Este no es el lugar para glosar la obra de García Pavón, uno de los pocos novelistas del género negro que hubo en España durante el franquismo. Quizá junto a Mario Lacruz, eran los dos autores más destacados del género; pero sí es el lugar para reconocer el gran olfato que han tenido al escoger a “Esperando a Randy” como la novela ganadora en el centenario del nacimiento del escritor de Tomelloso, creador de Plinio, un curtido jefe de la policía municipal de la población manchega.
En “Esperando a Randy” estamos ante una novela negra en el sentido clásico del término. El protagonista, un joven en la mitad de la veintena, más o menos, es el clásico perdedor que entre dos opciones siempre escogerá la que le perjudique más. Y es hasta cierto punto lógico porque en la vida nada le ha salido bien. Fue abandonado por su madre siendo niño y su padre, superviviente de la guerra de Vietnam, es un alcohólico maltratador que no le ponía la vida precisamente fácil.
Ante este panorama, no es de extrañar que Stewart tome las peores decisiones posibles. Después de perpetrar un atraco, resulta herido de consideración y se refugia en una casa perdida donde esperará a su compinche Randy. Aunque no hay una mención expresa de en qué año exacto transcurre la acción, está claro que es durante los años sesenta o setenta como mucho. El ambiente, diría que es más de los sesenta por las referencias que hace al modo de vida.
“Esperando a Randy” podría ser, perfectamente, el guion de una de esas películas en blanco y negro hollywoodienses de gánsteres, algo así como aquella El bosque petrificado donde Humphrey Bogart campaba a sus anchas. La novela está escrita en primera persona, en capítulos alternos nos va contando lo que le ocurre durante la espera a su amigo y en otros nos descubre pasajes de su infancia y adolescencia que le fueron forjando como persona solitaria y perdedora, en estas analepsis recuerda, muchas veces con humor, sus primeras experiencias con las chicas o con la delincuencia.
Es ante todo una historia de una amistad donde la lealtad está muy presente en el protagonista. Durante toda su vida el joven Stewart se portó de manera leal con sus amigos, tanto con los Troxell como con Randy. El pago no tuvo su justa correspondencia casi nunca. Los diálogos del protagonista suelen ser explosivos y sarcásticos. Nos van dando muchas pistas de cómo es el protagonista.
Los personajes secundarios, como el sheriff o el juez de menores, están perfectamente delineados y dan un contrapunto honesto a los protagonistas delincuentes, a los que no les falta humor. Porque está es una característica importante de la novela, pese a que todo sale mal, siempre se lo toma todo con humor el joven Stewart, que algunas veces se hace llamar James Stewart.
Estamos pues, ante una pequeña joya de la literatura negra de nuestro país. Una lectura obligada para conocer los vericuetos de nuestra novela negra de la mano de este maestro de la narrativa ruda y áspera, Santiago Casanova, donde no sobra ni falta nada.
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