Si sobre la Guerra Civil se han escrito muchos libros, pocos tienen tanto interés como el que hoy nos ocupa. Francisco José Jurado narra con pulso firme y a ritmo de novela negra los hechos ocurridos en la batalla más famosa de dicha guerra. La narración tiene también mucho de novela de espías y la intriga desborda cada una de sus páginas. En la entrevista, el autor cordobés nos desvela sus motivaciones para escribir la novela y nos da una serie de claves imprescindibles para gozar de una narración tan fantástica como la que cuenta, pero todo con un cierto marchamo de realidad. “Dos mundos en guerra” es su tercer libro publicado tras “Benegas (Almuzara, 2009) y “Sin Epitafio” (Algaida-Anaya, 2015). Ha saltado ahora de la novela negra a la ficción histórica. ¿Por qué se decidió a dar este paso? Básicamente, porque cada historia, cada narración, tiene un modo y manera de ser contada. Y era evidente que unos hechos acaecidos el 30 de octubre de 1938, durante los días más duros de la batalla del Ebro, necesitan del género histórico para ser contados. No obstante, Javier, creo que en esta novela conviven varios géneros; pues pivota sobre un hecho de corte fantástico, como fue la presunta invasión extraterrestre contada por H.G. Wells en “La guerra de los mundos” y novelada para la radio por Orson Welles; y también al ser una novela sobre el frente, sobre los soldados, tiene un claro componente de novela de aventuras... Y también tiene mucho de noir. ¿Ha sido su intención dar ese tono negro a su novela? Cierto, tiene mucho del género negro porque, como verán los lectores, en la trama central es fundamental un asesinato cometido años atrás – el de una famosa antropóloga norteamericana, amiga de Frida Kalho y de León Trotsky - , en la ciudad de Méjico D.F, cuyas consecuencias les explotan en la cara a los protagonistas en pleno frente del batalla. Imagino que, como escritor de novelas negras, es inevitable que algo quede cuando te cambias a otro género. La narración discurre en apenas 24 horas. ¿Es premeditado ese marco temporal para dar más misterio y acción a su libro? Totalmente. La acotación temporal es clave. Para el misterio, para la acción trepidante de los servicios de espionaje y para la resolución. Esta pregunta es muy importante, y debo explicarla a los lectores. Ten en cuenta una cosa, Javier; la novela nace de una premisa básica: el 30 de octubre de 1938, el Ejército Nacional rompe las defensas republicanas en el Ebro, destroza sus líneas y, de proponérselo, la guerra hubiera acabado ese mes. O semanas después, como mucho. Sin embargo, cuando los tienen “a punto de caramelo”, los combates se detienen y el frente se paraliza. La pregunta es: ¿por qué? ¿Por qué en una guerra tan terrible como la nuestra, cuando tienes al enemigo ya vencido, no lo rematas y, sin embargo, todo se paraliza? Eso me llamó mucho la atención. He investigado y analizado documentos y partes de guerra. Las razones que se dan son muy lógicas: llovió mucho ese día, los combatientes estaban exhaustos, no había suministros suficientes de comida o munición… todo ello es posible. Pero, me dije: y si la razón estuviese muy lejos del Ebro, muy lejos de España, en realidad. En concreto, en Nueva York, pues esa noche del 30 de octubre de 1938, Orson Welles radió su teatro “La guerra de los mundos” (de ahí el título de novela allí). Esa emisión causó el terror global en EE.UU. De costa a costa, desde Boston a Los Ángeles, con huidas en masa, suicidios… Y acto seguido me pregunté: ¿qué habría ocurrido si las estaciones de radio-escucha republicanas en los Pirineos, y las estaciones nacionales del Cantábrico hubiesen captado una parte de esa emisión? ¿Habrían paralizado los combates hasta comprobar que la presunta invasión extraterrestre era verdad…, o una patraña? Y ahí empieza la novela. Pero…, obviamente, esa situación de confusión y terror duró 9 horas. Por eso la novela debe transcurrir durante ese tiempo. Cuando se empieza a intuir la verdad (o sea, que no nos estaban