Fin de temporada narra la intensa relación entre una madre, Rosa, y su hijo, Iván, cuando sólo se tienen el uno al otro y no necesitan a nadie más. Pero también cuando la vida les pone en una encrucijada y no les queda más remedio que elegir entre afectos. Y, fundamentalmente, es una novela sobre lo que se deja atrás: ese campo quemado que acarrean las decisiones que, a veces, muchas, por desgracia, no pueden ser incluyentes.
Rosa sólo tuvo un amor en su vida y murió en un accidente de tráfico precisamente el día, a finales de los 70, en el que cruzó la frontera de Portugal para abortar en una clínica clandestina. A partir de ese momento, la madre huirá de todo y de todos para iniciar una vida limpia, fresca, como una habitación recién ventilada, sin ningún lastre del pasado, junto a un hijo que se convertirá en su único motivo para vivir. El lector conocerá ya en la adolescencia a Iván, este chico que existe pero que podía no haber existido y que se enamora y trata de que el amor por su madre y por su novia, Céline, convivan en armonía en el cámping que regentan Rosa y su amiga Mabel, otro corazón herido, otra criatura lastimada. Al principio todo, en la superficie, parece ir bien, pero el azar obligará a Iván a enfrentarse con un pasado y una familia de la que desconocía absolutamente todo y de golpe ese castillo de naipes que su madre había construido para él se derrumba, porque ésa es la cuestión: no eres el mismo si sabes unas cosas que si no las sabes.
El zaragozano Ignacio Martínez de Pisón ha escrito más de quince libros, entre los que destacan El día de mañana, Premio de la Crítica, o la inolvidable La buena reputación, Premio Nacional de Narrativa. Su pluma atrapa al lector desde las primeras páginas y a mí me resulta especialmente admirable su habilidad a la hora de diseccionar psicológicamente el alma de todos sus personajes, que acabas sintiendo muy cercanos y muy dentro.
Fin de temporada es una historia triste y dura que reflexiona sobre la intensidad de los lazos familiares, hasta qué punto los secretos pueden proteger o destruir, el sentimiento de posesión o el egoísmo, pero, sobre todo, es una novela existencialista: siempre hay que escoger, y cuando se escoge se descarta, y cuando se descarta se corre el riesgo de hacer daño, mucho daño. Los personajes de este magnífico relato habían llegado a uno de esos puntos en los que la vida te obliga a elegir y, por tanto, a renunciar.
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