¿Qué le llevó a escribir este libro? Hace años que me interesa la necesidad de renovar los centros urbanos, y las posibilidades que propone la supermanzana, sobre la que además había hablado mucho con su creador, Salvador Rueda. Incluso había escrito algún artículo a propósito. Y se dio la situación paradójica de que al salir del hospital después de operarme de un oído pasó una ambulancia y perdí la audición. Fue sencillo preguntarme aún más en serio cómo estamos diseñando nuestras ciudades para que puedan ocurrir estas cosas. Y, cuando empecé a buscar respuestas, las editoras de Destino me propusieron volcar ideas, lecturas y experiencias en un libro. Fue la espoleta que faltaba para investigar aún más a fondo, sobre todo porque consideré que valía la pena reflexionar sobre un modelo de ciudad que es una solución rápida, barata y posible. Y ponerlo en perspectiva con otros modelos. ¿Cómo lo definiría? Es una invitación a mirar la ciudad como un organismo del que formamos parte y en el que podemos intervenir de verdad. También reivindica el pensamiento individual frente a las grandes estructuras empresariales y políticas que nos hacen creer que la ciudad es inmutable y, sobre todo, que está fuera de nuestro alcance el cambiarla a fondo. Hemos asimilado que nos llamen peatones en lugar de ciudadanos. Es decir, vivimos en una lógica que pone al automóvil por delante de las personas. Los vehiculo ocupan casi el ochenta por ciento de muchísimas superficies urbanas. La desaparición de los niños de la calle resume hasta qué punto hemos cedido. Así que el libro propone recuperar la idea de que verde es igual a libre, no solo a sano, sino también a libre, y cuanto más verde tengamos alrededor, más libres seremos. ¿Cómo afecta el entorno urbano a nuestra salud? La salud de una ciudad se ve en la salud de quienes la habitan. España es uno de los mayores consumidores de antidepresivos del mundo. El insomnio y el estrés son dos afectaciones típicas de los núcleos urbanos, y en nuestro país se han disparado los últimos años. Así afecta el entorno. Si en lugar de congestiones de tráfico, polución y ruido conseguimos reducir el espacio del automóvil en las ciudades cediéndolo a las personas, las plantas y los árboles, podemos crear un entorno en el que la salud de todos mejore. Este razonamiento es tan obvio que parece de perogrullo, y sin embargo es necesario hacerlo porque no hay indicios de que esté asimilado por buena parte de la población. Miguel Delibes ya habló de la necesidad de reducir congestiones y velocidades, de tender al Crecimiento 0, cuando ingresó en la Real Academia de las Letras en 1975. Pero era uno entre miles o millones. Cuando Charles Dickens escribe sobre la Ciudad Carbón, muchísimas personas vivían en condiciones patéticamente antihigiénicas, sin cañerías, con niveles de suciedad inenarrables. Y la gente lo aceptaba. Porque se suponía que la ciudad era lo moderno, el sitio donde había que estar. Y así morían muchos. Ahora vivimos una situación equiparable, menos espectacular, pero de fondo aún más temible porque las ciudades muy contaminantes se han reproducido por todo el mundo y no es solo Londres sino miles de núcleos los que están contaminando a diario a los ciudadanos que habitan en ellas... sin que éstos reaccionen. Un ejemplo clarísimo es el ruido. Pese al excesivo volumen de ruido en el que viven buena parte de grandes ciudades, la gente no lo oye. Ha integrado la anormalidad y, simplemente, no la percibe. Pero la anormalidad existe y por eso las personas están perdiendo audición catorce años antes que la generación anterior. Por primera vez en la Historia, más de la mitad de la población mundial vive en ciudades. Esos núcleos generan buena parte de emisiones contaminantes que están provocando el cambio climático. De modo que para detener la deriva, uno de los lugares donde hay que actuar con urgencia es la ciudad. ¿Qué patologías podemos desarrollar con un entorno poco saludable? Antes hablaba de insomnio y estrés pero las patologías pulmonares son otra constante. Las alergias se han disparado en los centros urbanos, los eczemas. En Barcelona, se atribuyen 667 muertes anuales por cuestiones medioambientales. 291 incumben a la polución pero es que 163 son por ruido. Los médicos dicen que el ruido es la causa de enfermedad más desconocida del siglo XXI. Hay un anuncio publicitario que explica hasta dónde estamos dispuestos a llegar antes de movilizarnos para cambiar las ciudades. El anuncio te incita a comprar sus aparatos de ventilación artificial para respirar sano en casa porque, dice la voz en off, con abrir las ventanas no basta. La cuestión es qué decides: comprar el aparato; salir a la calle y manifestarte y presionar a favor de respirar un aire limpio; o no hacer nada y seguir ennegreciendo los pulmones. ¿Hacia donde van nuestras ciudades? Los slogans que ha lanzando el ayuntamiento de Barcelona en un espacio de tiempo más bien corto resume cómo algunas ciudades han entendido algunas cosas. Se ha pasado de la campaña Barcelona ponte guapa a Esto no es un simulacro. Y ahora... estamos en la calle con mascarilla. Hay quien culpa a murciélagos o pangolines de la pandemia pero cualquiera que atienda un poco a cómo la ciudad ha ido avanzando talando árboles y estrechando la distancia con ciertos animales que antes vivían en la profundidad de los bosques, puede comprender que la acción humana ha provocado esta situación. Hasta la pandemia, las ciudades nos llevaban directos el hoyo. Con algunos proyectos bienpensantes, pero al hoyo. Apostándolo todo al automóvil. Ahora, la industria automovilística está convenciéndonos de que la solución es seguir teniendo coche, aunque eléctrico. Pero mantener el número de coches no