Es muy curioso que el libro trate de la Universidad leonesa de Salamanca y, como en las demás ocasiones, se pase de puntillas sobre este hecho esencial en la Historia del Reino de León y, por añadidura, para todas las Españas; viniendo todo ello de la ciudad, ¡siempre leonesa!, de Salamanca. En los albores del año 1218. No obstante los cimientos, fundamentales, ya están puestos, para cuando los restantes reyes legionenses decidan enaltecer esta magnífica entidad. En un segundo momento histórico, ya aparecen claramente los Sumos Pontífices de la Iglesia católica en el escenario político de dicha entidad académica. Podemos citar a: Alfonso X “el Sabio” con Alejandro IV. Sancho IV con Bonifacio VIII, Fernando IV y Clemente V, Alfonso XI y el paradigmático y taimado Juan XXII, etc. Se nota que existe un momento histórico en el que el predicamento papal supera al monárquico, es la época de papas tales como Benedicto XIII y Martín V. “Y nos acercamos, en un cuarto momento, al siglo de Oro de la Universidad, etapa más brillante de la historia universitaria salmantina. En este cuarto momento, siglo XVI, retrocede la autoridad de los pontífices y se afirma la autoridad monárquico. Las constituciones –las de Martín V, que son las que están vigentes- se complementan con los estatutos”. La acentuación del poder de los monarcas de los Reinos de León y de Castilla se incrementa, de tal modo y manera, que serán los Reyes Católicos los que den el primer paso, nombrando visitadores y reformadores; para ello en el año 1480 envían al arcediano de Toledo, llamado Tello de Buendía. Los primeros estatutos en proyecto se realizarán en el año 1529, plasmados en una realidad en el año 1538 por medio del visitador Juan de Córdoba, abad de Villanueva de Rute. En 1551 se elaboraron nuevos estatutos, el visitador sería Diego Enríquez de Almansa, obispo de la leonesa-extremeña Coria. “Curiosamente no se aprueban hasta nueve años después, en 1560, cuando el visitador Covarrubias y la Universidad trabajaban ya en la elaboración de otros estatutos, por lo que despertaron poco interés, aunque, como explica Fernández Ugarte, para los historiadores tienen gran importancia porque a través del intento de reforma se pueden apreciar las vicisitudes de la Universidad salmantina”. Cuando Felipe de España está en el trono de las Españas, ya incluyendo Portugal, ese afán controlador del monarca Habsburgo es patognomónico. El monarca era sumamente inseguro y, por ende, desconfiado, aunque la historiografía hispana, que casi siempre le ha protegido, le ha destacado como un soberano muy prudente. “Con Felipe II el intervencionismo real en la vida universitaria alcanza el máximo exponente, sustituyendo a la iniciativa papal, hasta el punto de nombrar él directamente al maestrescuela de la Universidad –cargo reservado al papado-, de enviar numerosos visitadores (muchos de los cuales hacen unas visitas rápidas y superficiales, sin dejar apenas huella, dando la impresión de que vienen únicamente para hacer sentir el peso de la autoridad real), e incluso, de llegar a preocuparse y controlar hasta los aspectos más nimios e insignificantes de la vida universitaria. Felipe II preocupado desde el principio de su reinado porque se guarden y cumplan los estatutos y las constituciones, comienza a enviar su gran desfile de visitadores, la mayoría de su Consejo”. Las prisas por controlar Salamanca, por parte del monarca, ya se inician en el año 1557, cuando envía al doctor Cano para que le informe, de forma pormenorizada, sobre el real cumplimiento de los estatutos y las constituciones por parte de dicha Universidad. El soberano de las Españas tiene la intuición de que esa Universidad leonesa de Salamanca es de una importancia capital para formar los cuadros dirigentes del Estado, y, es obvio, que es esencial mantener dicha entidad académica total y absolutamente a punto. Para los mismos intereses envía en años sucesivos a otros visitadores: al doctor Hernán Pérez en 1557; al licenciado Montalvo en 1559, y en enero de 1560 al doctor Anaya, en este último caso para ser informado, sin ambages, sobre el cumplimiento riguroso de los estatutos y las constituciones helmanticenses. “En julio de 1560 nombra como visitador a D. Diego de Covarrubias y Leiva, obispo de Ciudad Rodrigo. Fue además alumno de la Universidad y catedrático de cánones de la misma. El fruto de su visita fue una reforma radical en la organización por medio de unos estatutos considerados de los más importantes. Covarrubias podía ser la persona más indicada para realizarla, pues conocía a fondo la vida universitaria –como alumno y profesor-. Aunque según otros autores, no puede hablarse de reforma radical, sino más bien de una reforma parcial, en la que se incorporan estatutos anteriores, se introducen modificaciones y aparecen novedades. Dejamos la duda planteada”. Ese sentido inquisitorial del soberano español es más que palpable, cuando envía al obispo de Ciudad Rodrigo, doctor Simancas, a dicha Universidad leonesa de Salamanca para que le cuente, sin circunloquios, todos los excesos y faltas que se están cometiendo, y que han llegado a sus oídos. En suma, el resto está en el libro, y como el casi total de la producción cultural de la Junta de León y de Castilla, estamos ante una obra literaria extraordinaria, de una insigne calidad, y que por merecer todos mis plácemes, otorgo el grado cum laude. “Obiit Almansur et sepultus est in ínfero, ET, Qualis artifex pereo!”. Puedes comprar el libro en:
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