No es coba de compadre dirigirme a los partidos que representan las distintas concordancias y ambigüedades que malvive la patria, para señalarles, sin mala intención, los intereses propio. Es decir que se pongan de acuerdo en nuestro glorioso y transparente parlamento, para que en todas las bibliotecas de este país, que todavía se llama España, dispongan de al menos de un ejemplar de esa joya de prosa literaria y rico contenido de Examen de ingenios, de José Manuel Caballero Bonald, que con razón muestra: “Tengo la cabeza que tenía hace un siglo”, impagable galería de retratos de personajes de la cultura española. Un centenar de retratos invitan a lector y lectora a disfrutar en la presentación de los protagonistas con pinceladas de sus vidas y milagros. La primera de ella le tocó en suerte a Azorín, sereno y silencioso, al que dibuja como maestro de escritura vestido de timidez no fingida con Los pueblos. Le sigue su buen amigo de paseos por El Retiro madrileño y tertulia Pío Baroja. De quien fue lector en su juventud y con los años olvidado, aunque si reconocido. No falta la retranca del autor para más de uno de los personajes, así lo muestra en el dibujo personal y literario de Francisco Ayala, eso sí, reconociendo su escritura. Preferido y admirado el poeta Jorge Guillen, encuentros en distintas geografías: afinidades. Reconocimiento a su obra y actitud social. No así, puede levantar ampollas el examen dedicado a su paisano y poeta Rafael Alberti. Amado en su juventud como alma guía con su Marinero en tierra y el mundo del Puerto de Santamaría. Mas los años y con la evolución de las realidades propias de muchas lecturas llegaron los cambios de criterios, sobre la persona autora de Sobre los ángeles. Magistral la semblanza del doloroso olvidado Max Aub, cuya personalidad y obra recuerda Caballero Bonald con gratitud y sentido homenaje a su personalidad, gracia y delicadeza. Con sentido del humor, para Dámaso Alonso autor de Los hijos de la ira e ironía fina para con Vicente Aleixandre. Cosa de poetas. De aquí que para conocer esos mundos de creadores por este magnífico y deslumbrador poeta que es Caballero Bonald, resulta ventajoso situar al lector frente a este Examen de ingenios. Y es que palpar la figura del hombre y el recreador que ofrece el retrato de Alejo Carpentier, magistral, es un gozo de lectura junto al de José Luis Borge analizado con justos reparos. Aunque estos en muchos de sus fervorosos de adoración de Ficciones se sientan molestos. Y que siga la fiesta literaria leyéndolos a todos y todas ellas. Estas en minoría, aunque salvando sus referencias. Caso contrario esta reseña se podría convertir en otro libro crítico. Imperdonable resultaría dejar pasar a Juan Rulfo, el de Pedro Paramo al que Caballero Bonald considera tras serena reflexión, un narrador de sobrecogedora prosa con fuerte apego poético: “Desde luego un libro turbador abierto a una compleja diversificación interpretativa” Y como nunca hay dos sin tres, imposible volverle la espalda al poeta sin doble Lezama Lima, Creador mágico de la palabra en el verso como la prosa también poesía de la poesía. “Inusitado en cualquier tierra de palabra española” lo definió el poeta sevillano Luis Cernuda. Regreso a campos de Castilla con un novelista y caballero inolvidable: Miguel Delibes. Su retrato está dibujado con respeto y reconocimiento. Él, autor de Dos días de septiembre, pero estoy seguro que, aunque no fue su lector asiduo, reconoce la fortaleza y honestidad de su realismo literario y comportamiento social lleno de firmeza y por tanto carente de originalidades, muy dadas en los literatos. Tierno el recuerdo y conmovedor, parejo a la semblanza del inolvidable amigo Fernando Quiñones “escritor de ley, de innegables excelencias estilísticas” al que Borges considerado un modelo a tener en cuenta el fraseo. No están todos los que son, ni son todos los que tendrían que estar. El espacio señalado es obligatorio. Cierro con Julio Cortázar, el de los Historias de cronopios y famas. Admirable. Y dibuja Caballero Bonald: “Siempre he sido partidario incluso muy partidario, del temple de Cortázar, de su elegante fraseo y método sintáctico,.., Es todo un cariño mostrado, una sincera admiración crítica, donde no falta ese magnífico relato del autor de Rayuela, El perseguidor, homenaje a Charlie Parker. Largo y ameno paseo literario, juego de crítica cultural, heterodoxa, irónica del narrador con fondo comparativo oculto, nada de golpes bajos, pero si zamarreos a creadores de alturas y otros no tanto al mismo tiempo. Sin faltar la semblanza de su propia personalidad literaria, crítica y humana que a la vez va mostrando un tiempo vivido con amplitud y concordancia con variedad de hechos. Una lectura fina y elegante para ser releído como afinidades propicias al recuerdo de algo que formó parte de mi vida misma como lector atento. Con nosotros quedas. Puedes comprar el libro en:
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