invadiendo los extraterrestres), se produce un giro, y entran en escena los servicios secretos soviéticos y nazis; que utilizaron nuestra contienda como un campo de experimentación de cara a su enfrentamiento posterior en la II Guerra Mundial. Ha necesitado utilizar varios flash-back para que se comprendan mejor los hechos ocurridos. ¿Ha querido contextualizar esos hechos narrados? Siempre es necesario contextualizar los hechos. Siempre. Aunque el periodo histórico que trato sea muy conocido (si bien es cierto que estos hechos no han sido aún estudiados por los expertos ni por los historiadores), hay que trasladar y ambientar al lector en la época histórica en la que nos vamos a sumergir. De lo contrario, se corre un riesgo que me parece terrible. Terrible e injusto: y es juzgar esa época – o cualquiera, la Edad Media, las guerras napoleónicas… - con los criterios y comodidades actuales. Eso es una cobardía intelectual que no me parece de recibo. “Dos mundos en guerra” se desarrolla durante la Batalla del Ebro. ¿Cómo llegó a sus manos los hechos que narra en el libro? Bueno, me gusta mucho la historiografía militar – la historia de las batallas -, fundamentalmente del siglo XX. Conocía muy bien la batalla del Ebro, en sus pequeños y grandes detalles; pero cuando, además, me di cuenta de que coincidía en el tiempo con la dramatización de la radionovela de H.G. Wells y de que existían algunas lagunas temporales aún no estudiadas por los expertos, se me encendió esa lucecita que llamamos “el hecho literario”. Al comienzo del libro, avisa al lector que los hechos narrados son fidedignos. ¿Qué ha cambiado de ellos? He cambiado todo lo relativo a la pregunta: «¿qué hubiese pasado si las estaciones de radio-escucha republicanas y nacionales hubiesen captado la emisión de Orson Welles?». Esa es la clave argumental de la ficción. De lo que puede ser posible, pero no es del todo seguro. Porque eso es lo que NO sabemos si ocurrió o no. Pudo haber sido…, o no. Todo lo demás: localizaciones, personajes intervinientes en ambos bandos, unidades de combate, estudio de los servicios secretos; emplazamiento de los frentes…, todo eso es real; completamente histórico y documentado. ¿Fue difícil documentarse para escribir la novela? ¿Cuánto tardó en el proceso? Pues, sí; la verdad es que fue un proceso complicado. Sobre todo, al principio, pues no se me permitió acceder a determinados archivos. En fin…; dejémoslo ahí. Y además fue un proceso largo, sí. Varios años. Hasta que, poco a poco, como si fuese un puzzle, fui armando la trama argumental y las distintas subtramas. Las Brigadas Internacionales se retiraron, casi en su totalidad, días antes del día en que discurren los hechos que narran. Uno de los protagonistas, el cabo Jeffrey Henderson, fue uno de los que no partieron. ¿Por qué dejó al cabo americano perdido en el Ebro? Henderson se queda en el Ebro porque no tiene otro sitio adónde ir. Es un transterrado. Como ocurrió con muchos brigadistas alemanes, checos, húngaros… A Henderson nadie lo espera en los Estados Unidos, nadie se acuerda ya de él. Este es su lugar en el mundo. Él mismo lo dice en uno de sus diálogos con su alter ego en el ejército Nacional, el teniente Martín de Mendoza: “Mira Martin (él lo llama así, sin acento): aquí es dónde están mis amigos. En el Ebro. Vivos o muertos, de acuerdo; pero están aquí. Así que aquí me quedo yo. Con ellos”. “En la Guerra Civil se dio una cierta camaradería entre ambos bandos, más allá de las consentidas por el mando”En uno de los flash-back se va a la batalla del Jarama. Allí Henderson conoció al alférez nacional Martín de Mendoza y - si no se hicieron amigos -, por lo menos, sentían aprecio el uno del otro. ¿Hubo muchos casos de esos en la batalla del Ebro? Quiero creer que sí. Al menos es un tema que da mucho juego literario, ¿verdad? Pero supongo que, aunque se daría en algunas ocasiones, no sería posible una cierta camaradería entre ambos bandos, más allá de las consentidas por el mando; como, por