Ese muro de Madrid que describe el autor y que está en el centro de la novela es un muro similar al que se construyó en Berlín durante la Guerra Fría. Una Guerra Fría que también vivieron esas dos Españas de la novela. Por un lado, tenemos al Reino de España, una monarquía democrática con Juan I como cabeza del Estado, un país lastrado por las fuerzas reaccionarias del ejército y de la Iglesia católica. En un hábil giro imaginativo Luis Prados se deshace de Franco en un accidente aéreo –en el bando nacional o rebelde hubo más generales que murieron en accidentes aéreos- y le da la presidencia del ejecutivo al líder de la CEDA José María Gil Robles.
Por el bando republicano es Enrique Líster el encargado de presidir la República Democrática Española (RDE). Una república de claro tinte soviético y antidemócratico. Esas dos Españas surgen porque en cierto momento de la Guerra Civil se llegó a un punto de estancamiento en el frente del Ebro, ambas Españas decidieron dividirse la península Ibérica a partes iguales. Se trazó una línea recta desde Navarra hasta Cádiz repartiéndose el territorio. Al oeste la monarquía y al este la república. Las dos Españas divididas por el simple trazado de una línea casi recta se terminaría convirtiendo en un muro en Madrid, ya que había un flujo constante de deserciones hacia uno y otro lado como sucedió en Berlín.
El muro de Madrid es una novela de posibilidades
Con este excepcional planteamiento que se asemeja mucho a la Alemania de después de la Segunda Guerra Mundial, Luis Prados de la Escosura plantea una novela de posibilidades. Lo que cuenta bien podría haber ocurrido ya que todas las decisiones que toma el autor sobre ese pasado hipotético tienen visos de verosimilitud. Se nota que tiene un profundo conocimiento de nuestra historia reciente y que ha querido jugar a su antojo con nuestro pasado, lamentablemente no es un juego del todo agradable porque el pueblo dividido en dos facciones malvive en dos posguerras que se asemejan bastante.
Luis Prados se muestra muy ecuánime con ambos bandos. Destaca más sus puntos negativos que los positivos, quizá porque se ha basado en nuestro propio pasado. Juega con los personajes históricos a su voluntad y algunos acontecimientos reales de nuestra historia son radicalmente transformados para que cuadren con el desarrollo de la trama, haciendo que la intriga durante toda la novela vaya en aumento y el lector se sienta imbuido por esa realidad literaria de tal forma que se queda atrapado en ella.
La historia de amor de los dos protagonistas, Fermín y Elena, va tomando cada vez más presencia. Estos Romeo y Julieta españoles tienen una relación muy curiosa donde el espionaje toma una buena parte del desarrollo de la novela. Uno trabaja para un comisario político, concejal de Seguridad de Madrid, y la otra para los británicos; ambos estamentos coadyuvaran para que puedan volver a juntarse de diferente manera. Las intrigas y las peripecias son varias y pasan desde el optimismo al pesimismo y viceversa. A mí me da la sensación que esta historia podría continuar porque el final de la novela es bastante abierto y merecería que siguiese su curso hasta resolver como se produciría la reunificación del país.
El libro me ha resultado tan atractivo que la única falta que le encuentro es que es demasiado breve. Me habría gustado que Luis Prados de las Escosura hubiese dado a su novela más enjundia y que hubiese tratado más temas. “El muro de Madrid” es una gran sorpresa literaria para este año sea o no distopía.
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