Estamos ante un libro siempre polémico, porque el personaje de que trata lo es, y yo creo, modestamente, que hasta en esto está sobrevalorado. Todo ello venido desde la Castiella dependiente de Lleón. ¿Cómo es posible que la madre de Rodrigo Díaz pudiese viajar, ¡en pleno siglo XI!, hasta Vivar, estando la Curia Regia, de la que formaba parte su esposo, en la urbe imperial legionense?, ¡sorprendente!, desde mi otra profesión, que es la de médico; aunque no existe ningún tipo de reivindicación legionense cidiana en la capital imperial del Regnum Imperium Legionensis. La primera sorpresa anhistórica, culpa del maquetador, me la llevo en la página 40, figura-10, sensu stricto, “Mutatis mutandis. ‘Durante el reinado de su padre, Fernando I, Castilla se impuso como potencia hegemónica,…, como sobre el resto de reinos cristianos’”. Idem, eadem, idem en la figura-2, Sancha y Fernando I (este nunca fue rey de Castiella, pág-7, sino Imperando el conde Fernando en Burgos. Lo que indica, rigurosamente, el prof. David Porrinas en la página-6) son Reyes de León, y no de Castilla y León (de León y de Castilla o viceversa), ya que esta fórmula sería el engendro autonómico. La titulación regia del monarca, es primero como Rey de León, y solo en un diploma de San Pedro de Cardeña, Castiella figura por delante. Si así fuese no recibiría Alfonso VI el Reyno de León y el título imperial, que hasta su hermano Sancho II de León y de Castilla reconoce: “Imperando el príncipe Sancho en Burgos, y mi hermano el emperador Alfonso en León”. Sancho II se coronará como REY DE LEÓN, casi manu militari, en la Catedral de León, y ni hasta Zamora se acuerda de Castiella. Ya el prof. García Fitz en su prólogo indica la no existencia de la jura de Santa Águeda, ya que los rasgos y actuaciones históricas cidianas no tienen nada que ver con el mito. Y, mientras esto ocurría, el Aula Regia Legionense en Babia. Mi humilde convicción sobre Rodrigo Díaz de Vivar es que es un condottiero, de inferior calibre a Geraldo Sempavor o a Mercadier, entre otros de mayor o menor enjundia. Una vez leída esta magna obra, enjundiosa como pocas, de unas 400 páginas; debo agradecer a mi amigo y admirado prof. David Porrinas el trabajo cidiano realizado, exhaustivo y riguroso como pocos, aunque debería haber algo más de León; ya que yo creo que la Alta-Y-Plena Edad Media leonesa y castellana son antagónicas. Es curioso como la historia ha ayudado al personaje, que pasa a mejor vida en 1099, y Ricardo I Corazón de León Plantagenêt de Inglaterra estará sub altare Dei en 1199. El siglo XI es una época de grandes cambios en Europa, ya que algunas enfermedades han sido evitadas, y los recién nacidos pueden superar su peligrosa infancia. La rotación agrícola trienal resultó ser bastante eficiente, y la dieta se vio enriquecida. El caballo se convirtió en el animal de labranza por antonomasia. La guerra cidiana se realizará en forma de asedio contra castillos, y cabalgadas de tipo predatorio. Las razzias de los mahometanos contra la Corona de León y sus condados dependientes son paradigmáticas. “De ese condado procedieron nobles como Raimundo y Enrique de Borgoña, casados con Urraca I de León y Castilla y Teresa de Portugal, respectivamente, ambas hijas del emperador leonés Alfonso VI, desposado, a su vez, con otra noble borgoñona, Constanza”. En la titulación oficial de la reina de León no figura Castiella-Castilla para nada: ‘Urracha imperatrix Legionis’. La existencia histórica de Rodrigo Díaz se pone de relieve cuando se le vincula al trono legionense de Fernando I, y luego al de su primogénito Sancho II en Burgos. El estudio realizado por el Dr. David Porrinas sobre los orígenes familiares y sociales cidianos contiene todos los datos exigibles a un cuadro genealógico correcto y riguroso; estuvo emparentado con la monarquía imperial legionense, lo que incrementa la enjundia de su linaje. En la corte de León las mujeres-SEÑORÍO DE MUJERES, no son un simple adorno, ya que el papel de la reina Sancha, titular efectiva del reino, es esencial, y sus hijas así darán fe de ello. Rodrigo de Vivar ya es escudero-armiger y primer caballero de Sancho II. Cuando este soberano reprueba el testamento paterno, y consigue, desde mi análisis histórico, con malas artes cidianas, el Reino de León, tras vencer con puntos suspensivos en Llantada y, sobre todo, en Golpejera. “A Alfonso, León, el título imperial y los