acabe", un recorrido por el Paris antifranquista de los años 70 donde mezcla personajes de ficción con figuras relevantes de nuestra historia contemporanea. Hasta Carlos Cano o George Harrison podrían cantar alguna canción en esta singular novela. Una bala atravesó su nombre, otra al hombre. Una vida y dos muertes. ¿Puede alguien vivir perseguido por haberse asesinado a sí mismo? París, años 70. Después de la excitación del mayo del 68, Gabrielle Lenoir parece resignada a una vida de investigadora universitaria con un futuro en línea recta. Pero todo se vuelve a abrir en espirales y laberintos cuando se cruza con Martín Godoy, un andaluz de estirpe campesina y anarquista y formación en un colegio popular de los jesuitas, que acaba de llegar al París más alegre escapando de una España todavía encapotada por un franquismo declinante, al que sólo le queda el recurso de la represión. Ella jardín de riego y él olivar de secano. Convencidos los dos de que sin conflicto gana siempre la costumbre de la injusticia, se implican en operaciones que van más allá del objetivo general de provocar un cambio de régimen político. Una vida en los límites. Un amor impetuoso que se tropieza con exilios y malentendidos y con una trama política y policial en la que se conjugan razones de Estado con afanes inconfesables. De fondo, una canción: All things must pass, de George Harrison, que invita a vivir sin miedo a que todo se acabe.
La trama se ambienta en los años 1967 a 1981, es decir, la pre-transición, la transición, y la post-transición, en varios escenarios: un colegio de jesuitas en Úbeda, el París antifranquista, Madrid, y Bahía Blanca (Argentina) en los años que precedieron y anunciaron el golpe militar. El personaje principal (Martín Godoy) es alguien de quien hablan sus testigos: una mujer (la parisina Gabrielle Lenoir), un amigo de juventud (el maestro José de Esponera), y una tercera persona que lo menosprecia intelectual y personalmente (el barcelonés Alfonso Caldentey). Hay otras voces secundarias (dos amigas, un inspector de policía de la Brigada Político-Social franquista, un terrorista del FRAP, un diplomático), pero las principales son estas tres, que se van alternando en sus relatos en primera persona. De Martín Godoy se dice, en las primeras páginas, algo intrigante: en una cripta hay dos tumbas en cuya lápida aparece su nombre, con fechas diferentes de fallecimiento (1973 y 1981). En él se mezclan una estirpe campesina y anarquista y una formación en un colegio de jesuitas. Ambos afluentes marcarán su trayectoria. El personaje y la trama se infiltran en acontecimientos de aquella época y les ofrece una versión no histórica pero acaso sí verosímil: un atentado simbólico contra Franco organizado por unos maestros en Úbeda; el proceso de Burgos y la presión sobre Franco para conmutar las penas de muerte; el proceso 1001 y el todavía misterioso “soplo” que permitió la operación policial de detención cuando la cúpula de CCOO estaba reunida en el Convento de Pozuelo de Alarcón; una peregrinación “roja” multitudinaria a Santiago de Compostela, antes de la recuperación del Camino de Santiago, con un sabotaje final en la Catedral; operaciones policiales inconfesables en el Madrid de los 70; el golpe militar en Argentina de 1976; las luchas entre movimientos violentos de la ultraizquierda y la ultraderecha, etc. Muy particularmente se detiene en París y en la “pequeña república” de españoles que desde allí organizaron una oposición política al franquismo en torno al CISE (Comité de Información y Solidaridad con España) dirigido por Marcos Ana, y la Iglesia de La Pompe, parroquia de los emigrantes españoles en París. Junto a personajes imaginarios, intervienen, con más o menos protagonismo, otros reales: George Harrison, Marcos Ana, la “duquesa roja” de Medina Sidonia, el mismo Cortázar, Joaquín Ruiz-Giménez, el cura García Salve, el Padre Llanos, Théodorakis o Carlos Cano. Martín Godoy transita por ese mundo y tiene algunas intervenciones decisivas. Es un activista fuera de todos los cánones que acaba obligado a vivir en el límite y un poco más allá, en la selva de los equívocos, y entre amenazas. Personajes dispares cuidadosamente perfilados, conversaciones profundas propias de una época en la que todo estaba abierto, sentimientos de hondura, conflictos, compromiso. Y un amor ambicioso asediado por vicisitudes y fronteras, por malentendidos, y por la interferencia del amor obsesivo de un tercero Miguel Pasquau Liaño (Úbeda, 1959) es doctor en Derecho (1986), catedrático de Derecho civil (2013) y magistrado en el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (2001). Ha sido Profesor invitado de la Universidad Paris II para impartición de cursos de máster de postgrado en diez cursos académicos, es fundador (2006) y director del Foro de Jurisprudencia de Granada y es académico de número de la Real Academia de Legislación y Jurisprudencia de Granada (2017). Es autor de otras tres novelas: Recuerda que yo no existo (Arcopress, 2014), Cuando siempre era verano (Ediciones Miguel Sánchez, 2015 y finalista del Premio Jaén de Novela) y Casa Luna (Ediciones Miguel Sánchez, 1ª ed. 2016 y 2ª ed. 2018). En 1985 publicó un libro de relatos (Relatos de la Mente, Editorial de Cultura Ubetense). Colabora en medios de comunicación como Contexto y Acción (CTXT), Ideal de Granada y Hoy por hoy (Cadena Ser). Puedes comprar el libro en:
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