El hidalgo castellano Juan Pablo de Carrión, en opinión de muchos de aquellos que lo conocieron, fue el único amigo que tuvo el rey Felipe II. Una amistad nacida desde la adolescencia del propio monarca, que con el transcurrir de los años se convirtió en confianza plena por parte de quien gobernaba el gran imperio.
De vida disoluta, Juan Pablo tenía merecida fama de ser jugador, mujeriego, bravucón, gran luchador, pero también amante del riesgo y de las gestas épicas, siempre en beneficio de la Corona española. Dueño de un carácter indómito y aventurero; nada tenía que ver con la forma de ser y pensar del rey, de quien se decía que pecaba de excesiva prudencia.
A simple vista, no debían estar llamados a entenderse. Pero, a veces, las contradicciones imperan sobre el sentido común de modo que, contra todo pronóstico, se convirtió en los mejores ojos y oídos del soberano en los nuevo territorios conquistados. Acudió donde se le ordenó, y jamás dudó en presumir de la amistad que le unía con el rey de las Españas.
Cuestionado por muchos, odiado por otros y temido por casi todos con los que se relacionó, solo se interesó en servir fielmente a su señor, pero a su especial manera. Esta es su azarosa y trepidante historia...
Santiago Blasco (Madrid en 1957) es licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales y doctor en Financiación e Investigación Comercial. Profesionalmente ha prestado especial dedicación a los sectores financieros, de seguros e inmobiliarios. También ha compaginado su actividad como economista forense con la de articulista y profesor universitario.
Viajero incansable y enamorado de la historia, siente predilección por escribir ficción histórica, a la que añade un magnífico complemento de acción, intriga y misterio. Ha publicado las novelas La caja almoneda, El mercader de Alejandría, La palma del indiano, Corocotta, el cántabro y Campo de la estrella.
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