Se realiza una deliciosa recreación de la arrolladora personalidad de esta mujer, ciertamente incomprendida en su época, por el shock que producía en ese momento histórico la brillantez de su idiosincrasia. Su talento era obvio, y detrás de todo ello se encontrará el ser fiel a sí misma. Esta obra nos retrotrae hacia el siglo-V de la historia de la Europa romana y su relación contra uno de los pueblos germanos más notorios de la Historia; es el de los godos, divididos en dos gentilidades: los del este u ostrogodos y los del oeste o visigodos; y finalizará sus días como una poderosa regente. La praxis de Magdalena Lasala en esta obra es conspicua, ya que en cada capítulo otorga voz narrativa a distintos personajes relacionados con la protagonista, por supuesto asimismo a la propia Gala Placidia, todos ellos los que le acompañaron a todo lo largo y ancho de su devenir vivencial. De esta forma se nos aproxima a los hechos históricos que le afectaron, pero también a sus pensamientos, a sus anhelos más paradigmáticos, y asimismo a todos los traumas, filias y fobias de aquellos seres humanos que estuvieron en la evolución de aquel imperio romano ya en su ocaso imparable. “No es cierto que la mujeres solo seamos monedas de cambio en los intereses de los hombres. No es cierto que no valgamos nada, ni que nuestro cuerpo sea indigno. (…) Debemos tomar nuestro destino con el puño cerrado y ejercer el poder que nos otorga nuestra circunstancia”.
Entre todos los personajes a los que se les reconoce voz y personalidad, en el influjo evolutivo de Gala Placidia, se pueden destacar varios de ellos: su madre Gala, su fiel Aradeia, un personaje ambicioso como Serena, la piedad prístina de la joven Melania, y Egeria la viajera, esta última una monja que desde la Gallaecia, en el occidente romano decidió, motu proprio, dedicar tres años de su vida en un viaje valiente y osado hasta la Palestina donde vivió el Hijo de Dios; de todo ello dejó escrito un manuscrito valiosísimo que se descubrió en el siglo XX. En todas sus cartas explica sus experiencias a sus hermanas del cenobio en el que era abadesa; y la Marina del epílogo. Todas ellas conforman una pléyade de mujeres de una importancia capital en aquel mundo romano que se resistía a considerarlas; de nuevo el mundo romano se rindió a ellas, y las aceptó aunque fuese con cierto cripticismo. También aparecen varones en la novela, provenientes de la propia historia en la que se basa esta narración. Se pueden destacar a cinco de ellos: los emperadores Honorio (en el Imperio romano de Occidente) y Arcadio (en el Imperio romano de Oriente), los godos Alarico I (370/375-410) y Ataulfo (¿372?-asesinado en Barcelona, 15 de agosto de 415), y el gran general romano Estilicón (359-Rávena, 22 de agosto de 408), aunque de origen vándalo.
Los godos serán capitales en sus incursiones contra los intereses de Roma. La obra se acerca, como era de esperar, a la vida íntima o privada de la propia Gala Placidia, exponiendo al hecho narrativo los secretos ocultos del palacio imperial, y los complots; también se destaca la exquisita formación cultural e intelectual de la emperatriz; siendo ella la base sobre la que se contempla este mundo pleno de mujeres fuera de serie. Este período de la narración de la novela es muy convulso, el magisterio narrativo de la escritora nos delinea tan fenomenalmente a todos los personajes, que flotan con sus vivencias susurrantes narrando todas sus experiencias vitales. “Gala Placidia se había convertido en consejera de Ataulfo, enamorado con todo su ser de esa mujer de mirada firme y palabras justas, misteriosamente bella y solitaria”.
Cuando Gala Placidia pase a mejor vida en aquél gélido noviembre del año 450, el gran rey de los hunos Atila penetra ya en Aquicum, una urbe en el extrarradio de la actual Budapest. Durante un año su caballería llevará a cabo un terror pleno de sangre y fuego por toda Italia; todo llegará a su final cuando el gran general Flavio Aecio (c. 396-454), asesinado por el emperador Valentiniano III, el vástago de Gala Placidia, y este a su vez eliminado por dos escitas llamados Optila y Transtila, ambos conjurados a sueldo del senador Petronio Máximo, praefectus urbi; derrote al huno en los Campos Cataláunicos. En este momento histórico: “La dinastía de Teodosio I el Grande se había extinguido”. La propia autora nos expresa claramente cuál ha sido la intención, al escribir esta novela-histórica extraordinaria: “Recrear la idea, personalidad y figura de Gala Placidia, una mujer que, a pesar de haber sido decisiva en su tiempo, más importante y crucial que muchos emperadores y otras emperatrices a lo largo de esos casi tres siglos..., siendo solo la firma impersonal de una mujer anónima, sin rostro y sin voz”. “Qui cum sapientibus graditur erit amicus stultorum efficientur similis”.
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