Esta magnífica novela histórica narra unos hechos contrastados, sensu stricto, con una riqueza impresionante. Roma con mucha e inmerecida suerte ha conseguido derrotar a su gran enemiga, Cartago, ciudad fundada por fenicios tirios con el nombre de “LA NUEVA CIUDAD o QART-HADASH”. La genialidad de los Barcídas, Amílcar, Asdrúbal Janto y Aníbal el Grande, no pudo impedir la destrucción a posteriori de su civilización, que finalizaría en el crudelísimo genocidio de la denominada Tercera Guerra Romana o Púnica (149 a.C.-146 a.C.). El centro de toda la trama, que está plagada de personajes conocidas, y que aparecen hasta la saciedad en Tito Livio, Veleyo Patérculo, Polibio, etc., es uno de los genocidas mayores de la historia: Publio Cornelio Escipión Emiliano 2º Africano y Numantino (Roma, 185 a.C.-Roma, 129, a.C.), quien lloraría lágrimas de cocodrilo, mientras ardía hasta sus cimientos la bellísima Cartago en la Tercera Guerra contra Roma. También figuran los dos tribunos de la plebe más paradigmáticos de la historia: Tiberio Sempronio Graco (Roma, 162 a.C.-Roma, 133 a.C.) y Gayo Sempronio Graco (c. 154 a.C.-Roma, 121 a.C.), ambos Cornelia Grachorum, y asesinados por la oligarquía senatorial romana, hijos ambos del procónsul Tiberio Sempronio Graco (cónsul año 177 a.C.), personaje que estaba en todas las exigencias de los pueblos hispánicos prerromanos cuando firmaban tratados de paz con el SPQR, su ética y su dignidad eran proverbiales. Cornelia la Menor (c. 189 a.C.-110 a.C.), que era hija de Publio Cornelio Escipión Africano (Roma, 20 de junio de 236 a.C.-Liternum, 3 de diciembre de 183 a.C.) y de Emilia Tercia (c. 230 a.C.-163/162 a.C.), es la madre de los Graco. Otro personaje es Apio Claudio Pulcro (cónsul en el año-143 a.C.); y sobre todos ellos está el atrabiliario y autoritario censor por antonomasia de Roma, Ceterum censeo carthaginem delenda esse, el acrimónico Marco Porcio Catón el Viejo o Prisco o el Mayor o Sapiens (Túsculo, 234 a.C.-Roma, 149 a.C.). Las más de ochocientas hojas nos conducen a uno de los capítulos más turbios de la historia de Roma, como fue la destrucción púnica, que será en lo que me voy a centrar. Agilidad de los diálogos, rigor y conocimiento de la historia a narrar. “Se describían unos a otros toda la guerra como si estuviera desarrollándose ante sus propios ojos y adecuaban los gestos de su cuerpo a la fantasía de sus palabras. Parecía que veían a Escipión en las escalas, sobre las naves, en las puertas, en los combates, corriendo de un lado para otro. De este modo pasaron la noche los romanos”. El libro finaliza con planos-croquis sobre Cartago, Roma, y el árbol genealógico de la familia Escipión, Graco y de Emilio Paulo, tan emparentados entre sí. “…Mi permanencia en Cartago garantiza que, con la ayuda de los dioses inmortales a los que tanto venero, finalice el sitio de la ciudad y la arrase con hierro y fuego. Antes he tenido que tomar Megara, obstruir el puerto y destruir por fin Nepheris después de veintidós días de asedio. Solo ha hecho falta constancia, disciplina y orden, todo lo cual faltaba hasta mi llegada…Te pido también que consagres una víctima adulta a Júpiter Óptimo Máximo y otra a Marte por mi victoria en Cartago. Pronto recibirás nuevas noticias. Todo está preparado para el asalto final. Si Catón viviera, sonreiría”. En la primavera del año 146 a.C., Cartago debe ser destruida, y comenzará el asalto final. Los generales defensores de la urbe púnica son: Diógenes de Cartago, defensor de la ciudad de Nepheris-Nefer, principal lugar para el abastecimiento de Cartago; y Asdrúbal el Beotarca (siglo II a.C.), nieto del rey Masinisa de Numidia (c. 238 a.C.-c. 148 a.C.) por parte de madre, pero púnico por su nacimiento y por su progenitor masculino. Aquí se cita el nombre, Salambó, como el de su valerosísima esposa, y de sus dos hijos, Magón y Hannón, degollados por su madre y los tres se arrojarán al fuego del Templo de Eshmun para inmolarse, en contra de los anhelos de Roma de cogerlos prisioneros. “Se tomo (en Cartago) la decisión de mantener la resistencia a cualquier precio, no porque quedara ya esperanza alguna de salvación, sino porque preferían que su patria quedara destruida a manos de los enemigos que a las suyas propias”. Safat, miembro del Consejo de los Cien, será el encargado de negociar la paz y el final de la matanza, que se está produciendo en la colina de Birsa. El diálogo es de un mérito excepcional, por cómo se dibuja a los personajes, pensando, probablemente, que esas fueron las reacciones de ambos. Emiliano acepta perdonar a los veinticinco mil ciudadanos todavía supervivientes, pero exige la entrega de los desertores, unos novecientos, incluyendo algunos romanos, estos no podían esperar la más mínima piedad del romano. El 14 abril es el día final de la existencia de Cartago. La narración de la rendición de Asdrúbal y de Bitia, los dos generales cartagineses, con el subsiguiente suicidio de Salambó y de sus dos hijos, es de un dramatismo fuera de serie, un climax narrativo que hace de la novela una gran narración final de un drama inexplicable e inaceptable entre Roma y Cartago. “-Lleváoslo-susurró en referencia a Asdrúbal, ahora completamente tirado sobre el pavimento con la vista perdida, incapaz de reaccionar de manera alguna”… “Polibio afirmó con la cabeza, pensando que era difícil encontrar una declaración más sensata y realista en un momento de éxito inconmensurable”. Novela magnífica, que merece figurar entre las mejores sobre esta época. “Ut ab ómnibus eum iniuriis dignitas concessa defendat”. Puedes comprar el libro en:
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