La laberíntica odisea del autor por el corazón musical de la América negra no tiene parangón. Jugándose, en no pocas ocasiones, algo más que el tipo —con la chusma policial que asolaba los condados más racistas de la antigua Confederación— consiguió, pese a todo, acometer tan arriesgada misión y ofrecernos el tesoro bibliográfico acaso tesoro bibliográfico acaso más importante de la historia del blues. Robert Palmer, Ted Gioiay todos los que han tratado de cartografiar los orígenes de esta música se abrevaron en esta desbordante fuente primigenia.
Por medio de audaces confesiones, conversaciones clandestinas —a corazón abierto—con músicos, aparceros, presos, pistoleros y arrieros —descendientes todos de esclavos, más esclavos, todavía, a todos los efectos—, Lomax nos brinda, junto a sus propias vivencias, los testimonios autobiográficos de los primeros maestros de este arte. Espontáneas confidencias, la mayoría, plagadas de vívidos relatos que vertebran la historia jamás contada de quienes, con más sangre que sudor, levantaron este país, a cambio de linchamientos, encarcelamientos, violaciones, torturas y otras lindezas.
Una de las figuras más notables del siglo XX, célebre por dar a conocer, a lomos de las ondas radiofónicas, a legendarios músicos como Woody Guthrie, Muddy Waters, Pete Seeger, Leadbellyo BurlIves, e igualmente venerado por reconciliar a toda una nación con los tesoros de su música folclórica, Lomax traza brillantemente los contornos de la era del blues temprano en narrativas que «dan vida a un dominio que la mayoría de nosotros nunca podría haber llegado a conocer de primera mano» (The New York Times Review of Books). Esta obra magna revela cómo cambió no solo la forma en que toda la nación escuchaba su propia música, sino también la propia forma de ver y entender su país.
La tierra que vio nacer el blues da voz a los bardos que convirtieron el sufrimiento en arte: Muddy Waters, el padre del blues moderno; Robert Johnson, tan legendario por sus brillantes contramelodías como por su temprana muerte; Fred McDowell y Son House, quienes iniciaron a Mick Jaggery a Eric Clapton en los misterios del blues. Ambientada en una era tan dura y fértil como el limo del Delta, La tierra que vio nacer el blues revela cómo el río de la cultura afroamericana desbordó sus represivas orillas para darnos el rhythm‘n’ blues, el souly el rock ‘n’ roll, y la única forma artística genuinamente estadounidense de la que emanan las anteriores, el blues, destilando el dolor de quienes cambiaron para siempre la historia musical estadounidense.
Alan Lomax (Austin, 31 de enero de 1915 - Safety Harbor, 19 de julio de 2002) fue un afamado folclorista, etnomusicólogo, productor de discos y locutor de radio. Entre sus producciones más tardías se encuentra la premiada serie de televisión, producida por la PBS en 1990, American Patchwork, así como la prodigiosa base de datos que dio en llamar The Global Jukebox, que produjo por encargo para los departamentos de antropología de la Universidad de Columbia y de Hunter College.
«Cazador de canciones», en sus propias palabras, Lomax llevó a cabo varias expediciones por las entrañas del Delta del Mississippi, a caballo entre las décadas de los treinta y los cuarenta, en busca de las fuentes primigenias del blues. Correrías estas que, junto a los viajes que realizó por todo el mundo, acabarían convirtiéndole en la piedra angular de la etnomusicología.
Tan influyente como controvertido —perseguido durante años por el FBI, criticado por algunos por editar incontables recopilaciones de canciones populares, denunciado por otros por presuntamente cultivar un purismo ultraortodoxo en exceso, y por no pocos tildado de poco más que un vulgar divulgador—, se sumergió en los «malos viejos tiempos» del Sur de la preintegración para conocer a los protagonistas de las canciones que alumbraron este llanto atemporal.
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