La poesía siempre busca un lugar donde anidarse, donde posar su ala protectora, soñadora o transgresora. Esta vez he visto la luz en la poesía del chileno Tito Figueroa Valdés, Titolaire. Sus poemas me han cautivado desde el primer verso porque logra provocar en el lector una pluralidad de emociones intensas. En una cofradía poética y apostando a su gran poesía, les comparto el prólogo que escribí a su primer libro publicado en Amazon Kindle, “Poemas destilados”. Espero dejarles, sin traicionar su grafito, una muestra general de esta fascinante poesía. Prólogo
Poemas destilados
“Para ver un mundo en un grano de arena y un paraíso en una flor silvestre, sostén el infinito en la palma de la mano y la eternidad en una hora.” William Blake, Augurios de inocencia
La imaginación sobre la razón, como proponía William Blake, y una aguda belleza siniestra, como decantaron los poetas malditos, son paradigmas de este extraordinario libro del poeta chileno Tito Figueroa Valdés, Titolaire. Poemas destilados es un libro para degustar lentamente. La poesía se elabora aquí como la bebida más venerada de todos los tiempos. El poeta fabrica cuidadosamente sus poemas y nos adentra a una poética del delirio y la razón. ¿Cuánto tiempo tarda un poema en destilarse?, ¿con qué materia prima se fermenta?, ¿a cuántos grados por volumen?, ¿en qué barril de la memoria fueron añejados? ¿Quién es este poeta? ¿Por qué beber su poesía? Estas preguntas y otras se contestan entre imágenes y metáforas en el libro cuyas divisiones y títulos de los poemas nos dan pistas de la osadía de una voz que destila poesía. El libro está dividido en tres capítulos: “El gentil arte de hacer enemigos” (20 poemas), “46 grados macerados” (18 poemas) y “Poemas famélicos” (35 poemas). En cada parte, los poemas son sustancias volátiles que se evaporan solo para adentrarse en el cuerpo del lector y producirle un estado de ebriedad poética. Cada palabra, cada verso, cada estrofa, cada poema son estaciones en donde repensar la historia, la existencia y el desequilibrio de las cosas. Esta es una poesía que te hará vibrar, reír y hasta subvertir tanto el dolor como la esperanza. El primer capítulo del libro, El gentil arte de hacer enemigos, comienza y termina con una advertencia al lector, “Warning I” y “Warning II”. A modo de aviso, el poeta informa y juega con el lector-consumidor porque la poesía puede ser un “objeto” peligroso para su salud. Si le hace daño leerla, ya está advertido: “¡Yo vengo a revolver el gallinero!” (Warning I). De esta forma, el poeta compromete al lector desde el inicio a embriagar su alma de poesía con todos los riesgos que conlleva, pero también con sus beneficios. Este capítulo abre el cuerpo textual del libro que hará un recorrido por distintas instancias de la vida. El poeta, cual Dionisio, puede inspirar locura y provocar éxtasis al lector más inocente. Y aunque está pensada para cualquier tipo de lector, sea amante o no de la poesía, quien goce de ingenio, de un humor sarcástico o sea un activo lector, sin duda, podrá “sacarle punta” a sus versos. Es una poesía que seduce e interpela constantemente al lector:
[…] tú, hermano lector, orador mundano,
falso profeta autonombrado en tierras de posmodernidad agripada,
arqueólogo del futuro, bufón del presente que apostó sus privilegios,
ven a planear como un cóndor, a arrastrarte cual pitón,
a nadar como un delfín;
juega a lo chimpancé
en la belleza del ocaso,
este es el comienzo del infinito […]
“Warning I”
En el segundo capítulo del libro, “46 grados macerados”, no tan solo el poeta juega con la metáfora de la temperatura en la que está destilada esta poesía, sino que te invita a extraer de ella lo mejor, su parte soluble. Es en este capítulo que aparece por primera vez de forma explícita Titolaire, el alter ego lírico del poeta, quien con tono burlón e irónico no cesa de apuñalar la amada realidad. Este es el sujeto lírico, es en ocasiones el antagonista de Tito Figueroa Valdés. Titolaire, como Baudelaire, aletea y escribe para que sus poemas se muevan, cual flaneur en el tiempo. Y ello mueve al lector también vertiginosamente por laberintos extraños en donde la poesía de pronto es oscura y densa, y luego incandescente y ágil. En este capítulo, Tito Figueroa le da un nuevo giro a los poetas malditos como Baudelaire, Rimbaud, Dino Campana, Charles Bukouski y Roque Dalton. Titolaire los evoca, los trae a la mesa de la poesía, se embriaga con ellos, pero termina construyendo una poesía distinta y renovada. Ahí radica, para mí, una de sus grandezas y la aportación de esta poesía a Hispanoamérica. No tan solo los poetas malditos participan en el imaginario de una poesía “etílica”, sino que de la voz del poeta se escapa en ocasiones la ternura y el amor, sin dejar a un lado la angustia y la devastadora tristeza cercana a un César Vallejo o Miguel Hernández. Es una poesía que muestra la intensa relación entre el poeta y el poema, entre el poeta y la poesía, entre el poeta y sus circunstancias. Por otra parte, Titolaire, igual que Walt Whitman, tiene una relación simbiótica con su país que se manifiesta, inevitablemente, en sus versos y reiterado malestar. Una sociedad devastada por sus incongruencias lo llena de rabia, frustraciones y tristeza, pero sin perder el humor.
