La guerra por la independencia que llevó a la creación de casi veinte estados en las antiguas posesiones españolas en América, cortó la unión política, pero nunca la cultural. Los intercambios siguieron enriqueciendo la vida de los habitantes en las dos orillas del Atlántico. A fines del siglo XIX y hasta mediados del XX, los españoles contribuyeron a poblar aquellos territorios y construir los nuevos países. A fines del siglo pasado y en lo que va de éste, el flujo se ha invertido. Siempre han sido ciudadanos, que en un sentido o en el otro, han llevado la ilusión, la fuerza y las ganas de formar nuevas familias, sembrando con hijos las tierras que abrieron sus brazos a los recién llegados.
Los argentinos, centrando el foco en mi país de origen, hemos hecho sustanciales aportes a la cultura española y europea. Entre los “sudacas” ilustres surgen nombres como Borges, Cortazar, Quino o Gelman, en el cine o en el teatro millones de españoles han disfrutado con Alterio, Lupi, Sbaraglia, Campanella o Darín (de paso, recordar que Fernando Fernán Gomez nació en Perú y La Argentinita en Buenos Aires). Ni hablar de los insuperables Les Luthiers. En la música contribuimos con el ídolo mundial Carlos Gardel, hasta Calamaro, pasando por Palito Ortega, Pimpinela, Los Fabulosos Cadillacs, Fito Paez, Piazzola, Mercedes Sosa o Los Chalchaleros. Tampoco ha quedado la política exenta de la invasión argentina. Nos hemos infiltrado en partidos de todo el espectro político. Ortega Smith, Pisarello, Echenique y Cayetana. El trío Los Panchos con Eydie Gormé. Y ni hablar del fútbol. ¿Qué sería este deporte en España sin Di Stéfano, Maradona, Valdano, Simeone o Messi?
Y siempre nos hemos caracterizado por una modestia y una humildad que nos distingue. Aunque algunos fanáticos insisten que Dios es argentino. Exageraciones. Solo hemos llegado a ser su representante, el Papa. De momento.
¿Y qué pasa con Málaga? El máximo héroe de la independencia argentina, Don José de San Martín, era conocido en Buenos Aires como “el andaluz” por su acento malagueño. Su padre estuvo destinado como militar en esta ciudad, hasta cumplir el chaval 12 años. Además de concurrir a la Escuela Náutica Malagueña, aprendió a tocar la guitarra con cierta maestría. Posteriormente, luego de estudiar la carrera militar en Murcia, pasó varios años destinado en Cádiz. Fue ese pibe que rasgaba flamenco con su viola en el Perchel, el que derrotaría al ejército español y conseguiría liberar a varios países del cono sur, con un respeto por el vencido y una ética que no tuvo el otro grande de América. Para evitar un enfrentamiento inútil, le dejó su poderoso ejército y marchó al exilio. Un auténtico “boquerón” correntino. El más grande.
En las últimas décadas, atraídos por el delicioso clima y la hospitalidad de los malagueños, hemos caído del cielo como gotas de lluvia en esta bella ciudad. Ya estamos a punto de atorar las alcantarillas, y cada vez llueve más fuerte. Allá por los ochenta fueron los dentistas, luego los psicólogos, los monitores, los anestesistas, los socorristas, los futbolistas, los electricistas, e impregnando las calles con un aroma provocador, comenzaron a multiplicarse las parrillas argentinas, anunciando choripanes, asado de tira o vacío con chimichurri, milanesas y las famosas empanadas criollas.
En la cruzada colonizadora nos acompañan paraguayos, colombianos, cubanos, ecuatorianos y dominicanos principalmente, y en los últimos años los venezolanos empujan fuerte. Pero hay de todos los países, hasta brasileños, que los incorporamos de facto a la familia hispana.
Unos amigos, sentados en una terraza de la Plaza de la Constitución y después de unas cervezas, me sugirieron un par de cosas.
—Che flaco, porqué no le pedís al intendente de Málaga que te deje hacer acá una réplica del Big Ben, cambiamos el nombre de la calle Larios por Florida, la llenamos de manteros, ¡y estamos como en Buenos Aires, negrito!
—¿Conocés al capo del Málaga? Si cambian la camiseta por la de Boca, yo me lo chamuyo a Messi para que se venga unas temporadas, ahora que se pianta del Barsa, y ¡copamos la liga, loco! La bombonera ya la tenemos.
¿Cómo todavía no existe una lugar que nos permita compartir y difundir todo eso que nos une?
Andrés Montesanto, médico, escultor y escritor argentino, radicado en Málaga desde 1989.