La unión centroamericana comenzó a definirse hace doscientos años, arrancando por un camino de continuidad paralela a la línea de su desarrollo socio-político; brecha que se fue abriendo hacia nuevos horizontes, tejiendo a su paso una nueva conciencia de identidad. Árbol cuyas ramas se van extendiendo hacia el cielo y a todos los rumbos a donde han llegado sus emigrantes, llevando consigo el canto de rebeldía que une la lírica y la acción, plasmando su quehacer artístico como puente/camino que trasciende y transforma el legado de sus próceres, la sangre con la que abonaron su tierra y que ahora surge a borbotones en sus versos, experiencias vitales que fraguaron su carácter y dieron a su espíritu la profunda sedimentación de fortaleza como su mejor rúbrica.
Esta compilación, evidencia el proceso de maduración logrado en las diversas vertientes de expresión artística, conduciendo a la región de Centroamérica hacia el umbral de su esplendor, como antorcha viva, lista para el relevo de espíritu que no puede apagarse, libre de ataduras, sin restricciones ideológicas y en el contexto de la unidad y solidaridad humana; quehacer poético en contraposición al político, creando con la palabra la reconstrucción de sus huellas. Liberándose de las viejas formas de expresión para renacer en las nuevas, que ahora nos presentan.
Así, en palabras de Rodrigo E. Villalobos Fajardo coordinador de Guatemala podemos decir que ésta antología es: “Una cura desde la memoria colectiva/ desde cada hogar/ muestra de esa búsqueda constante por la superación, la libertad y la resiliencia social/ desde nuestro maíz y nuestros cafetales./ Los lazos de comunidad se estrechan, no solo a nivel nacional sino dentro del istmo centroamericano./ Acá están las voces y pasos de mujeres y hombres, todos al unísono, en un mismo sentir, sanando aquellos innumerables males de nuestro pasado”.
Obra no exenta de las contradicciones de un movimiento histórico en un proceso constante, tal y como lo declara la coordinadora de El Salvador Claudia Figueroa Oberlin: “Su separación como naciones y estados republicanos independientes, nos da la pauta, que como sociedades, tenemos mucho trabajo que hacer. Cada uno de sus habitantes, en ‘su trinchera’ debe remar para que todo el esfuerzo realizado/ tenga eco. En nuestras manos está hacer crecer cada una de nuestras naciones, que estas vibren y brillen con luz propia”.
A esta obra, la une la correlación paradigmática de voces, creándose un entretejido verbal y cultural que comparte y privilegia la connotación sobre la denotación, como lo refleja el coordinador de Costa Rica Leonardo Cruz Alvarado: “¿Qué han significado tantos años de vida independiente? /Para poder entender el alcance de una pregunta como ésta y la magnitud de su respuesta, habría que ir casa por casa y preguntar ¿qué tan libres se sienten el día de hoy? /¿Hasta dónde tuvo alcance aquella independencia conquistada en 1821?/ Para no ahondar en percepciones divergentes/ Se es libre en tanto dice y hace cuánto le place y lo único que es capaz de ‘someterlo’ es el ordenamiento jurídico”.
El tema central de “la esperanza”, se reitera en sus textos con gran potencial semántico, mismo que podemos observar en las palabras de Rubén Sanabria, coordinador de Honduras: