Su nueva novela es una historia que el autor nacido el Tudela tenía muchas ganas de narrar. Al haber estudiado la carrera de veterinaria en Zaragoza conoce a la perfección la ciudad y la idiosincrasia de sus gentes. En ella nos cuenta una perturbadora historia que sucede en la posguerra española, una posguerra que duró muchísimos años. La historia se desarrolla en la mansión de una familia acaudalada que tiene un cierto ambiente británico, donde dos clases sociales conviven en una misma casa, pero que pese a ello no se interrelacionan mucho. En la entrevista, Carlos Aurensanz nos da algunas claves sobre su nueva obra, las demás las tendrá que descubrir el lector en el libro. “El tejido de los días” es su séptimo libro y en esta ocasión no es una novela histórica. ¿Se ha cansado del género o se ha tomado un descanso como hizo cuando publicó “La puerta pintada”? Esta es una historia que quería contar. Tras la primera trilogía que había ocupado seis años de trabajo sentí la necesidad de hacer un paréntesis con la incursión en un género que me permitiera mayor libertad narrativa. Tras “La puerta Pintada” vinieron dos nuevas novelas históricas. En “Hasday, el médico del Califa” me adentraba en la cultura judía. En la última, “El rey tahúr”, di un alto temporal al siglo XII y al reino de Navarra. En ambos casos el proceso de documentación fue exigente. “El tejido de los días” ha representado un nuevo paréntesis antes del regreso a Córdoba en la época del Califato en el nuevo proyecto que ya tengo entre manos. Por cierto, vuelve a los años de la posguerra. ¿Qué atractivo literario tiene para usted esa época? Siempre me he sentido atraído por la Guerra Civil y la posguerra españolas, una época convulsa y compleja, llena de posibilidades literarias. Siendo muy joven cayeron en mis manos, de manos del repartidor del Círculo de Lectores, novelas como “Por quién doblan las campanas” de Hemingway o la trilogía de José María Gironella (“Los cipreses creen en Dios”, etc.). Después vino el ensayo, con los grandes hispanistas británicos (Gabriel Jackson, Paul Preston, Hugh Thomas… Y el aforismo “conocer es querer” hizo el resto. ¿Le ha afectado la pandemia para la publicación del libro? Sí, se ha retrasado la publicación de otoño a primavera porque la declaración del primer estado de alarma y el confinamiento ralentizaron de manera notable la maquinaria editorial. Sin embargo, en este sector el teletrabajo es posible y provechoso, y se ha ido recuperando el ritmo con celeridad. Supongo que la labor de documentación habrá sido más sencilla que cuando aborda temas históricos. ¿Cuánto ha tardado en documentarse y qué fuentes ha utilizado? Esta es una obra de ficción y en ese sentido no ha sido preciso llevar a cabo un proceso de documentación exhaustivo como en el caso de las novelas históricas, aunque he buceado en temas concretos como el estraperlo y el mercado negro, la organización social en la autarquía franquista, etc. Sin embargo, la documentación de detalle ha resultado más compleja que en aquellas. A cada paso surgían dudas que era necesario resolver: ¿había penicilina en un hospital de Zaragoza en 1951? ¿La calefacción en una gran mansión de la época era aún de carbón o ya se instalaban las primeras calderas de fuel oil? ¿Qué línea de tranvía había que tomar para llegar al cementerio? ¿Qué películas había en cartelera la primera semana de septiembre de 1953? ¿Contra qué equipo jugó el Real Zaragoza el día que los dos amigos protagonistas deciden ir a ver un partido? ¿Cuánto costaba una entrada de cine, un billete de tranvía o un ejemplar de TBO? ¿Qué serial radiofónico podría escuchar el portero en agosto de 1950? Miles de detalles que había que resolver sobre la marcha durante el proceso de escritura. Las hemerotecas, los archivos fotográficos y los trabajos publicados sobre la época me han resultado de gran ayuda. ¿Y cuánto en escribir el libro? ¿Cuál es su proceso de elaboración? El proceso de documentación, la estructuración de la novela, la incorporación de las distintas tramas y subtramas hasta dar forma al esbozo inicial me suele llevar la mitad del tiempo entre dos novelas, que viene a ser de dos años. Normalmente, cuando empiezo a escribir dispongo ya de un esquema por capítulos en el que, a grandes trazos y en unas pocas líneas, incorporo lo que se ha de contar en cada uno, incluido el capítulo final. El proceso de escritura en sí consiste en revestir ese armazón, incorporar material, modelar, hasta que la novela toma su forma definitiva. ¿Por qué un escritor navarro cómo usted ha escogido a Zaragoza como escenario? ¿Cuáles son sus lazos con la ciudad? Soy navarro por nacimiento y residencia, aunque mi ascendencia es aragonesa. Mi familia paterna es de Zaragoza y la materna es de Teruel. Además estudié los cinco años de Veterinaria en la Facultad de Zaragoza, y allí conservo buenos amigos. Pero la razón fundamental es que la historia en que se basa la novela transcurrió en realidad en Zaragoza. ¿Cómo surgió la idea de escribir “El tejido de los días? ¿Se ha basado en