Para que luego digan que las redes sociales son cutres. Esta frase de Bernard Shaw, premio Nobel de literatura la he leído en Instagram: “Los políticos y los pañales deben cambiarse con frecuencia, ambos, por la misma razón”. Ni yo lo hubiera expresado mejor.
También te digo que lo peor no es que los políticos se enmierden llevándose la pasta a la buchaca, lo peor es que ya no sabes quién va de poli bueno y de poli malo. Esto pasa mucho con Pablo Iglesias. Cuenta la biblia progresista que bajando un día del monte Galapagar a Coslada, con las Tablas de la Ley en la mano, una secta ultra de saduceos le acosó y le increpó, pero el líder podemita, con una beatífica sonrisa, siguió su camino. Iglesias ahora es un hombre de paz que reniega de los escraches, ya no le parecen “jarabe democrático”. Rectificar es de sabios, tío. Tampoco necesitaba defenderse porque su férrea guardia pretoriana le protegía. No me extraña que se crean que nos chupamos el dedo.
Muy guay también la foto en la escalinata de Moncloa de las cuatro vicepresidentas rodeando al César Sánchez. Ningún gobierno del mundo (repito, del mundo) necesita cuatro vicepresidentes ni vicepresidentas. Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces. Eso sí, todos y todas con la mascarilla prescriptiva. Por supuesto. Y cuando quieran nos ponemos en la playa el capirote de los penitentes. Porque eso es lo que somos, tontos de capirote.
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