Estamos ante una obra de una calidad indubitable. Se realiza un acercamiento pormenorizado sobre la marina de Roma, casi siempre olvidada, o como poco en la reserva; pero en Miseno (Classis Misenensis) es donde se encontraba concentrada la flota, era la base naval más impresionante de Roma. Se establecería por primera vez, en el año 27 a.C. por Marco Vipsanio Agripa; el gran almirante y, mejor amigo, del Emperador César Augusto. Curiosamente es donde se gestó el complot del emperador Nerón para eliminar, físicamente, a su madre Agripìna la Menor. Se cree, equivocadamente, que los romanos huían del mar como de la peste; y solo por necesidades bélicas se acercaron al Mediterráneo, al cual denominaron como Mare Nostrum. Sobre todo el hecho se produjo cuando comprobaron, fehacientemente, que para derrotar a los cartagineses era, más que necesario, que tuvieran naves de guerra. El azar les iba a ayudar, Roma siempre tuvo a la fortuna de su lado. En una batalla, una nave de los púnicos embarrancó, y los ingenieros navales romanos pudieron copiar y mejorar al original cartaginés. A continuación consiguieron crear una fuerza naval inconmensurable, que les permitió invadir y dominar casi todo el orbe conocido. Roma, para muchos de sus estudiosos es el ejército de tierra, sus legiones; e incluso la caballería tiene poco predicamento entre los analistas del SPQR. Inclusive, los propios historiadores de la Antigüedad llegan a afirmar que a los romanos nunca les interesó el medio acuático, “…hasta que la necesidad de enfrentarse a la principal potencia naval del Mediterráneo occidental, Cartago, les obligó a ello durante la Primera Guerra Púnica, y cuando lo hicieron, solo su determinación les permitió obtener una esforzada victoria”. Pero, Polibio (Megalópolis, 200 a.C.-118 a.C.), tergiversa la realidad, motu proprio, ya que trata de enaltecer a su patrono Publio Cornelio Escipión Segundo Africano y Numantino, y su genocida hazaña de la destrucción de Cartago en la Tercera Guerra Romana o Púnica. En el momento de la primera gran conflagración bélica entre Roma y Cartago, los púnicos estaban a la cabeza de las potencias navales del Mediterráneo, y ni tan siquiera los experimentados atenienses habían podido rivalizar con los africanos en el mar. Aunque, ¡VAE VICTIS!, como la historia la escriben los vencedores, no sabemos lo que pensarían los púnicos sobre esta aseveración polibiana. Los escritores que narraron las glorias de Roma, tenían por virtud la necesidad de ensalzar las virtudes militares y políticas de la gran potencia del Lacio. “Lo mismo sucedió en cuanto al relato de la Primera Guerra Púnica, donde las constantes afirmaciones al increíble poder naval de Cartago frente a la ausencia de tradición marinera entre los romanos otorga aún más mérito a la victoria. Por supuesto, la grandeza del vencedor es tanto más importante cuanto lo fue el peligro que representaba su oponente, que acabó derrotado a pesar de todo”. Los romanos no estaban tan atrasados como para no poder defenderse de los púnicos en el mar, para ello desarrollaron el llamado corvus. Desde el ab urbe condita, la ciudad del SPQR está más que unida al agua. Rómulo y Remo fueron abandonados en el propio río Tíber. Para realizar un estudio sobre la Marina de Roma, existen muchos restos arqueológicos a estudiar, tales como puertos, astilleros, almacenes, e inclusive restos de naves; muchas de ellas formando pecios en el fondo de los mares. Se sabe que, en torno al siglo IV a.C., existían más de tres mil puertos operativos en el Mare Nostrum. También existían, en el propio Senado de Roma, inscripciones asociadas a monumentos navales, los notorios rostra, donde se recordaba cual era el motivo al que estaban dedicados. La Marina del SPQR no fue, por consiguiente, una especie de apéndice de las todopoderosas legiones, que paseaban su pilum por la Europa del momento. Pero es prístino en esta extraordinaria obra literaria, que los habilidosos hombres del Lacio llegaron a la convicción de que el Mare Nostrum debería ser efectiva y totalmente de ellos, “para asegurar la paz y conquistar su seguridad, para el vital comercio marítimo que abastecía de víveres a la gran Urbs del Tíber”. La gran Armada de Roma estaba conformada por una pléyade inmensa de medios logísticos y humanos para que sus esfuerzos llegasen a buen puerto; un cuerpo militar que tuvo una actividad de más de mil años, dominando todas las costas que regaban cualquiera de sus intereses políticos y militares. El propio autor reconoce, lo que le honra, que es la obra más ambiciosa a la que se ha acercado y enfrentado. Y, por supuesto, nos indica sin ambages, que el estudio es integral, desde sus inicios hasta la desaparición de la faz de la historia. El estilo narrativo, paradigmático, tiene mucho de novela histórica de prestigio. El autor manifiesta, paladinamente, que los romanos conquistaron el orbe conocido, por el preciso dominio del mar. Ya indica Marco Tulio Cicerón (Arpino, 3 de enero de 106 a.C.-Formia, 7 de diciembre de 43 a.C.), que: “El amo del mar es el amo de todo”. La obra comienza con la narración, con una cadencia lingüística, que remeda el gran poema sinfónico, “Pinos de Roma” de Ottorino Respighi (Bolonia, 9 de julio de 1879-Roma, 18 de abril de 1936). Para demostrar el magisterio del autor: “…No podía esperar para enfrentarse a Aníbal, el León de Cartago que tantos problemas había causado a los romanos…”. Recomendación sin titubeos. “Nihil novum sub sole, ET, Unus non sufficit orbis”. Puedes comprar el libro en:
+ 0 comentarios
|
|
|