ejemplo, el intercambio de tabaco por papel de fumar (es sabido que cada bando tenía de una cosa, pero le faltaba la otra), o la entrega de correspondencia de la familia o de la novia, que también solían dársela de una trinchera a otra si los soldados eran de la zona en la que se desarrollaban los combates en ese momento. Correspondencia convenientemente censurada, debo decir. En la trama ha manejado muchos personajes reales con otros de ficción. ¿Son ambos protagonistas personajes reales o inventados? Tanto el teniente Mendoza como el cabo Jeffrey Henderson, que son los dos protagonistas principales, son totalmente inventados. Y luego están otros dos personajes muy importantes, que son los jefes del espionaje soviético (Pavel Markoff) y del espionaje nazi (Kurt Keller), que también son producto de mi imaginación. ¿Qué le resultó más difícil, pergeñar a los personajes históricos o a los ficticios? Los ficticios, sin duda. Ten en cuenta, Javier, que ellos son el motor (y la gasolina) de la trama ficcional, de lo que va a enganchar al lector. Y aunque la idea motriz de la novela pueda ser muy potente, si no te crees a los personajes que van a llevar el peso de la historia, pues entonces nunca te vas a creer esa historia. Por eso, en mis tres novelas siempre he intentado que los personajes tengan solidez, cuerpo. Y perspectiva; esto es, que vayan creciendo en la narración. Por ejemplo, en “Dos mundos en guerra”, quiero reflejar la evolución psicológica de los protagonistas, de los combatientes. Esto no es una novela de la retaguardia, del sufrimiento y la represión tras las líneas. No. De esas ya hay muchas. Esto es una novela del frente, de soldados y de espías. Y los protagonistas van cambiando. No sé…, de un inicial idealismo ingenuo, conforme va pasando el tiempo y las miserias, pasan al escepticismo; luego a un cierto hastío, quizás a una amarga aceptación de que nada tiene remedio y sólo se trata de sobrevivir un día más… En definitiva, que cada personaje tenga recorrido. En la acción que mueve la novela y también en su interior. En su cabeza, que es donde cada uno de nosotros libramos nuestras guerras particulares. En la trama de la novela mezcla los hechos ocurridos en el Ebro con la emisión radiofónica de “La guerra de los mundos” que emitió Orson Welles por la radio estadounidense RKO. ¿Qué importancia tuvo esta emisión para los servicios de inteligencia de ambos bandos? En la novela es fundamental. Es la espita que abre una cascada de acontecimientos – unos reales y otros inventados -. Cuando el Alto Mando republicano y el Cuartel General del ejército nacional captan la emisión en inglés realizada por Orson Welles en la RKO, llaman a dos personas que sepan ese idioma para que les traduzcan qué diablos está pasando en los Estados Unidos. Unos llaman al cabo Henderson – que es norteamericano – y los otros al teniente Mendoza – que habla inglés porque estudió comercio en los EE.UU -. Ambos ya se conocían desde el Jarama, como bien has dicho. Y ahí empieza la trama literaria y ficcional de la novela. O sea, como no me gusta hacer spoilers, pues hasta aquí puedo leer. En esos momentos, la trama del libro da un giro hacia una novela de espías. ¿Qué importancia tuvieron tanto el Servicio de Información Militar (SIM) republicano como el Servicio de Información y Policía Militar (SIPM) nacional en el desarrollo de la batalla y de la guerra en general? Al principio de la guerra, durante el año 1936 y principios del 37, el servicio de espionaje del bando nacional fue decisivo porque, situado estratégicamente en el Mediterráneo – desde Marsella a las Baleares, y de ahí al norte de África -, alertaba por radio a la Marina Italiana de la llegada de buques ucranianos y checos con armas para la República. Obviamente, esas armas eran decomisadas por el Duce. Aun así, durante los dos primeros años de guerra, las redes de espionaje de ambos ejércitos eran muy básicas. De hecho, me he encontrado en los archivos una frase de un agente soviético que resume perfectamente el estado de la cuestión: “¡cuando llegamos, los servicios secretos de la República española no es que fuesen un colador…, es que eran los agujeros del colador!”. Precisamente para solucionar esos problemas llegaron agentes como Kurt Keller, que es un obersturmführer del SD (servicio secreto de las SS) y Pavel Markoff (comisario del NKDV, o sea, del KGB). Y, a partir de ahí, ya hablamos de otra cosa, claro.