algún recuerdo familiar o personal? Sí, el núcleo fundamental de la novela es la peripecia vital de una persona, hoy anciana, que conozco muy de cerca. Antonia—este es su personaje—había empezado a “servir” a los doce años, y con quince llegó a Zaragoza para engrosar el servicio de una familia acomodada de la ciudad. El patriarca—Monforte en la ficción—había accedido a apadrinar a un joven prometedor del pueblo donde radicaba uno de sus negocios mineros y a sufragar su formación en el seminario. A cambio, Antonia, su hermana, entraría a trabajar al servicio de su familia hasta que el joven completara sus estudios y fuera ordenado sacerdote. El destino de la muchacha era acompañar a su hermano hasta el pueblo que le fuera adjudicado, para atender sus necesidades y la de sus padres ancianos y ocuparse de las tareas cotidianas en la casa parroquial. "Las mujeres protagonistas, de muy distinta manera, van a intentar escapar al destino que esa sociedad, sojuzgada por el nacional catolicismo imperante"La protagonista Julia llega a Zaragoza, viuda y embarazada. ¿Cómo era aquella España para una mujer solitaria y sin familia? Aunque todo en un principio debía girar en torno a Antonia, Julia fue adquiriendo una importancia creciente a lo largo del proceso de gestación de la novela. Las posibilidades del personaje se hicieron patentes enseguida, hasta el punto de que terminó por robarle el protagonismo y ocupar la imagen central de la portada. Su peripecia es la de una joven sola que trata de abrirse camino sin un hombre a su lado, en una sociedad que tenía reservado para cualquier mujer tan solo los papeles de esposa y madre. Tanto Julia como Antonia son mujeres que, de muy distinta manera, van a intentar escapar al destino que esa sociedad, sojuzgada por el nacional catolicismo imperante, les había adjudicado de antemano. ¿Tiene la novela un interés en mostrar una vida de superación personal? No exactamente, en todo caso no era un interés preconcebido. Tal vez ese sea el resultado, pero el interés inicial era más bien mostrar las dificultades, las dudas, también la culpa que asaltan a las protagonistas a la hora de romper con los roles esperados, de manera más activa en el caso de Julia, de forma más pasiva y reticente en el caso de Antonia. ¿Es la primera vez que su protagonista absoluta es una mujer? Sí, varias mujeres en realidad. Ya había dado relevancia notable a algunos personajes femeninos (Teresa y Carmencita en “La puerta pintada”, María y Blanca en “El rey tahúr”, por ejemplo), pero en este caso son ellas quienes llevan las riendas de la trama, aunque personajes como Andrés y Sebastián, incluso Monforte, el villano, resultan también imprescindibles para el desarrollo de la historia. En algunas de las primeras reseñas ha aparecido el término “coral”, y creo que esta vez no va desencaminado, pues son más de una docena de personajes relevantes los que “tejen sus días” para dar forma a la novela. ¿Le ha sido más difícil elaborar un personaje principal femenino que sus típicos guerreros de Al Ándalus? En realidad los protagonistas guerreros terminaron con la trilogía Banu Qasi. Después han ocupado ese puesto un médico judío o un escultor franco y las mujeres han ido ganando presencia. En este caso no he sentido una especial dificultad al dibujar personajes principales femeninos, aunque serán los lectores quienes valoren si el resultado es acertado, creíble y de interés. ¿Qué podemos aprender de aquellas mujeres de la época de tan larga posguerra? Vivieron la guerra en su niñez y la juventud en plena posguerra, entre cartillas de racionamiento, besos censurados y los terribles consejos de Elena Francis. El primer atisbo de libertad solo llegó a tiempo de ser disfrutado por sus hijas, la generación que ha gozado de las mejores condiciones de vida de nuestra historia. Y al llegar a la vejez, el destino les tenía reservado un año de confinamiento y separación de los suyos. Fortaleza, resiliencia, capacidad de adaptación y sacrificio son notas que las describen bien. Háganos un retrato de esa sociedad de posguerra. Las imágenes de la época reflejan una sociedad tan gris como la carbonilla de las calderas que tiznaba aceras, fachadas y adoquines. El país, sumido en la autarquía, no se había recuperado aún de los estragos de la guerra, y la escasez era la norma para la mayoría. La carestía estaba provocada en parte por el gran estraperlo, en manos de una reducida élite favorecida por el régimen que gozaba de una situación de privilegio tras haber ganado la contienda. Las diferencias sociales se convertían así en un abismo, con una minoría enriquecida y adinerada que convivía con la gran masa todavía en condiciones de miseria. La uniformidad era la norma porque el disenso no era posible, las estrictas normas morales impregnaban las leyes y las costumbres, la censura campaba a sus anchas y las imágenes del NODO eran la verdad oficial. En medio este panorama, el baile, el paseo de los domingos, los seriales en la radio de válvulas, el cine y las cantinas eran la válvula de escape.