[…] De mi boca sale mi alma perdida
y río, río, río,
como el Wasón descontento
y recojo los pedazos de mi cuerpo
en un Chile demasiado largo,
escribo mi descontento
en tu cara risueña de falsas alegrías
en un equinoccio perverso.[…]
“Equinoccio”
Poemas destilados es un texto lleno de intertextualidades literarias, que no tan solo alude a poetas significativos para Tito Figueroa, sino que hace referencia a eventos particulares en la vida de algunos de ellos. Por ejemplo, en “El poema quemao”, el primer verso, “Santa pierna de Rimbaud”, alude al terrible incidente que el poeta sufrió y en el poema “Dino toca la Campana” es obvio el juego de palabras con el nombre de ese poeta. Las alusiones directas a su vida, su música preferida, bandas y cantantes favoritos, series y películas están en todo el libro, pero se destacan en el segundo y el tercer capítulo. Todas las intertextualidades marcan los gustos, vicios y placeres del sujeto lírico. Sepa que nada está dicho al azar. Cada cuestionamiento, cada espina atinará a tocar nervios y susceptibilidades sociales. En el tercer capítulo, Poemas famélicos, nos adentramos a la parte más extensa del libro. Poemas que si padecieran de “hambre”, sería solo del hambre de ser leídos. Son poemas densos y de una temática variada y provocadora como toda esta poética. En este capítulo, el lector hallará poemas, expresiones, temáticas y reiteraciones semánticas y sonoras que no debe pasar por alto porque atraviesan el texto. Por ejemplo, se reitera la idea de que la muerte es una dama puntual y de que el señor oscuro es una deidad ejemplar que salva al poeta del bien. He aquí su crítica mordaz a las creencias dogmáticas y al pensamiento conservador. Por otra parte, el poeta reanuda en este capítulo su bélico debate con la vida y la muerte, su cuestionamiento al tiempo y su relación indisoluble con la poesía y el lector:
Yo quiero quel tiempo se mida en canciones,
quel silencio sea la belleza del oído.
Yo no escribo para mí
yo escribo para el lector
y me leo para mí,
como el más puto lector,
eso poeta es casi amor.
“Patrañas”
Titolaire es un poeta marinado de poesía, inmerso en un verso libre que lo desborda. Un poeta capaz de morir por la poesía y en ella, que no deja de pensarla, sentirla e imaginarla:
El poeta siente tanto, tanto como piensa,
así tanto, tanto, tanto,
que en su imaginación fecunda como un sátiro dios
se precipita a ser un antihéroe.[…]
[…] y así el fuego de tanta vida lo mata,
y la poesía, su fiel testaruda compañera,
junto a su pipa y desfondada botella
a la vida lo regresan.[…]
“Yo siempre veo el vaso medio vacío”
Esta poesía también se nutre de chilenismo y de palabras coloquiales para implosionar los versos con metáforas impensables y a la vez verosímiles. Además, de esta forma recupera y honra, indirectamente, la voz del mapuche y toda su grandeza y valentía sin olvidar las desgracias que lo han marcado. Con respecto a la inherente relación del poeta con su país, este logra contrastar sus emociones con la flora y la fauna de un Chile que nostálgicamente desea recuperar; uno guerrero y combativo, como sus antepasados. De otra parte, es curioso e interesante que la única poeta mujer destacada, y a quien se le dedica un poema, sea la chilena Stella Díaz Varín, la Colorina, a quien llama “mujer de cobre ardiente”. En Poemas destilados se proclaman el carpe diem como opción irrefutable de vida y el nihilismo como pensamiento filosófico imprescindible. Se destacan también, en su temática heterogénea, elementos de la naturaleza, como la noche y el ocaso; ideas abstractas como el ocio, la nostalgia y la tristeza; su postura ante el feminismo, el machismo y las perversiones; y su audaz personificación de la muerte, la soledad y el tiempo. Para Tito Figueroa Valdés, la poesía es una montaña rusa, y así lleva al lector dado su singular humor, sarcasmo y profunda sagacidad. En este poemario, la voz lírica golpea las palabras, maldice, putea, manda a la mierda y se burla de todo lo que lo signa, lo amarra y lo entorpece. Figueroa Valdés es un poeta de la oscuridad delirante que nos sorprende con su brillante verso impío y acogedor. Es un poeta en el que no cesa ni se agota el juego alucinante con las palabras y su sentido. Muestra de ello son algunos de los títulos de los poemas y la forma en la que escribe algunas palabras, por ejemplo: per-versos, con cierto, mea burro, entre otras. Es imposible sintetizar la grandeza de este poemario en un prólogo. De hecho, citar los poemas puede hasta entorpecer la singular cohesión de su verso delirante y magistral. Porque un verso puede hacerte vibrar de pasión y el próximo puede incomodarte o hacerte reír sin parar. Su lectura es un intenso viaje de los sentidos, es un vértigo hipnotizador, porque juega con el lenguaje y sus significados, con las expresiones populares propias del cono sur y con la poesía. Es visceral: la sientes por todo tu cuerpo sin explicaciones lógicas. Además, no deambula por el poema coloquial o narrativo ni cursi o trillado, tampoco utiliza las figuras retóricas sin sentido cual circunloquio absurdo en el que no se dice nada. Esta poesía habla, no para de hablar. Es murmurante. Te susurra o te quiebra el oído. Te cautiva y te destroza. Es punzante porque abre la piel, la desangra, se burla y luego mira incrédula hacia otro lado. Es conmovedora y también te hace dudar. Cada poema dice más de lo que eres capaz de leer, no te fíes. El grafito del poeta Titolaire es profuso, duro y crudo, como la vida. Tito Figueroa Valdés alambica su poesía a través de un verso subversivo y burlón. Así que, “curioso lector”, “hermano lector”, nos hallamos ante un poeta que por su aguda y embriagante poesía, no tengo duda de que el tiempo inmortalizará.
Tania Anaid Ramos González, Azula Puerto Rico
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