La poesía amorosa, y más concretamente la poesía erótica, no es fácil, por más que sea a la que se recurre habitualmente a la hora de expresar poéticamente nuestros sentimientos. Pero no es fácil. En estos campos literarios, sobre todo en la poesía erótica, se corre siempre el riesgo de caer en el estruendo o en la exageración. No es el caso de Yolanda Corell Almuzara que nos entrega en su poemario Desde dentro, un puñado de versos en los que late la pasión y la fuerza de ese amor que, alguna vez, cruzó por nuestras vidas. En la poesía de Yolanda la pasión amorosa se nos entrega dulce, sencillamente, pero a la vez con una firmeza sobria y elegante que convierte la relación amorosa en belleza. Sus versos, y no sólo los de carácter más erótico, tienen una capacidad evocadora que lleva al lector, nos lleva, hacia esos territorios donde la sencillez de las palabras dibuja el exacto contorno de su historia, de la vida. El deseo del ser amado, su ausencia, la añoranza de los momentos más intensos de la pasión, el desenfreno de los cuerpos, la piel recorrida o deseada del ser amado, son la expresión feroz de una poesía carnalmente anclada a la vida, húmeda y vibrante. Es un monólogo ardiente con el objeto del deseo, con el cuerpo del otro, lejano tal vez, tal vez a punto de sentirlo. Y por eso escribe Yolanda: «Soy todo eso que no ves. El chasquido del rayo en la tormenta. La rama crujiente de un árbol. Unos pasos subiendo la escalera. El agua de la ducha sobre el pecho».
Es la espera que se adivina impaciente y fresca, violenta y dulce. Para luego detenerse en el instante del amor como un fuego que arrasa con todo:
«Salvaje, como un huracán que va creciendo al ritmo de tus caderas sobre mí. Arrancando ropa y piel».
Hay una belleza que Yolanda consigue despertar en sus poema, en la piel del amado aún en los momentos de mayor soledad:
«Las manos te inventan, tu nombre revienta en los labios. Y yo solo puedo beberme, a solas, las ganas de ti».
Poesía de carne y sangre, de exaltación gloriosa de los cuerpos, escrita libre y certeramente. Sin miedo a las palabras que, en sí mismas, contienen ese casi dolor del deseo, del sexo como instrumento fiero del amor. Son los versos de Yolanda profundamente humanos, con la fuerza de los seres que se entregan al cuerpo del otro concebido como un paso necesario para la felicidad, para la vida. Instrumento de placer y de ternura. Yolanda dice que escribe para respirar. Y en este libro Yolanda escribe para respirar, para vivir, escribe porque necesita volcar en sus versos los sentimientos más cálidos que ha guardado y que, como dice el título, llegan desde dentro, como un barco de papel, navegando «donde la corriente quiera», como cantara su querido Joan Manuel Serrat. Dice el poeta Fernando Sarría en el prólogo que a Yolanda «la palabra escrita le sirve para abrirse en canal a los ojos de los que la leen». Y es verdad. El lector, a través de sus versos puede ver ese mundo interior, deslumbrante y humano y feroz y tierno de una mujer. Puedes comprar el libro en:
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