Ni los mejores artistas de la pista, trapecistas, payasos o focas amaestradas pueden superar una buena bronca parlamentaria o una manifa salvaje de antifas. De Wuhan, al Capitolio, pasando por Buckingham Palace y hasta en lo más castizo de Madrid, el mayor espectáculo del mundo está servido. Ahora mismo cualquier político es una bomba de relojería. O sea, un chollo, tío. Sabes que en algún momento la va a cagar y te hace unas audiencias estratosféricas. De momento está petando Inés Arrimadas. Seguida muy de cerca por el ministro Marlaska practicando running en su nueva cinta de tres mil euros que pagamos tú y yo. Disfruta el vídeo, es inenarrable, que diría la Díaz Ayuso. Solo con esto ya hemos cubierto la semana y nuestra sed insaciable de escándalos, soponcios y patatuses.
Pero si no fuera suficiente con nuestra basura autóctona podemos restregarnos con la del vecino. Es lo que tiene este globalismo depredador y caníbal. Meghan Markle, después del pifostio que ha montado, está a punto de convertirse en el icono feminista del papel cuché. No me sorprende. Lo cutre sería que actuara de mujer barbuda en el circo mediático.
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