Por la novela discurren espías como Kim Philby, Alexander Orlov o Ferrer Llopis. ¿Se ha sentido atraído por el trabajo que realizaron durante la guerra civil? Sí, es que es inevitable. Además, en una guerra (y en la vida ordinaria también) es fundamental contar con buena información y desorientar al contrario. Quien maneje mejor información tiene un tanto por ciento muy alto de la victoria ya conseguido. Philby y Orlov son dos mitos; dos genios del espionaje y de la contrainteligencia. Es imposible no sentirse atraído por tipos así. También nos encontramos con militares de ambos bandos como los tenientes coroneles Juan Modesto o Líster, por parte republicana; o los generales Vigón y Yagüe, por parte nacional. En las conversaciones que mantienen entre ellos, cuánto de realidad hay? O ¿son en esas charlas donde más ha entrado en juego su imaginación? En esos diálogos no hay nada de realidad. Son completamente ficticios. Ahí he dejado correr mi imaginación, como tú dices. Si bien es cierto que he intentado reflejar en eso diálogos la personalidad real de cada uno de los intervinientes. Por ejemplo, Líster era muy buen conversador y amante de la gastronomía, incluso en pleno frente de batalla; Modesto era más duro y adusto; Yagüe era campechano y llanote…, y he procurado que cada personaje novelado hablara como lo habría hecho la persona de carne y hueso. En la novela hay muchos diálogos. ¿Dónde se siente más cómodo en los diálogos o en las descripciones? En los diálogos, sin duda. Eso quizás sea una reminiscencia del escritor de género negro que también soy. Los diálogos son importantísimos, bien para caracterizar al personaje, para progresar en la acción, para plantear posibles líneas de fuga argumental... Para mí, son claves. Hay muchos personajes deambulando por la obra. ¿Estamos ante una novela coral? No te voy a decir que no, porque es verdad que hay muchos personajes y cada uno de ellos – aunque no aparezca en demasiados capítulos – desarrolla un papel importante en el engranaje de la novela. En el triple engranaje; ya sea en la trama principal de la emisión de la radionovela - convertida luego en trama de espionaje -; bien en la subtrama del crimen ocurrido años atrás en Méjico D.F. y que tiene dramáticas consecuencias para algunos personajes durante la batalla. Ahora bien, dicho esto, creo que los protagonistas principales son el teniente Mendoza y el cabo Henderson. Y luego, en un escalón inferior, Pavel Markoff y Kurt Keller. También hay una pequeña historia de amor protagonizada por Claire. ¿No podría faltar un romance de este tipo en la novela? Hombre, aunque esta es una novela del frente, de la trinchera, siempre viene bien endulzar una situación terrible como es la guerra con un poco de amor. Pero, además, es que la relación amorosa entre Martín de Mendoza y Claire Deveréaux – al igual que la de Jeffrey Henderson con su exnovia, Meredith - me ha servido para algo muy importante: dotar a esos personajes que se conocen en el Jarama de un pasado, hacerlos carne de sufrimiento, pues son amores muy complicados los dos. Además, como descubrirán los lectores, ese pasado va a incidir con mucha fuerza en el presente, en plena batalla. Para terminar, uno de los capítulos del libro la llama «El tercer hombre». ¿Homenaje a Graham Greene o a Orson Welles? Ja, ja, ja. ¡Lo has pillado! Sí, a los dos, claro. Además, fíjate, Graham Greene vivió en el lago Leman, en Suiza, muy cerquita de donde nació Claire, una de las protagonistas. Puedes comprar el libro en:
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