Las tres secciones que conforman esta nueva entrega de la autora santafesina –Luisa, Elbia y El viaje- nos transportan a un escenario mayoritariamente rural, el de la Argentina de la primera mitad de los años ’60, los tiempos en que de modo incipiente comenzaba a explotarse el cultivo de la soja, décadas después una de las mayores fuentes de exportación del país.
Es en un contexto eminentemente agrícola, preindustrial y dominado por la tecnología mecánica donde se desarrollan los primeros años de la protagonista, Lina, una impúber alojada en los campos de sus abuelos maternos, Pancho y Luli, y a quien su madre, Leandra, que se nos muestra como casi siempre adusta, visita muy de tanto en tanto.
Lina no puede dejar de recordarnos a la encantadora Mick Kelly, protagonista de The heart is a lonely hunter (El corazón es un cazador solitario), de Carson McCullers, la niña curiosa y vivaz que debe enfrentarse al mundo de los adultos y sus múltiples enigmas. Rodeada de los misterios e interrogantes de un universo al que recién se asoma, Lina, ferviente observadora de cuanto despliega sus secretos en torno de ella, cuenta para intentar revelarlos con su mirada atenta a los entresijos de las relaciones familiares que abren y cierran sus claves continuamente, pero que en muchas ocasiones solo puede avizorar como puertas apenas entornadas, que ocultan mucho más de lo que le permiten comprender. Lina sospecha más de lo que efectivamente sabe y acudir al auxilio de su enciclopedia no siempre le garantizará acceder a los significados de palabras, actitudes y escenas que la intrigan.
Es que en su entorno permanentemente se deslizan -guardando mayor o menor sigilo- conflictos, códigos de conducta contradictorios, incógnitas que nadie parece querer revelarle y, fundamentalmente, colisiones entre las personalidades adultas que en reiteradas ocasiones ninguno se toma demasiado trabajo en cuanto a disimular.
Es en esta primera etapa de su aprendizaje del inevitable “quién soy y qué es cuanto me rodea”, el que sufrimos y gozamos todos, que Lina conocerá la cercanía de la muerte en la persona de su tía-abuela, aunque ciertos signos, que no termina de comprender, a raíz de ese deceso la llevarán a dudar en mayor medida de cuáles son en realidad ciertas relaciones de parentesco que antes le fueron declaradas.
Con un muy buen manejo de la estructura novelística, la intriga y el suspenso condensados en escenas cotidianas, Patricia Severín eligió la primera persona del singular, esa voz narrante de la niña de unos diez años, para dejar entrever la madeja de pugnas familiares que envuelve a la protagonista y los abundantes personajes terciarios y secundarios, permitiéndole al lector omnisciente completar el cuadro general de situación. Así lo dispone en las dos primeras secciones del volumen y empleará la tercera persona para objetivizar cuanto sucede en la parte final de la novela, El Viaje, donde nos brindará los indicios de quién será Lina y cuál su destino remoto una vez llegada a la adultez.
El desarrollo de los conflictos es gradual y efectivo: a las pistas que nos proporciona la autora en la primera sección, Luisa, se sumarán otras más concluyentes en la siguiente fase, Elbia, cuando Lina, niña itinerante, deja el campo de sus abuelos maternos por la “casagrande” donde vivirá con los paternos, Elbia y Liborio, un entorno y unos caracteres muy diferentes de los que conoció antes. La ruda sencillez del ámbito anterior nada tiene que ver con ese de su presente en la segunda parte de Te quedan lindas las trenzas: las pretensiones de su abuela Elbia, máscara que esconde el temor a la miseria de una huérfana de padre que se casó con Liborio, de posición mucho más desahogada, afecto al golf como marca de su condición social; la ausencia/presencia del padre de Lina, aun más distante que su madre, son todos síntomas de un medio ambiente tan intrigante para la niña como el que conoció antes, aunque muy diferente.
Forzosamente unidos ambos mundos por los lazos de sangre, de los que ella misma es otro de los resultados, no podían menos que originar pugnas entre sí, las que justamente se tornarán evidentes para el lector en El Viaje, la tercera y postrera sección de esta interesante novela.
Lina, una niñez en tránsito permanente a través de un universo de acercamientos y distancias, una personalidad en formación bajo constante desplazamiento, se trasladará entre una experiencia y otra recorriendo en su accidentado itinerario dos caminos bien diferenciados: el periplo por el mundo objetivo, donde lo quiera o no lo quiera deberá afrontar las preferencias y los rechazos que imponen los adultos, y su propio recorrido interior, madurativo, una travesía obligada a la que nadie pudo escapar desde que el mundo es mundo y lo habitamos los humanos.
Te quedan lindas las trenzas es un texto para recordar cuántas veces y de qué extraño modo, a la misma edad que Lina, el universo de los adultos nos invitó a entrar en él y nos hizo, en buena parte, ser quienes somos.
La autora
Patricia Severín nació en Rafaela, provincia de Santa Fe, Argentina, el 10 de agosto de 1955. En narrativa breve ha publicado: Las líneas de la mano (1996), Solo de amor (1999), Helada Negra (2016) y Mamá quiere ver las rosas y otros cuentos (2020). En novela: Salir de cacería (2013), La Tigra (2018) y Te quedan lindas las trenzas (Ed. Palabrava, Argentina, y Pro Latina Press, EE.UU. 2021). Es también autora de los poemarios: La loca de ausencia (1991), Amor en mano y cien hombres volando (escrito junto a Graciela Geller y Adriana Díaz Crosta, 1993, 2016), Poemas con bichos (2001, 2011, 2017, 2019), Libro de las certezas (2006), El universo de la mentira (2011), Abuela y la niña (2012), Muda (2018) y Eclipses familiares (2019).
Obras de su autoría integran numerosas antologías de poesía y narrativa editadas en el país y en el exterior.
Entre otros reconocimientos, ha recibido los premios: Cuentos para Niños Marta Salotti (1986), Nacional de Cuentos Alicia Moreau De Justo (1987), Ciudad de San Lorenzo (1987), Escritores Rafaelinos (1991), Subsecretaría de Cultura de la Provincia de Santa Fe (1991), Las Tierras Planas (1992, 1993), Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores (1993, 1997), Asociación Santafesina de Escritores (1999), Fondo Nacional de las Artes (2001), Municipalidad de Buenos Aires (2003), Macedonio Fernández (2008) y Latin Heritage Foundation (2010).
NOTAS
(1) Editorial Palabrava, Diagonal Maturo 786, Santa Fe, Prov. de Santa Fe, Argentina. WebSite: www.editorialpalabrava.com.ar.
Mail: [email protected].
(2)Colección Rosa de los Vientos, Ed. Palabrava, Santa Fe, Provincia de Santa Fe, Argentina, ISBN 978-987-4156-35-8, 224 pp., 2021.
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