atributos adeudados por la importante taifa de Toledo. A todas luces, Fernando mostró en su testamento cierta predilección hacia este hijo. Es posible que viera en él a su más digno sucesor, al más capacitado para ejercer un dominio peninsular que él mismo desplegó hasta su muerte”. Desde ahí, Sancho II de León se dirige hasta la fortaleza inexpugnable legionense de Semurah-Zamora. El calificativo de asesino para un héroe leonés como Vellido Dolfos, que defiende a su señora, no es compartido por los leoneses ni en esa época ni ahora. Alfonso VI, mucho menos rencoroso que Rodrigo Díaz, aceptará al castellano. La Historia Roderici lo refiere: “Después de la muerte de su señor el rey Sancho, que lo crio y tanto lo amó, el rey Alfonso lo recibió con honores por vasallo y lo tuvo a su lado con gran amor y distinción. Le dio por esposa a su sobrina doña Jimena, hija de Diego, conde de Oviedo, del cual engendró hijos e hijas”. La boda por el Fuero de León otorgaba a la esposa algo más del 50% de las posesiones patrimoniales del marido; aunque en Castilla solo el 10%. En el año 1079, el Rey de León envía a Rodrigo a la taifa hispalense de Al-Mutámid, para apoyarle contra el régulo de Granada; sea como sea se produce una batalla en Cabra, “una gran matanza y destrucción del ejército del rey de Granada, tanto de musulmanes como de cristianos, hasta que todos, vencidos y desordenados, huyeron de la presencia de Rodrigo”. La Historia Roderici falsea la historicidad del hecho, ya que no creo que fuese bien o mal recibido en una Castiella inexistente al margen de León; por lo que sería en el Aula Regia Legionense donde no sería bien recibida su actuación. El rey de León aceptó las críticas cidianas de García Ordóñez y Rodrigo sería extrañado. Se dirige a Zaragoza, y se pone al servicio de un anciano Al-Muqtadir, destacado estudioso de las ciencias y de la astronomía; tras su muerte estará a disposición del heredero Al-Mutamín. En el año 1086 se producirá el desembarco andalusí de los fanáticos almorávides, comandados por Yusuf ibn-Tasufín, reclamado por los taifas andalusíes, aterrorizados por la caída de Toledo en manos del emperador leonés: “Tez morena, estatura media, delgado, poca barba, voz dulce, ojos negros, nariz aquilina (…) cejas muy juntas, cabellos crespos (…) Era valiente, decidido, majestuoso, activo (…) generoso, bienhechor, desdeñaba los placeres del mundo, austero, justo (…) modesto hasta en su forma de vestir. Por muy grande que fuera el poder que Dios le otorgó, solo se vistió con lana excluyendo cualquier otro tejido; se alimentaba de cebada, carne y leche de camella, ateniéndose estrictamente a esos alimentos hasta su muerte”. A partir de ahora comienza la parte más interesante de esta obra fuera de serie, sobre uno de los nobles, nunca llegó a ser conde, más importantes del Pleno Medioevo hispano, y que se refiere a su conquista de Valencia y las nuevas relaciones que mantendrá con el emperador Alfonso VI de León. Tras la derrota alfonsina en Zalaqa, 23 de octubre de 1086, Rodrigo Díaz es requerido por el monarca de León, enviándole a cobrar las parias de Al-Qadir de Valencia; siendo el gobernante de facto de la urbe, un pariente próximo del Cid llamado Alvar Fáñez de Minaya, quien con Pedro Ansúrez y García Ordóñez es el triunvirato genial del soberano leonés y ejecutores de sus planes expansionistas. Para mantenerse en el poder, Qadir, se vio obligado a subir los impuestos, lo que generó rebeliones sin cuento; de todo ello se aprovechará Alfonso VI. Sea como sea, el emperador de León envía a Rodrigo a Valencia con la misión de que Qadir pueda salvar su trono. En esta urbe Rodrigo permanecerá sin moverse, acompañado de sus mesnadas, ya que tiene el cuidado de evitar una intervención de otros enemigos próximos, tales como el régulo mahometano de Lérida, el conde Berenguer Ramón II de Barcelona, etc. Al-Mustain de Zaragoza intentó obtener ganancia en el río revuelto valenciano, aprovechándose del hecho de que Rodrigo no está en esa ciudad y ha regresado a la corte legionense, en el invierno de 1087-1088. Pero, en la primavera de 1088 retornará el Campeador a Valencia, y, a partir de este momento comenzará su leyenda, que debe leerse en esta obra magnífica que recomiendo vivamente y sin ambages. “Timeo Danaos et dona ferentis. ET, Labor omnia vincit”. Puedes comprar el libro en:
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