Después de su paso por el Certamen de Novela Histórica de Úbeda para presentar su anterior novela “Lloran las piedras sobre Al Ándalus”, nos sorprende con una nueva novela histórica, en está ocasión sobre un personaje que tiene más de mito y leyenda que de veracidad histórica, Guzmán el Bueno. Juan L. Pulido consigue con su obra poner en su justo lugar al defensor de Tarifa. En la entrevista, el autor sevillano nos da muchas claves históricas sobre el suceso de la daga. ¿Cómo surgió su interés por la figura de Guzmán el Bueno? Es una figura que siempre me ha interesado, como fundadora de la más potente casa nobiliaria española, que ha logrado perpetuarse hasta el presente. Además, su leyenda no necesita encomio; es una figura que brilla por sí misma. En Andalucía occidental te topas con él a cada paso: en Sevilla, en Sanlúcar, en muchos topónimos. Casi toda esta zona pasó a ser de su señorío. Hasta ahora sus novelas se han desarrollado en los siglos XII y XIII. ¿Qué es lo que apasiona de ese periodo histórico? Creo que esa época constituye un periodo durante el cual estuvo en juego lo que ahora somos, como españoles. Las cosas han discurrido de una determinada manera, pero muy bien podría haber ocurrido de otra forma. Pensemos, y comparemos, con lo que ha ocurrido más al este, en Turquía. La reconquista pudo haber fracasado, o pudo no completarse. La existencia de un estado musulmán en la península pudo haberse consolidado. Si no ocurrió así fue por la firme determinación de nuestros abuelos, liderados por figuras históricas como Pérez de Guzmán. En este periodo, la historia y la leyenda caminan juntas. La geografía física, política y humana de la Andalucía actual se constituye en esta época. También suelen ser novelas que solemos denominar de frontera. ¿Por qué ese interés por la Reconquista y sus luchas en esa raya que divide dos culturas tan diferentes? Todas las zonas fronterizas tienen un gran atractivo literario, porque son áreas de conflicto, de lucha por la supervivencia. En particular la frontera andaluza constituyó durante casi trescientos años un lugar de muerte y miseria, donde nadie en su sano juicio querría habitar. ¿Quién venía a poblar esta zona? Los desesperados que no tenían otra opción, para conjurar el hambre. O los penados, como alternativa a la horca. Cientos vinieron acogidos al “Privilegio de homiciano”. Y aquí solo podían sobrevivir bajo el amparo de un caudillo fuerte, de un señor fronterizo; los reyes de Castilla no les podían proteger. Y de ahí surge el poder de las casas señoriales andaluzas. ¿Ha influido el vivir en Cádiz para investigar sobre la historia de Guzmán el Bueno? Por supuesto. Cádiz es una ciudad donde la historia se palpa a cada paso. Lo mismo ocurre en buena parte de la provincia, que, además, tiene una geografía particularmente interesante; abrupta, salvaje. Y, como he dicho, en Andalucía occidental, en Cádiz en particular, te topas con él a cada paso: En Tarifa, sobre todo, pero también en Sanlúcar, Vejer, Chiclana, Medina Sidonia… todo era suyo; porque solo él podía proteger la tierra y a sus habitantes de los intentos de los musulmanes por recuperar lo que perdieron en la época de la conquista del rey Fernando III. ¿Cuánto tiempo ha dedicado a investigar la figura del Guzmán el Bueno? No sabría decirle, porque no siempre tengo claro cuándo germina una idea y, mucho menos, cuándo ese embrión crece. Mientras estoy escribiendo una novela ya estoy tomando notas y apuntes para las siguientes. Ahora mismo me ocurre eso. Podría conjeturar que la idea tomó forma definitiva en el verano de 2017. Pero me rondaba en la cabeza desde mucho antes. ¿Cuánto ha tardado a escribir el libro? Es muy difícil de precisar, acaso imposible, porque yo escribo cuando puedo, no cuando quiero. A salto de mata, en periodos de vacaciones, noches insomnes o fines de semana. Y con frecuencia estoy escribiendo varios borradores a la vez hasta que, llegado un momento, uno alcanza el grado de madurez necesario y entonces ya abandono los demás y me centró en él. También me ocurre que abandono una idea durante un tiempo, y después la retomo. “La historia es también protagonista; especialmente en esta novela, donde se reflexiona sobre la fiabilidad de los documentos que nos han llegado”¿Es fundamental recrear bien el tiempo de los hechos para una mejor comprensión de la trama? Depende de lo que el autor esté buscando. En mi caso, yo no busco solo contar una historia en un contexto histórico. Para mí, la historia es también protagonista; especialmente en esta novela, donde se reflexiona sobre la fiabilidad de los documentos que nos han llegado. Por tanto, la recreación del contexto histórico es fundamental en el tipo de obra que yo quiero lograr. ¿Se conoce realmente Guzmán el Bueno o ha habido más ficción que realidad en torno a él? Como ocurre con tantas otras figuras, es aparentemente bien conocida, pero se sabe muy poco de él. Trazos de la leyenda han circulado desde antiguo, pero de sus hechos políticos y de armas, sobre todo de su participación en las guerras civiles castellanas, casi nadie sabe nada. ¿Mito, leyenda o historia? Sobre un poso histórico bastante fiable, se han añadido elementos legendarios a la figura, tanto espontáneos, fruto de la imaginación popular, como alentados por la Casa de Medina Sidonia, que fomentó el encumbramiento del fundador. Todos conocemos la historia del puñal y su hijo. ¿Fueron los hechos tal como conocemos? Así nos ha llegado por diversas fuentes. No hay motivos para dudarlo, ni manera de demostrarlo, más allá de la fuentes. En "Guzmán el Bueno. El señor de la frontera", este episodio no es de mucha trascendencia, casi pasa de