Magnífico libro y muy rigurosa editorial. Desde la Alta Edad Media la corona, mejor es decir los reyes, tratarán de dominar de la mejor manera posible a los clérigos de la Iglesia católica, y para ello nada mejor que conseguir de la Santa Sede el permiso para el nombramiento de los obispos o arzobispos, etc. “En este proceso, se sustanciaría así una respuesta particular a la tradicional problemática de las relaciones entre sacerdotium e imperium, entendidos como dos esferas, potestades y jurisdicciones con personalidad propia, pero estrechamente relacionados entre sí, por sus principios y fines comunes”. Todo lo que antecede se define como ‘un tipo de Iglesia especialmente vinculado a la Corona’. Quizás se pueda denominar a esta Iglesia como vinculada a la propia monarquía. Todos los libros de historia, salvo contadas excepciones, siguen empecinados en el error de una inexistente y anhistórica Castilla, que ya se extrapola hasta el desideratum en el absurdo concepto de Corona de Castilla o Corona de Aragón. Pero, haremos una introspección e ignoraremos este error reiterativo, que se corregirá cuando el País Llionés tenga su autonomía justa y necesaria, y conformada como Reinu de Llión por Llión, Zamora y Salamanca. La capilla Real de la época Trastámara tuvo un predicamento obvio y esencial, ya que sería “un semillero de eclesiásticos al servicio de los intereses regios”. Cuando se produzca un conflicto de intereses, entre el monarca y la jerarquía eclesiástica, el rey utilizará sin ambages la fuerza coercitiva y la retención de bulas de papales. “El recurso de la fuerza era un medio legal para mantener en la política eclesial la limitación que se había impuesto jurídicamente a la jurisdicción eclesiástica durante los conflictos de competencias”. Bibliografía impresionante. En el segundo capítulo, el prof. González Nieto se aproxima a las repercusiones del protagonismo político de los obispos en la guerra civil en los Reinos de León y de Castilla, producida entre los años 1465 y 1468, los actores bélicos serán Enrique IV “el Impotente” de León y de Castilla contra los partidarios de su hermanastro Alfonso, estando detrás la cizaña obvia de la hermana de ambos Isabel I “La Católica” de León y de Castilla. Este violento enfrentamiento entre hermanos contó con un gran número de clérigos. Cuando se produjo la confrontación, ambos enemigos buscaron apoyos en Castilla y en León, y a la par tratar de que los ciudadanos de esos territorios no apoyasen al enemigo, bajo la pena de confiscación de todo tipo de bienes y de cualquier cargo o prebenda. Los prelados serían penados por según el bando rival que no apoyasen. El primer damnificado de de esas confiscaciones sería el arzobispo hispalense Alfonso de Fonseca, en este caso por medio de Enrique IV, ya en el verano de 1464. El gran cardenal Pedro González de Mendoza siempre estaría en el bando del monarca titular, apoyando con toda lealtad al bando enriqueño. El obispo de Coria, Íñigo Manrique de Lara, ciudad típicamente leonesa y sita en la Extremadura legionense estaría en el bando de los alfonsinos. “Varios de los obispos que se implicaron en la guerra civil se encontraron en aquellos mismos momentos inmersos en luchas paralelas al conflicto general que sacudía al reino por el control de un determinado ámbito local o regional, ya fuese a título personal o junto a sus linajes y bandos”. El arzobispo metropolitano de Toledo Alfonso Carrillo sería el líder del bando Alfonsino. Como en el caso anterior, bibliografía más que completa. El siguiente capítulo nos acerca a Pedro Fernández Pecha, quien llegó a ser camarero mayor del rey Alfonso XI “el Justiciero” de León y de Castilla, aunque abandonaría la corte cuando Pedro I suba al trono. En el siguiente capítulo se realiza otra aproximación a un personaje esencial en la época, en este caso es Beltrán Zafón, quien es uno de los paradigmas más destacados del ascenso político y eclesiástico en los reinos de Castilla y de León de la Baja Edad Media, desde el puesto de obispo de Cuenca. Otro prelado destacado es Fernando de Pedrosa, quien ocupó el puesto de obispo de Cartagena entre 1383 y 1399. Fue más que proverbial el enfrentamiento que mantuvo con el Adelantado Mayor del Reino de Murcia, Alfonso Yáñez Fajardo. Dicho obispo pretendió, sin la más mínima desviación moral, conseguir convertir a su familia, por medio del medraje más absoluto, en una de las más poderosas e influyentes del Reino de Murcia y del territorio meridional del Reino de Valencia. El siguiente capítulo nos acerca al hecho relativo al intervencionismo papal en el cerco y derrota del reino nazarí de Granada. “La relación entre la Iglesia y el poder político, llámese Estado, Monarquía o Imperio, ha sido frecuente desde que Constantino pusiese en sus estandartes la cruz en la Batalla del Puente Milvio, llegando esta unión a ser vista perfectamente por el pueblo con la idea de la alianza entre ‘espada y altar’”. Estas pinceladas pretender mostrar un libro estupendo, cuidado y bastante riguroso, procedente de una editorial totalmente diferente en su inteligente acercamiento a la riquísima historia medieval hispánica. ¡Sobresaliente! “Totus aut nihil, ET, Soli Deo Gloria” Puedes compra el libro en:
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