Un momento histórico de una riqueza de individuos como pocas veces ha ocurrido en la historia, citaré algunos: Alfonso IX “el de las Cortes” de León; Sancho VII “el Fuerte” de Navarra; el Papa Alejandro III; Saladino; Ricardo I “Corazón de León”; Federico I “Barbarroja”; Leonor Plantagenêt de Castilla; Berenguela de León; Lucas de Tui; Felipe Augusto de Francia; Guillermo “el Mariscal”; Tomás Becket, San Bernardo de Claraval, etc., entre otros de mayor o menor enjundia. Esta obra que reluce históricamente hablando, con una portada deliciosa; narra desde la nacencia de la persona-Leonor hasta el momento en que es apresada por su segundo esposo, el Rey Enrique II Plantagenêt de Inglaterra, tras perder la guerra contra él. Desde ese momento solo se le dedica página y media, tras ser encerrada en la torre de Salisbury, para ser dignamente liberada, ya como reina-madre, cuando en 1189 su hijo predilecto, Ricardo I Plantagenêt “Corazón de León” se siente en el trono de Inglaterra. Cronología muy completa, y cuadros genealógicos conspicuos de los duques de Normandía, de los condes de Anjou, de los condes de Poitiers y duques de Aquitania cierran esta obra, que recomiendo taxativamente.
Fue el paradigma legendario de la época de las cruzadas y de los músicos cultos medievales o trovadores. Su familia fue muy diferente a las de la época, marcaron diferencias desde el inicio, con su abuelo Guillermo IX de Aquitania, y sus padres Guillermo X y Leonor de Châtellerault, esta última hija de la gran amante de su abuelo, Dangereuse de Châtellerault. El gran músico Bernart de Ventadorn estuvo en su corte y tuvieron una gran relación cultural, otros como Giraut Riquier o Raimbaut de Vacqueiras o Jaufre Rudel también compusieron música para la bella/muy hermosa (perpulchra) e inteligente Leonor de Aquitania. En su ducado no se discrimina a las mujeres, sino que se las enaltece. Su primer matrimonio lo hará efectivo con el joven rey Luis VII de Francia. Ella siempre dijo que se había casado con un monje y no con un soldado, parece ser que se refería a su vida marital.
Tras la estancia en la fracasada Segunda Cruzada, la reina llega a la convicción de que ese trono no le es ya esencial ni gratificante. En 1180: “…Era una de esas mujeres locas. Una mujer imprudente, como demostró tanto antes como después de aquellos acontecimientos de manera manifiesta; ofendió la dignidad real, ignoró la ley, olvidó el lecho conyugal”. Además, piensa que le quedan, como mucho, y según los baremos de supervivencia de la época, no más de veinte años. Ella es, en sí misma, un poder político y económico considerable. Con todos los territorios que le pertenecen, solo, según la época, necesita a su lado un varón fuerte que le haga valer sus derechos por la fuerza de las armas. El papa Eugenio III necesita al soberano Capeto, y Bernardo de Clairvaux tiene un gran influjo sobre el rey. Sea como sea se cruza en su vida de mujer de 29 años, un joven poderoso y pelirrojo, cuyo cabello define su energía. Se llama, recientemente huérfano, Enrique de Anjou, ahora además será rey de Inglaterra, la reina francesa se enamora del angevino. “Enrique (…) fue objeto de las miradas libidinosas de Leonor, reina de Francia. Ella estaba casada con el muy piadoso Luis...”. El matrimonio es rápido y sencillo, y Luis VII tuvo una reacción sorprendente y violenta; ya que ahora conocía el peligro que se cernía sobre el trono de Saint-Denis. Según Martin Aurell: “Enrique se mostraba tan instruido y prudente como hábil y valiente en el combate. Reúne, en su persona, la perfecta síntesis del sabio y el caballero”. A partir de ahora la pareja tendrá dieciocho años de gran felicidad. En primer lugar, Leonor le enseña a Enrique sus territorios de Aquitania. Desde el Loira hasta los Pirineos, es el sumatorio global de Poitou, Aquitania y Gascuña. La riqueza de Aquitania es proverbial para los cronistas de la época.
El conde de Anjou es menos magnificente en sus posesiones; pero ambos juntos son casi un imperio, y así se sentirá el ya rey de Inglaterra; con él es inmensamente feliz: “…Pero por consejo de hombres sabios y ante los ruegos del abad Pierre, el don en principio concedido a mi pesar lo renuevo de buen grado…una vez unida a Enrique, duque de Normandía y conde de Anjou”. Ella quiere seguir ejerciendo el poder y está muy enamorada, pero empieza a darse cuenta de la personalidad de fuego que tiene su esposo, de momento el entendimiento mutuo es perfecto. No se conocen los sentimientos del Plantagenêt hacia su esposa, pero sí que se sintió seducido. Sus padres también tenían una importante diferencia de edad, Matilde era mayor que Godofredo. Durante esos 18 años ya citados, el angevino no tuvo ninguna amante, solo se dedica a gobernar, a aumentar su poderío y a conquistar territorios. Sobre Leonor, las maledicencias y los rumores finalizan tras su nuevo matrimonio. Los dos son muy cultos. Ha tenido dos hijas (Marie y Alaise) con Luis VII; tendrá ocho hijos con Enrique (Guillermo; Matilde; Juana, Leonor; Ricardo; Enrique; Godofredo y Juan), ellos sostendrán el imperio Plantagenêt. Hasta aquí las pinceladas de esta obra magistral, que recomiendo vivamente. ¡Sobresaliente! “Intellectus apretatus discurrit qui rabiat, ET, Dicebatur”.
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