Este canario universal, autor de obras que han transcendido el paso del tiempo, y que se han convertido en clásicos modernos, está en el Olimpo de los grandes de la literatura decimonónica, compartiendo espacio con personalidades de la enjundia de Dickens, Balzac, Tolstoi o Zola, por los que Galdós sentía una especial y devota admiración.
2020 fue “Año Galdosiano” por conmemorarse el centenario del fallecimiento del autor de Fortunata y Jacinta. Fueron diversos los eventos que estaban programados para recordar la figura y la obra de este genial novelista y cronista de nuestra historia, pero la irrupción de la pandemia impidió en gran medida que pudieran celebrarse.
Afortunadamente, y con el ánimo de intentar reparar la situación provocada por el coronavirus, ha habido algunas ciudades españolas, entre ellas Málaga, que han apostado por mostrar al público una exposición itinerante que lleva por título “Galdós en el laberinto de España”, organizada por Acción Cultural Española y comisariada por el fotohistoriador y periodista Publio López Mondéjar.
Para reunir todos los materiales que componen esta exposición, ha sido necesaria una intensa labor de investigación y búsqueda en archivos y colecciones públicas y privadas de España, Estados unidos, Francia y Reino Unido, como la Casa-Museo Pérez Galdós de Las Palmas, el Instituto del Patrimonio Cultural de España, la Biblioteca Nacional, la Biblioteca del Congreso de Washington, el Victoria and Albert Museum de Londres o la Bibliothèque Nationale de Francia, por citar algunas de las instituciones más relevantes, incluyendo la capital aportación de colecciones particulares, en especial la procedente de los familiares descendientes de Galdós.
La muestra se organiza en torno a unas ciento cuarenta fotografías, muchas de ellas inéditas, en las que se refleja el lado más humano y desconocido del gran literato, además del contexto histórico, cultural y político en el que vivió nuestro protagonista.
Se incluye desde el primer retrato fotográfico que se conoce de Galdós, un daguerrotipo anónimo fechado hacia 1849, hasta su multitudinario entierro en Madrid el 5 de enero de 1920, pasando por los retratos de sus padres y hermanos. Están, pues, representadas distintas épocas de su vida intelectual y personal, a través de imágenes en las que aparece solo, en compañía de familiares, de amistades, en actos políticos, etc.
Sin duda alguna, la exposición constituye un paseo por la trayectoria vital de un hombre que compartió espacio y tiempo con personajes cuyos retratos también están presentes en la muestra, y que representan a los protagonistas de la historia de España desde la llegada de Galdós a Madrid, como Isabel II, Amadeo I, Alfonso XII, Alfonso XIII, Espartero, Prim, Castelar, Sagasta, Cánovas del Castillo, entre otros.
Tampoco podían faltar imágenes y estampas de los escenarios por los que transcurrió la vida de esta gloria nacional, en especial Madrid, que fue su hogar durante más de cincuenta años. Ese Madrid galdosiano que inunda miles de páginas de sus obras, y Santander, la ciudad elegida como segunda residencia y que tuvo en su morada de “San Quintín” el espacio propicio para escribir una parte notable de su dilatada obra literaria y para recibir a personalidades del mundo de la política, la literatura, el teatro, la música, la ciencia, las bellas artes, el periodismo…
La muestra se completa con una selección de reportajes fotográficos y artículos sobre Galdós realizados por las más prestigiosas publicaciones ilustradas de la época, entre ellas Blanco y Negro, El Fígaro, La Esfera, Mundo Gráfico, Nuevo Mundo y La Ilustración Española y Americana.
Málaga inauguró esta extraordinaria exposición el 29 de junio de 2021, en la sala de exposiciones del Centro María Victoria, en la calle Ollerías.
Entonces, lo que ahora cabe preguntarse es si Benito Pérez Galdós tuvo algún vínculo con la hermosa capital andaluza, como el gran viajero que siempre fue hasta que su salud se lo permitió, afanándose en recoger datos y localizar escenarios en los que ambientar sus obras.
La respuesta es afirmativa, puesto que el escritor canario visitó Málaga en dos ocasiones. La primera se produjo a principios de octubre de 1904, tres años después del arrollador éxito de la representación de la obra teatral Electra en el Teatro Cervantes. La segunda tuvo lugar a finales de mayo de 1910, aprovechando el estreno en la ciudad de Casandra y de su militancia política como presidente de la Conjunción Republicano-Socialista.
Nos cuenta Elías de Mateo que en su primera visita Galdós estuvo de paso, tan solo dos días, pues su intención era llegar a Tánger y Tetuán con el objetivo de recabar información para el que iba a ser el nuevo Episodio Nacional en el que estaba inmerso, Aita Tettauen, sexta novela de la cuarta serie de los Episodios que se centra en el conflicto armado hispano-marroquí que tuvo lugar entre 1859 y 1860.
Se sabe que Galdós se alojó en el Hotel Roma, lo que hoy es el Edificio Edipsa, que pasaba por ser el más lujoso de Málaga, con restaurante, sala de lectura e, incluso, dotado con el primer ascensor que hubo en la ciudad.
