Adela Zamudio: una escritora contumaz en defensa de la mujer boliviana martes 21 de septiembre de 2021, 08:45h
Adela Zamudio es un escritora polígrafa y mujer polifacética, su obra literaria y su labor profesional han dejado una importante huella internacional. Maestra por devoción, siempre convencida de educar para conseguir un desarrollo igualitario del país. La ciega ¡Ay! No gimas, señora por un ignorado bien y mientras el mundo llora busca en tu alma soñadora lo que tus ojos no ven.
Con estos versos se presenta una mujer adelantada para sus tiempos, una época en la que le tocó batallar contra viento y marea, convencida de que algo y mucho tenía que cambiar. Adela Zamudio Rivero nace en Cochabamba en 1854 y desde sus años escolares siente el deseo imperativo de aprender, aunque sea de manera autodidacta. Por aquel entonces a las mujeres se les permitía acceder a la educación hasta los 8 años de edad. Abandonó su escuela para dedicarse en su casa a leer sin descanso. De este esfuerzo constante brotará el cultivo de su poesía intimista y de la narrativa combativa en pro de los derechos de la mujer: pionera en esas latitudes con una destacada impronta posterior. En las postrimerías decimonónicas trabaja como maestra en la escuela a la que asistió como colegiala y más adelante dirige la Escuela Fiscal de Señoritas. Solo era el inicio de una carrera imparable para dotar a la mujer del lugar que le correspondía en su sociedad y en su país y de esta manera trascender más allá de sus fronteras. Directora de la primera escuela de pintura para mujeres, sabedora del talento femenino en sus más distintas facetas artísticas. Sin olvidar suburbios y arrabales, funda una escuela para niños desfavorecidos y marginados. Lo tuvo muy claro desde el principio: con la educación se llegaría muy lejos, con la igualdad entre hombres y mujeres: resultó una visionaria activa cuya labor no caería en saco rato. Muere en 1928. Premiada y reconocida a principios del siglo XX, hoy su literatura es objeto de análisis y revisión, de estudio y crítica desde hace décadas. Resulta curioso repasar su beligerancia literaria y detenernos en el seudónimo con el que signaba sus obras: Soledad. Su poemática la configuran versos de gran profundidad sentimental: afectos e inquietudes, se convierten en la esencia de sus títulos. El retoricismo le sirve para expresar su propia visión de la vida, sus reflexiones filosóficas y sus anhelos sociales. Encontramos una suerte de misticismo de singular raíz humana en la gran variedad de contenidos matéricos: desde la política hasta la admiración por la naturaleza, la educación y las relaciones humanas, la mujer como concepto y las mujeres en su mundo, el desarrollo de su país y la vuelta a los clásicos; abarca, pues, un amplio espectro temático: Ensayos políticos, Íntimas, Peregrinando y Ráfagas. Llaman la atención su rebeldía y el valor que imprime en los siguientes versos: Nacer hombre: Una mujer superior En elecciones no vota, Y vota el pillo peor; (Permitidme que me asombre) Con sólo saber firmar Puede votar un idiota, Porque es hombre. No tuvo ninguna duda en luchar por la emancipación de la mujer. Su obra tendría amplia difusión con el paso de los años. Incansable escritora, compone varias piezas de teatro, cuentos y artículos periodísticos donde refleja de manera fehaciente sus ideas progresistas, su decisión firme y resuelta por erradicar la discriminación a la que se veía sometida la mujer. Puedes comprar sus libros en:
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