Como en el “Donoso escrutinio” de la biblioteca de Alonso Quijano, los libros de la escritora portuguesa Judith Teixeira, ardieron en una hoguera para escarnio público.
Corrían las postrimerías del siglo XIX cuando esta mujer atípica nace en Viseu (1880). Convulsiones sociales y políticas, ideología y cultura poco favorables a aires femíneos a pesar del arrojo que tuvo para publicar sus emociones y sentimientos. No rimaba entre líneas ni había que deducir una intralectura oculta: sin cripticismo, abiertamente se manifestó como una persona que amaba y mucho... Peligrosa confesión y más si queda plasmada en versos de notables matices eróticos, intensos y apasionados. Salió de su escondrijo muy pronto para evaporarse con el tiempo y morir sola, viuda y sin hijos, sin testamento ni bienes que legar (Lisboa, 1959).
Ahora, rescatada del olvido injusto al que muchos de sus contemporáneos la sometieron, no solo conocemos algunos datos de su vida sino que también se ha creado un premio lírico con su propio nombre. Acusada de adulterio, vilipendiada por sus amigos…el polvo de los años descubre un talento inusual, una mujer feminista y aguerrida contra viento y marea.
Vienes cada madrugada
a prenderte en mis sueños
¡Déjalo gritar!
¡¿Qué importa su clamor,
si me abrasa tu mirada
vivísima?!…
Atiza, amor mío, el fuego en que me exalto…
—Envuélveme más…
todavía más… en tu caricia;
que esta alegría de nuestro amor
suavísimo,
¡será más fuerte y gritará más alto!
Sus libros de poemas y sus cuentos constituyen fuente de inspiración para generaciones presentes. Calificada de artista decadente o la poeta de Sodoma, vendedora de libros inmorales (todo muy en consonancia con el momento que le tocó vivir). A partir de 1927, desapareció de la vida pública, quizá para rumiar en soledad el trasiego tan tempestuoso de la incomprensión a la que fue sometida. De padre desconocido, inscrita como hija natural, dos veces matrimoniada y muchas otras, amada.
Ha de llegar el día
en que mi tristeza acabará…
Todo termina… renace y recomienza…
¡Y esta tristeza ha de tener fin!
¡Y entonces mi alegría
volverá!…
Solo temo
que, cuando ella regrese
yo esté tan cansada de vivir,
que no pueda celebrar
este ansia enorme de vencer…
¡Mas no demores
la realidad
de mi sueño!…
¡Porque hay quien muere de nostalgia
y dolor!
Y no sé si viviré
lo suficiente
si demoras
mucho más, ¡amor mío!
Dirigió la revista Europa de la que se editaron tres números. Reprobada por la temática lésbica de su poemario y tachada de ser una poeta indecorosa e impúdica, siempre se afanó en que su obra permaneciera y ella misma se encargaba de reeditar sus escritos. Pura esencia, auténtica personalidad y espíritu de subversión contra los muros transicionales.
No gustaba y molestaba el talento de una mujer que nadaba a contracorriente. Parece que obra y persona provocaban un rechazo profundo y creyeron que amordazarla sería fácil. Se impuso a las reglas y hoy se le rinde homenaje. Quiso expresarse sin subterfugios: en su producción no hay trampa ni cartón, solo sinceridad de raíz. A pesar de ser considerada párvula y marginal, renace su poesía...
Y posas tu mano
suave y leve
sobre mis párpados doloridos…
¡Vienes desnuda, llena de gracia,
muy brillante, iluminada!
¡Te veo llegar
como una alborada
de sol!…
¡Y mi cuerpo se estremece,
y mi alma canta,
como un enamorado ruiseñor!
La misoginia de salón y el integrismo moral finisecular la ocultaron. Tampoco se portó mejor la centuria anterior, arrinconándola en el ostracismo. Asistimos en los últimos años al redescubrimiento de su figura volcada en poemas llenos de amor arrebatado, sin máscaras que disimulen realidades auténticas. Se le reconoce un valor humano y literario digno de encomio Se ha publicado Desnuda en edición bilingüe por Amistades Particulares.
Compré rosas encarnadas
de un rojo estridente,
…
¡Y vine a acostarlas contenta
en mi cama vacía!
…
La ventana toda abierta
mi cuarto se llenó de luz de luna…
…
¡El alba!
¡El alba!
¡Vino a despertarme!
¡Vino a despertarme!
Voy a morir…
¡Y no consigo desprender
de mis deseos,
las rosas encarnadas,
que mueren destrozadas,
en la furia de mis besos!
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