Todo el submundo infernal del mercado de criaturas entra en el laberinto de esta novela negra llena de incógnitas. Llueve con justicia en la madrugada cuando suena el teléfono, muy privado, de Perry Mason. Suena rompiendo la música de la lluvia y el bueno del perspicaz abogado, duerme a pierna suelta. Y aquí por estas tierras del Sur, observamos con temor que la señora Ayuso pueda ganar las elecciones en Madrid. Y así, resucitar como música de fondo el Cara al sol de las montañas nevadas, versión siglo XXI con los caminos poblados de laureles. Situación que me lleva a refugiarme en la lectura de las buenas novelas policiacas como esta. Y aquí me encuentro metido en faena literaria con un título de Perry Mason, El caso del anzuelo con cebo -traducción de Albert Fuentes Sánchez-. A este le resulta extraño que a esa hora de la noche le llame su fiel secretaria. Es una voz de hombre. Le ruega como un rezo que tiene que hablar urgente con él esta misma noche. Todo es extraño misterioso, pero nuestro personaje acepta la petición. Además flota como promesa que cobrará con elegancia. Entretanto el interlocutor no suelta prenda de lo que encierra tanto secretismo e intriga de lo que tiene que exponerle. Y que no es otro que sobre ese mundo de la criminal de robo y venta de niños recién llegados a la vida, sin contar con el permiso de la explotada y humilde madre. Todo ese submundo infernal del mercado de criaturas entra en el laberinto de esta novela negra llena de incógnitas, que por cierto, me recuerda la novela de sevillano Juan Clemente Sánchez, La niña que nació sin cuerpo, que ocupa su espacio en las bibliotecas de medio mundo, y esa menesterosa telaraña con apetitos de ganancias de unos y otros despiadados. Cuando llega la mañana, una señora elegante y atractiva, según la describe Della, la secretaria de Perry Mason. Le comunica a su jefe que dicha señora desea verle para comentar un caso de una hermosa nieta que vive atrapada por el juego de la ruleta en un barco convertido en casino donde y ha firmado tres pagarés. La abuela quiere recuperarlos y en la pelea por conseguirlos van apareciendo los goznes de esta cadena. Entre los que también se encuentra el marido de la nieta, empeñado en ganar el pulso de tanto embrollo, conseguir los pagarés y el divorcio con su la mujer. Lo curioso es que la nieta también desea separarse. Un hombre sin nombre, el que llamó de madrugada, y una mujer enmascarada abordan a Perry Mason para contratar sus servicios. Lo tientan con diez mil dólares. Poco después de ser contratado, aparece el cuerpo sin vida de un hombre. Deberá entonces descubrir la identidad de sus clientes e investigar el asesinato para poder probar su inocencia. En un chalé donde han llegado Mason y Drake, jefe de una agencia de detectives, se encuentran con el cadáver de un hombre llamado Tiegs, que se convertirá en el eje central de toda la trama. A medida que avanzamos en la lectura la novela se nutre de personajes empeñados en descubrir quién lo ha asesinado, para poder todos presentarse como inocentes. Aquí los diálogos de unos y otros pasan por las manos de Perry Mason que también resulta ser sospechoso para el sargento díscolo de la policía, que arde en deseos de llevarlo ante el fiscal. Empeño que consigue cuando la altura de la narración adquiere una grandeza admirable de ese narrador invisible que habla y escucha. Una historia de tal contenido que el lector caminará sin descanso a ver en que termina toda esta situación. Pero la persona que ha cometido el asesinato no emerge hasta que la historia llega a su fin, lógicamente en las últimas páginas. Todo un magistral Perry Masón y su incondicional secretaria Della, a través de la escritura de Erle Stanley Gardner, que se merecen un gran aplauso. Mientras, tras la lectura corre las páginas de esta interesante melodrama, aquí quedamos esperando que llegue el día de las elecciones de la capital de España. Recemos. Puedes comprar el libro en:
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