¿Es ésta su novela más costumbrista de las que ha escrito? Sin duda, y además me he detenido en la recreación de aquel modo de vida que, a través de las hemerotecas, los archivos fotográficos y los recuerdos de nuestros mayores se puede reconstruir sin demasiada dificultad. Gran parte de la novela se desarrolla en el espacio cerrado de una casa familiar de los Monforte. A usted, le gustan más los ambientes abiertos y campestres. ¿Cómo se ha adaptado a estos nuevos escenarios? La mansión de los Monforte es el escenario donde confluyen todos los personajes de la novela: el adinerado prohombre y su familia, el nutrido servicio que se mueve en las partes menos nobles de la casa y también Julia, cuyo negocio de costura le abre las puertas de este pequeño universo. Y es entre los muros de este edificio noble donde se oculta el secreto que al final de la novela ha de salir a la luz para derribar todas las certezas y cambiar las vidas de quienes lo habitan. ¿En qué se diferencia esta novela de sus otras obras? En realidad tiene muy poco que ver con el resto de mis novelas si exceptuamos “La puerta pintada”, que se desarrolla en un periodo temporal similar. Son dos novelas que he escrito llevado por la necesidad de romper con la exigencia de rigor histórico y de desarrollar una historia con auténtica libertad narrativa, pura ficción, sin estar constreñido por la obligación de ser fiel a los hechos reflejados en una crónica. En dicha vivienda vemos que hay una dualidad social, por un lado los señores potentados y por otro los trabajadores del servicio. Muy al estilo británico. ¿Cómo ha reflejado esos dos mundos tan cercanos y a la vez tan dispares? Así es, todos los que tenemos cierta edad recordamos aquella magnífica serie de la BBC llamada “Arriba y abajo”. Y he de decir que durante mi primera infancia me tocó vivir una situación similar, desde “abajo”, por lo que no me ha resultado difícil reflejar las situaciones, las sensaciones, las complicidades y también los recelos que se establecen entre ambos estamentos en una convivencia de este tipo. Una novela suya sin misterios o intrigas no tendría su sello. ¿Qué secretos guarda Julia, si se puede contar? Julia llega a Zaragoza viuda y sola, pero tiene un pasado que el lector desconoce y que poco a poco, a fuerza de confidencias con su nueva amiga, Antonia, se irá desvelando. Pero el verdadero secreto se oculta en la mansión de los Monforte y ambas lo desconocen. Cuando salga a la luz se desencadenará el drama, los aparentes equilibrios con que se desarrollaba la existencia entre sus habitantes saltarán por los aires y ya nada volverá a ser igual. Para finalizar, me ha gustado la mención que hace de aquel popular programa radiofónico de doña Elena Francis. ¿Ha buceado en sus recuerdos para rescatar a este icónico personaje, que también guardaba muchos secretos? Sí, se trata de una herramienta que he utilizado para reflejar la situación de absoluta sumisión de las mujeres en aquella época. Los consejos de la supuesta e inexistente “señora Francis” son un retrato sociológico de la época, a la altura del “Manual de la buena esposa”, o de los repertorios de consejos de los “directores espirituales” que se difundían en los confesonarios. Por suerte se conservan grabaciones de aquellos programas y muchas de las cartas con sus respuestas han sido recopiladas y publicadas recientemente. Todo un testimonio de una época felizmente superada. Puedes comprar el libro en:
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