puntillas por él. ¿Por qué ha optado en hacerlo así? Desde el punto de vista literario, yo no pretendo recrear la verdad, algo imposible incluso para el historiador, sino crear un relato verosímil; lo que me preocupa es la verosimilitud. Me parece más verosímil el relato que he compuesto, que no resta un ápice de valor al enorme sacrificio realizado por el protagonista, un sacrificio que parece probado que se produjo. ¿Estamos más ante una novela histórica o de aventuras? Cada vez tengo menos claro la diferencia entre los géneros literarios. Durante los últimos años, he tenido ocasión de hablar y de reflexionar sobre ello, de preguntarme ¿lo que yo hago es novela histórica o historia novelada? Al final, la literatura desarrolla siempre los mismos temas: el hombre y sus pasiones. Todas las historias están ya contadas, de manera que lo que hace el autor es adoptar una determinada perspectiva estructural y formal. En mi caso, como ya he dicho, la historia no es solo un marco o un recurso literario, sino un elemento fundamental del relato. No es una novela de aventuras, en el sentido clásico. Con todos mis respetos para las novelas de aventuras; no es lo que pretendo crear. Por lo general, mucho de lo que se presenta como novela histórica es una novela de aventuras con telón de fondo histórico, que puede estar muy bien, pero que resulta un poco repetitivo: se repite, al menos, desde los tiempos de Walter Scott. La biografía del Guzmán es deslumbrante por sí sola, no necesita que se añada poesía a sus hazañas. Tengo la impresión en que cada vez la historia tiene menos importancia en su historia y más la ficción. ¿Es así? Esa misma impresión tengo yo. En mi primera novela me encontraba muy apegado al documento, a la fuente histórica. Me permitía muy pocas licencias. El resultado era de una lectura y comprensión más difícil. Poco a poco me he ido aligerando de esa “atadura”, y creando más ficción. Pero me resulta muy difícil, porque yo tiendo a darle más valor al elemento histórico que al literario, tanto en lo que leo como en lo que escribo. Tengo que hacer un esfuerzo para “domar” a la bestia analítica que llevo dentro, para dejarme arrastrar a las seductoras aguas de lo puramente literario. ¿Se abusa de la historia en las llamadas novelas históricas o historias noveladas? No sabría decirle; en mi caso, me parece evidente que yo sí he tendido a “abusar” en ese sentido, por los motivos que acabo de contar y porque a mí me interesa mucho la información histórica. Pero parece evidente que así se llega a un número bastante menor de lectores. Yo me nutro mucho de las opiniones que me llegan de las personas que me leen. A todas las escucho con atención, porque para ellos escribo. No para mí mismo, ubicado en una urna de cristal o en una isla desierta. Al final, creo que de lo que se trata, o al menos lo que yo pretendo, es lograr un adecuado equilibro entre el componente histórico (que tiende a la objetividad) y el elemento literario (completamente subjetivo). ¿Pretende huir de esas historias noveladas? Por ahora sí; no sé en el futuro.
Para terminar, la novela está narrada en primera persona. ¿Prefiere esta voz a la de un narrador omnisciente? En este caso es un recurso literario para acentuar la subjetividad del relato; para dejar claro desde el principio que se trata de una visión de una determinada persona. No tengo preferencia por una u otra voz. Empleo una u otra dependiendo del objetivo que persiga en cada obra. Emplear un narrador omnisciente es más fácil a la hora de componer el relato. Y suele facilitar mucho la lectura. Es cierto que este tipo de narración tiene muchos detractores. No quiero entrar en batallas sobre teoría literaria; al final, la obra es buena o mala o regular, sea cual sea la perspectiva empleada por el autor. Hay obras excelentes, pese a que el narrador sea omnisciente, y obras muy malas narradas en primera persona. Y ha escogido al judío Zag ben Yuçaf Barchilón como narrador. ¿Por qué está elección? Por el enorme interés y admiración que me suscita la cultura judía y, en particular, la judeo-española. Un componente esencial de nuestra historia, no siempre bien comprendido y valorado. Suele hacerse referencia al importante elemento islámico de nuestra cultura, indudable, pero no tanto a lo que debemos al mundo sefardí. ¿No podía faltar una voz distante entre los dos pueblos antagonistas de la historia? Me ha parecido que, empleando un narrador judío, su perspectiva ganaba en neutralidad. Cristianos y musulmanes han luchado durante cientos de años por el predominio político en la península, en Europa, en el mundo. La historia no es un relato de buenos y malos, sino de poder. Al final, en España se acabaron imponiendo los cristianos. Que no eran ni mejores ni peores que los musulmanes: trataban a los miembros de otras creencias de acuerdo con las costumbres y leyes de la época. Lo mismo hubiera hecho los judíos si hubieran sido ellos poderosos. Cristianos y musulmanes despreciaban por igual a los judíos. De la misma manera que se odiaban y despreciaban entre ellos. Por eso, la visión de un narrador judío puede ser considerada sino enteramente imparcial, al menos más ecuánime respecto de unos y otros. ¿Va a continuar escribiendo novelas históricas de esta época o va tratar otras? Por ahora, le voy a dar un respiro a la Edad Media. Siempre tengo en la mente varias ideas, que quizás germinen. Pero ninguna tiene que ver con la edad media. Posiblemente, este ciclo haya terminado. ¿Quién sabe? Lo cierto es que en este momento me interesan más otros periodos, e incluso la pura ficción. Puedes comprar el libro en:
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