A pesar de su corta estancia, Galdós tuvo la oportunidad de conocer algunos periódicos locales, recorrer calles, plazas y visitar las playas de la Caleta y del Limonar, en compañía de sus “amigos malagueños”, personajes muy destacados de la intelectualidad y la cultura malagueñas, como Arturo Reyes y Narciso Díaz de Escovar, que ya conocían y se carteaban con el maestro desde hacía algún tiempo.
De regreso a Madrid, y en agradecimiento al trato dispensado en su primera visita a Málaga, Galdós dirige una carta a Arturo Reyes en la que expresa lo siguiente:
“No puede usted figurarse, amigo mío, cuan grato es en mí el recuerdo de esa hermosa ciudad, donde pasé tan dulces horas en la compañía inolvidable de V. y de Escovar. Por mi gusto, allá me volvería ahora mismo”.
La segunda visita de Galdós a Málaga se produjo a finales de mayo de 1910, por un lado, para acudir al estreno del drama Casandra en el Cervantes y, por otro, para tomar parte en varios actos políticos como cabeza visible de la Conjunción Republicano-Socialista, creada en 1909 como respuesta a los sucesos de la Semana Trágica de Barcelona, y de la que Galdós ejerció como presidente hasta 1912.
De nuevo, Elías de Mateo nos hace una completa crónica de esta segunda estancia del literato canario en la ciudad andaluza, entre los días 26 y 28 del referido mes de mayo.
La apretada agenda incluyó una corrida de toros en La Malagueta, la asistencia a la representación de Casandra, que constituyó un nuevo éxito; la visita, de fuerte carácter simbólico al lugar donde se produjo el fusilamiento del general Torrijos en 1831 junto a un grupo de liberales; y por último, la entrega de donativos a los hijos de pescadores en las playas de San Andrés.
El que suscribe el presente artículo es de Cantabria y reside en Santander, ciudad en la que Galdós estuvo pasando largas temporadas de forma ininterrumpida desde su primera visita a la capital cántabra en 1871 hasta su última estancia en 1917, cuando su delicado estado le impidió seguir viajando.
Fue precisamente desde su residencia santanderina de “San Quintín”, cercana a las playas del Sardinero, donde el maestro dirigió una larga carta con motivo de la celebración de los Juegos Florales que se celebraron en Málaga en el verano de 1908.
Galdós había sido invitado a la edición de aquel año, pero finalmente decidió, desde su retiro estival, dirigir unas emotivas y hermosas palabras a Málaga y a sus gentes, con esa prosa elegante, florida y galana, en ocasiones alambicada, tan propia de un mago de las letras.
Se unen, pues, dos bellas ciudades galdosianas, la sureña Málaga y la norteña Santander, dos ciudades que miran al mar y que el maestro Galdós, como amante indiscutido de los ambientes marineros, supo inmortalizarlas a través de la palabra.
He tenido la oportunidad de estar de nuevo en Málaga y provincia, no solo para poder visitar la magnífica exposición de “Galdós en el laberinto de España”, sino para conocer otros rincones de esta acogedora, agraciada y exuberante tierra, a la que espero pronto volver, como decía el ilustre canario.
Quisiera finalizar este recorrido por el Galdós malagueño, recordando una parte sucinta de la misiva que fue escuchada con emoción y entusiasmo por parte de los asistentes al Teatro Cervantes, un 22 de agosto de 1908:
“Es gran alivio de los años contemplar, desde esta lejanías del Norte, la blancura de los rostros, la esbeltez airosa de los cuerpos, los negros ojos y risueñas bocas, la hermosura de la que en Málaga nacieron y se criaron. ¡Venturosos los que quieren salarse y alumbrarse en vuestra querida ciudad, tan adornada de atractivos que nadie sale de ella sin enojo ni volver sin júbilo!
De tal suerte podré lanzarme a las calles suntuosas y a las que, no siéndolo, rebullen de animación y alegría, veré el gentío risueño; así en el corazón de la ciudad como en las arterias que nos llevan a los barrios populares donde hierve la gracia maleante y salobre. Corriendo de una parte a otra, veré el Perchel famoso, la Alcazaba peregrina, Caleta y Limonar con sus jardines olorosos, el Parque y la Alameda, el muelle y la playa, las barcas varadas en la arena, los diabólicos chicuelos de asolados rostros encaramándose en la cruz del suplicio de Torrijos; veré, en fin, en calles y paseos, al señorito rico, damas elegantes, niños encantadores.”
Para la elaboración de esta artículo, en lo referente a la vinculación de Benito Pérez Galdós con Málaga, he consultado el capítulo “Galdós y Málaga”, de Elías de Mateo Avilés, incluido en Galdós en su centenario desde Málaga, Real Academia de Bellas Artes de San Telmo de Málaga, 2020.
Gonzalo Pedro Sánchez Eguren
Artículo remitido por José Antonio Sierra