Probablemente ya se encontraban junto a los mitos de Rómulo y Remo, estuvieron en la expulsión del rey Tarquinio “el Soberbio”; se felicitaron con todo gozo del nacimiento de una nueva forma de hacer política como fue la República, con los enfrentamientos seculares entre patricios y plebeyos. El Vae Victis! del galo Breno es destacado; o La última noche del tribuno de la plebe Tiberio Sempronio Graco, aquella familia Cornelia Gracchorum que no pudo cambiar el devenir oligárquico romano. De esta forma contemplaron la evolución política y militar de aquellos primitivos romanos, que se asomarían con cierto respeto fuera de las murallas construidas por el rey Servio Tulio; para inundar bélicamente toda la península. Luego, participarían en el choque bélico pavoroso contra la otra gran potencia del momento, la Cartago de la familia de los Bárcidas; dirigidos los púnicos por dos genios, Aníbal el Grande y su padre Amílcar Barca, “el Fulgor o el Rayo contra Roma”. Contemplarían, desde su prepotente atalaya típicamente romana, la caída de los héroes y tiranos existentes en la Europa romana. Estuvieron en las diversas y múltiples fiestas del Capitolio, hasta contemplar el final del Imperio Romano de Occidente comandado por Rómulo Augústulo.
Varios autores guían la vida de esta familia tan especial, por los intrincados caminos de la Roma histórica, desde la Fundación o Constitución de la Ciudad o AB URBE CONDITA. Podemos definir a la obra con el calificativo de diversas y ricas estampas literarias. El libro ha nacido dentro de lo que se denomina como Divulgadores de la Historia, y todos sus beneficios han sido dedicados a la asociación Historia, Arte y Cultura de Alcántara; con la finalidad de contribuir a la preservación del deteriorado puente romano de Alcántara. Un servidor, que lleva ya siete libros publicados, comulga absolutamente con ese sumatorio de divulgación fehaciente y rigor histórico por antonomasia. El 50% de sus escritores son historiadores profesionales. En el año 620 ab Urbe condita, y 133 a.C., aparece, de la pluma de Luis Manuel López Román, uno de los romanos más eximios de toda su historia, se trata de la narración sobre el crimen nefando perpetrado por la oligarquía capitolina sobre el tribuno de la plebe Tiberio Sempronio Graco. Valerio es un plebeyo, y debe apoyar las normas legislativas de Tiberio Graco. Junto a él se hallan una serie de plebeyos, curtidos en la lucha diaria, y orgullosos de ser romanos. Eran sus compañeros los que habían conseguido desaminar a Perseo de Macedonia, al gran rey Pirro del Epiro y, sobre todo, anular la despierta inteligencia política y militar de Aníbal Barca “el Grande”.
Tras conocer al joven Graco, Valerio ya es uno de los habituales miembros de su escolta personal; y le aguardan a la salida del Senado para protegerlo hasta su propia casa. Escojo este capítulo de LA ÚLTIMA NOCHE DE TIBERIO GRACO, por lo atractivo del personaje histórico a que se refiere: “Tiberio Graco fue acusado de traidor a su clase, de dilapidar el patrimonio común, de querer ganarse al pueblo para poder proclamarse dictador o rey. Se inventaron todo tipo de historias acerca de su vida privada y sus ambiciones personales. Pero el pueblo se mantuvo fiel a su nuevo campeón, al nuevo héroe de la plebe romana, de modo que, a todas horas, una horda de hombres rodeaba a Tiberio para evitar que sus rivales pudieran dañarlo”. Aquella funesta noche se iba a desarrollar la ley agraria, que iba a permitir que las tierras fuesen repartidas de manera equitativa. La oligarquía senatorial no iba a dejar pasar la ocasión de derogar la iniciativa denunciando judicialmente a sus promotores, con Tiberio Sempronio Graco como el más culpable de todos ellos. Para evitar el hecho era más que preciso que T. S. Graco fuese elegido por segundo año consecutivo, aunque fuese violentando las leyes ancestrales o mos maiorum. “Los enemigos de Tiberio dejaron de amenazar con la ley en la mano y comenzaron a hacerlo con sus espadas y dagas. Prometieron un baño de sangre si se presentaba en los comicios como candidato”. El tribuno sabía que lo que defendía era lo más justo y necesario para los plebeyos; nunca titubeaba, ni era corruptible.
La descripción de las relaciones entre Valerio y Graco son de una riqueza lingüística fuera de toda duda. Siguiendo las descripciones de Valerio, se puede contemplar, de una forma auténticamente fidedigna cuáles eran las características morales y el propio fenotipo del tribuno de la plebe. “Sus ojos conservaban un brillo especial, algo que los hacía fascinantes y capaces de cautivar a todo aquel que se perdía en ellos”. En un delicioso diálogo, página-69, Tiberio Graco le explica a Valerio cuáles son sus características morales para estar al lado de la plebe y no de la plutocracia de su propia clase social. Podría haber escalado por el cursus honorum, simple y llanamente no poniéndose enfrente del Senado, y utilizando su dinero y sus relaciones, incluso las familiares con su cuñado Escipión Emiliano a la cabeza. Aquí está el axioma, la ley agraria es justa y necesaria porque el plebeyo es cada vez más pobre. Siga el lector la obra. Este libro merece un auténtico sobresaliente en su CURSUS HONORUM, con todo merecimiento. “Nullum crimen, nulla poena sine lege”.
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