Estamos ante un libro de interés preferente, sobre un extraño personaje de la primera mitad del siglo XX. En más de 500 apretadas páginas, el autor nos aproxima a la vida y obra del pseudosecretario de Adolf Hitler, es decir Rudolf Walter Richard Hess. Curiosamente nacería en la histórica urbe egipcia de Alejandría, y moriría por autolisis, que siempre se ha discutido, en la prisión berlinesa de Spandau (17 de agosto de 1987). En 1933 sería nombrado Stellvertreter des Führer; hasta que en otra de sus extrañas reacciones voló hasta Escocia, en solitario, para intentar negociar un acuerdo de paz con los británicos. A Churchill no le interesaban los acuerdos con Hitler, por lo que fue aherrojado y condenado a cadena perpetua tras Nüremberg. En la cárcel de Landsberg, tras el fallido Putsch (1923) de la cervecería de Munich, se dedicó a ayudar a Hitler en la redacción de la obra de cabecera de los nacionalsocialistas, Mi Lucha-Mein Kamp. En 1919 estudiaría Geopolítica con Karl Haushofer (Espacio Vital-Lebensraum), en la Universidad de Munich. “Si finalmente nos falta suelo en Europa no podremos remediarlo sino a expensas de Rusia. (…) Para esa política tan solo tenemos un único aliado en Europa, Inglaterra. Solamente podremos comenzar una nueva migración germánica si ella nos cubre la retaguardia. (…) Ningún sacrificio será demasiado grande para ganar (su) amistad. Deberíamos abandonar toda idea de colonias y de potencia marítima y evitar toda competencia con la industria británica”. Desde el año 1941, otro año de otra de las actuaciones paradójicas de Hess, que ha creado verdaderos quebraderos de cabeza a testigos prioritarios, y a muchos historiadores posteriores; se ha elucubrado hasta la saciedad sobre si Hitler tenía o no conocimiento fehaciente sobre el viaje de Hess al Reino Unido, para entablar una paz separada con los británicos. El Führer pretendía que los británicos le dejasen las manos libres en Europa, a cambio ellos seguirían conservando su magno imperio. La proverbial autosuficiencia inaceptable del caudillo nazi pretendía incluso conseguir un cambio de gobierno, ya que Churchill no era santo de la devoción de Hitler, a quien acusaba, sin ambages, de pretender la destrucción de Alemania y de ser el auténtico causante del estallido de la guerra. También se piensa que lo que Hess pretendía, era que la Gran Bretaña dejase libertad absoluta para que la Wehrmacht atacase a la URSS del genocida Stalin. Cuando recibió la noticia, estando en Berchtesgaden el 11 de mayo de 1941, uno de los ayudantes de campo de Hermann Göring, el general Karl Bodenschatz calificó, a posteriori, de que el histrionismo teatrero de Hitler fue manifiesto. Otros testigos piensan lo contrario. “El mariscal Keitel, un devoto del Führer, ve a este, Martín Bormann, recorrer a zancadas su despacho, con una mano en la cabeza, tratando de imaginar que podía decir y hacer. Mascullaba, con un dedo apuntando a su sien: ‘Hess ha tenido que sufrir un trastorno cerebral… No le conozco. No es el mismo hombre’”. Frau Hess no cree que Hitler sacrificara a su marido para un plan semejante. Otro misterio que se llevó a la tumba Hess. El tercer instante álgido de su vida se producirá en el juicio de Nüremberg, donde tuvo una actitud indefinida como ausente. Se conjetura la posibilidad de haberse utilizado drogas con él en la prisión británica. Del proceso saldría directamente, por presión constante e innegociable de los soviéticos, hacia la cadena perpetua de Spandau. En los años 70 se dedica a la música culta y a la lectura; no quiere confraternizar con los otros presos nazis, e inclusive suele comer solo. En 1953 se acerca a la religión, aunque muy sui generis, y explica a su único hijo Wolf Rüdiger que no es importante el calificativo religioso que se utilice, sino ser un “creyente en Dios. Gottgläubig”. “(…) te aseguro, querido hijo, que si alguna vez desearas sinceramente hacerte un ‘auténtico’ protestante o católico, o budista o musulmán, en absoluto trataré de impedírtelo. Sea cual sea tu opinión o tu fe, respeta siempre las creencias de los demás y no les trates nunca con desprecio o ironía y, al pasar delante de una iglesia, si te atrae una música hermosa, entra sin preocuparte de la confesión a la que pertenece y te sentirás más cerca de tu Dios, sea el que sea”. Como es de esperar no cita, por no ser aceptable para él, sobre la posibilidad de que su hijo se haga judío. Hess asiste, con gran desaliento, a como abandonan la prisión todos sus compañeros condenados a cadena perpetua, pero menos peligrosos para el cinismo de los aliados, sobre todo de soviéticos y británicos. Son: Von Neurath; el gran almirante Raeder; el gran almirante Dönitz; Funk; luego serán liberados Speer y Von Schirach. En el año 1959 intenta, por tercera vez, suicidarse cortándose las venas de las muñecas. A partir de 1980 las potencias occidentales empiezan a pensar en su liberación, la respuesta soviética es clara nunca darán su placet. “Los soviéticos están lejos de dar su aval. Tienen la memoria larga: se remonta a 1941 y a la tentativa de vincular a Londres con la cruzada alemana; contencioso agravado en 1946, cuando Seidl hizo todo por convocarles ante el tribunal de la Historia por conspiración, complot contra la paz y crímenes de guerra”. El mantenimiento de aquel anciano le cuesta una fortuna a la República Federal de Alemania. Católicos comprometidos con la ética, incluso alemanes de izquierdas y conservadores en la Gran Bretaña protestan contra la prisión-tortura de aquel anciano. El odio soviético no lo liberará. En suma, un libro extraordinario, completísimo y recomendable absolutamente. “Pars melior humani generis, totius orbi flos”. Puedes comprar el libro en:
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