Con motivo de la entrega de dicho premio en Sevilla, pudimos charlar con él y nos expuso la finalidad de su trabajo y la satisfacción que le ha supuesto la consecución del premio. Su trabajo está muy documentado y su lectura nos ayudará a comprender otra faceta de la guerra civil bastante desconocida. No creemos que en la guerra haya poesía, pero sí que algunos recuerdos de esa experiencia se plasmaron en trabajos de gran relevancia para conocer el lado más íntimo de esa conflagración entre hermanos y familiares. ¿Qué ha supuesto para usted ganar el Premio Manuel Alvar de Estudios Humanísticos 2021? Respondo con un tópico: alegría y satisfacción, y con una evidencia: difusión del trabajo hecho. Los escritores e investigadores pasamos mucho tiempo a solas y, por lo común, nuestros trabajos tienen poca repercusión. Así que un premio de esta relevancia ofrece difusión, te permite llegar a mucha más gente. ¿Cómo surgió la idea de la creación del libro? Todo comenzó un poco antes de setiembre de 2019 cuando leí «Dominio de la herrumbre», un poema de Antonio Jiménez Millán que presenta tanto ternura como aversión del autor hacia el padre. En esa lectura me surgió la idea matriz del libro: la relación personal de algunos escritores con sus padres, que fueron soldados durante la Guerra Civil. A partir de ahí seguí indagando y llegué a otros autores: Andrés Trapiello, Pere Rovira, Miguel d’Ors, Julio Llamazares. Jane Durán, Jacobo Cortines, Jorge Urrutia y Joan Margarit. ¿Fue complicada la elaboración del libro? Me he forzado por presentar una mirada plural que cruce la historia, la biografía, la memoria, la literatura, la filología, la poesía, la sociología, etc. Y esto no ha sido fácil. Tampoco ha sido fácil ubicarme en la complejidad de la Guerra Civil. Y, desde luego, una traba mayor ha sido la búsqueda de información sobre algunos de esos padres, soldados anónimos de la guerra y ciudadanos comunes de la posguerra. ¿Qué criterios utilizó para la selección de los autores que trata en su obra? He estudiado a escritores que cumplieran con unos criterios concretos: que fueran poetas actuales, que sus padres hubiesen participado en la Guerra Civil como soldados y que ellos hubiesen escrito algún poema centrado en esa experiencia paterna. ¿Se ha dejado alguno en el tintero? Seguro que sí, pero no por una decisión consciente, sino por desconocimiento. No ha sido fácil la búsqueda y la selección final. Saber si el padre de un escritor ha estado en la guerra no resulta un dato biográfico conocido en todos los casos, como tampoco lo es saber si, en tal caso, le ha dedicado algún poema a ese hecho. Hay otros que han quedado fuera; por ejemplo, escritores cuyos padres fueron soldados, pero a los que no les han dedicado poemas, que yo sepa, aunque sí obras narrativas. Habrá otros escritores que cumplen con los criterios que he dicho, pero están fuera de este ensayo por mi propio desconocimiento. ¿Cómo reaccionaron los poetas ante la idea del libro? He mantenido contacto continuo con los escritores mientras investigaba y escribía este libro. Y puedo decir que he tenido mucha suerte. Todos han colaborado y todos han respetado mis consideraciones y opiniones. Todos me han hecho partícipes de sus historias familiares y de sus vínculos con los padres, enviado fotos, recomendado lecturas, trazado el perfil humano de sus progenitores, informado del origen de sus desapegos, aclarado el árbol genealógico, facilitado datos y fechas, explicado el propósito de una imagen determinada de los poemas, proporcionado anécdotas, es decir, he podido acceder a algunos recovecos de la intrahistoria familiar. Tras leerlo, los poetas me han hecho saber que están contentos por haber abordado el análisis de su poesía y que se trata de un libro necesario en estos tiempos. “He pretendido plantear algunas reflexiones sobre el alcance de la poesía como transmisora de la memoria y la fijación de la identidad personal”Aunque el libro se centre en las experiencias de nueve escritores en la Guerra Civil, creo que no es su verdadero leit motiv. ¿Cuál sería para usted? He abordado la participación en la Guerra Civil de una serie de soldados que, con el paso del tiempo, se convierte en padres de escritores. Sobre esta columna vertebral he pretendido plantear algunas reflexiones sobre el alcance de la poesía como transmisora de la memoria, la fijación de la identidad personal, la educación sentimental, las derivaciones del azar, la correspondencia entre pasado y presente, los conflictos entre generacionales y, en fin, las relaciones paternofiliales.
Normalmente las personas que padecieron la guerra se suelen mostrar remisos a la hora de contar sus experiencias y más a sus familiares. ¿Hubo algún recuerdo trágico que le contaron? En efecto, todos los poetas convergen en la idea de que sus padres hablaban poco de su participación en la Guerra Civil. Cuando lo hacían, no era tanto para hablar de grandes acontecimientos trágicos o de las grandes batallas de la guerra, sino de recuerdos más íntimos y emociones relacionadas con lo que sintieron: hastío, ansiedad, angustia, compasión, incertidumbre, dolor, morriña, culpa, etc. ¿Con el libro que se conocerá más la historia o a los personajes? Para conocer la historia hay muchos libros muy documentados. Mi objetivo ha sido otro: contar historias familiares con la guerra de fondo. Por tanto, se conocerá mejor a los personajes y sus relaciones paternofiliales, que comprenden tanto la admiración personal y la afinidad temperamental como el desapego afectivo y el conflicto ideológico. ¿Nos ayudará más a conocernos a nosotros mismos? Ojalá. En realidad, el ejercicio de memoria que planteo a partir de estos escritores deriva en una reflexión sobre el proceso de búsqueda de la identidad. Intento mostrar cómo la toma de conciencia del pasado paterno constituye un paso firme en la construcción identitaria personal y en la configuración de la historia sentimental, cultural, política y social de los escritores. Por ello, creo que todos (padres e hijos) podemos sentirnos identificados con el relato de sus vidas y relaciones personales. Mi libro es una invitación a que el lector disfrute con lo contado sobre estos escritores y sobre la guerra, y, a la vez, le estimule a explorar su propia identidad, dialogar con sus padres, aquilatar la memoria heredada, pensar España como problema y discernir el efecto íntimo que todo esto le causa. Todos los recuerdos suelen tener una parte de fantasía. ¿La poesía es más esencial? ¿Va más a los corazones? La fantasía también cabe en el poema. Creo que lo distintivo radica en la brevedad del poema, que no da lugar para un desarrollo extenso y épico de cualquier episodio de la Guerra Civil; algo que sí resulta más factible en unas memorias en prosa, un ensayo o una novela. El poeta debe seleccionar en su memoria heredada: una batalla, un nombre, un amigo, una prenda, un amuleto, una foto o una costumbre.
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