cambiará gran cosa y por eso los diseñadores vanguardistas de nuevas ciudades pretenden reducir el uso de automóviles potenciando el vehículo compartido, mejorando las redes de transportes que conectan con la periferia o aumentando el número de pequeños vehículos como bicis y patinetes, que permiten más agilidad ocupando menos espacio y sin contaminar. Y todo eso, en ciudades muy compactas, que compriman a muchas personas en poco espacio pero lo más oxigenado posible. El problema es cómo transformas los monstruos de asfalto que has creado, y por eso hay tantos problemas políticos para ejecutar las transformaciones sobre espacios por los que ellos mismos llevan años apostando fuerte. Y hay políticos y empresarios con enormes intereses. En esa disputa se definirá la ciudad futura. A mí me presionaron para que retirara la entrevista que había hecho a uno de los representantes del ámbito automovilístico. Por lo visto, no les gustaron las preguntas. ¿Cree que hay en España alguna ciudad que destaque por ser verde? Pontevedra ha recibido distinciones internacionales y Federico Tonucci la utiliza como uno de los modelos para que los niños puedan ir al colegio solos. No hablamos solo de verde, sino de accesibilidad, de un diseño racional y seguro que además confía a los vecinos la seguridad de tus hijos. Como alguien ha dicho ya, ¿qué prefieres que vigile a tus hijos de camino a la escuela, ojos o cámaras? Y Vitoria está trabajando integralmente para limitar a los automóviles del centro. Es la ciudad a la vanguardia de la movilidad en España. ¿A quien corresponde el mejorar la calidad de las ciudades? Una ciudad es un proyecto común. El colectivo determina el resultado, pero todo empieza por el individuo. Los políticos deberían materializar los deseos de esos individuos, aunque también es verdad que algunos podrían tomar iniciativas beneficiosas por su cuenta. Sin embargo, esa no es una costumbre muy extendida en España así que, por asegurar, sigo creyendo en el poder de persuasión de un individuo sumado a otro individuo y a otro y a otro hasta crear una fuerza lo bastante poderosa como para obligar a tomar decisiones a quienes gobiernan. Estamos viendo acciones de personas que se echan a la calle reclamando cambios. Los huertos urbanos que antes se veían como una cosa de abuelos se han multiplicado, lo arquitectos están diseñando edificios con huecos que sirvan de refugio a animales, y estas inercias llevan a que, por ejemplo, los responsables de Parques y Jardines hayan decidido pasar la gestión del departamento a biólogos en lugar de a administradores que se han pasado décadas adornando esos espacios con flores y árboles que les parecían bonitos, sin valorar si eran autóctonos o no, sostenibles o no. Aunque la transformación urgente que necesitan las ciudades está en manos de los políticos, por supuesto. Visto lo visto, habrá que presionar a fondo. Como ciudadano ¿Cómo puedo aportar mi granito de arena? Primero, creyendo que tu granito es decisivo. Lo que ocurre es que la sobredosis de información diaria, la magnitud de las estructuras que nos rodean, a menudo nos hacen creer que nuestro movimiento es tan minúsculo que no cambiará nada. Error. Por eso, lo más importante es hacer. Sea lo que sea en lo que creas, pero haz. Dirige tu acción para cambiar la inercia dañina. Para conseguir una ciudad más natural, antes hablaba de huertos. También se están reproduciendo las azoteas verdes. Puedes implicarte en asociaciones vecinales, escribir cartas a ayuntamientos sugiriendo o reclamando cambios, o remitirte a medios de comunicación para que intervengan o visibilicen según qué realidades. Además de usar menos coche y hacer vida en espacios públicos transmitiendo a tu entorno lo que te está suponiendo ese cambio. Y sé crítico con la información que recibes. Es impresionante cómo la politica lo está mediatizando todo . Resulta enormemente llamativo cómo los políticos han copado el escenario y se apoderan de las ideas de los demás con el beneplácito de la ciudadanía. Llama mucho la atención que, cuando hablamos del Ensanche barcelonés y la revolución urbanística que suponen las manzanas, se habla de Ildefons Cerdà o de Le Corbusier. Pero ahora, hay políticos y comentaristas a sueldo de ciertos medios de comunicación que dicen que tal político es el que va a transformar Barcelona. Es otra forma de anular al ciudadano, a la sociedad civil. Capitalizar los éxitos de otros, robar su protagonismo, me parece el reflejo de adónde nos estamos dejando llevar. El creador de las supermanzanas se llama Salvador Rueda, es un biólogo y psicólogo que aprendió muchísimo de Cerdà y del ecólogo Ramon Margalef. Los pensadores de la ciudad tienen nombre y no son políticos. Démosles la relevancia que merecen. A Rueda lo que es de Rueda y a Trump lo que es de Trump. ¿Qué motivo le lleva a creer que tenemos un modelo caduco de ciudades? Los niveles de contaminación atmosférica son una evidencia flagrante. Los atascos kilométricos a la entrada de las ciudades. La multiplicación de diversas patologías que afectan a quienes viven en núcleos urbanos. Y, bueno, no es una impresión personal, es que urbanistas, arquitectos y políticos de todo el mundo están abriendo más foros que nunca para proponer ideas que permitan articular ciudades ágiles y saludables. Es una evolución lógica muy ligada a la superpoblación. La manzana ideada por Cerdà es un hallazgo genial que funciona muy bien en su época pero cuando el desarrollismo de los sesenta trae a miles de emigrantes a Barcelona y los edificios son más altos, a la vez que el flujo de vehículos se dispara, el cálculo higienista que había hecho Cerdà deja de resultar válido. Precisamente es Cerdà quien dice que cada medio de locomoción genera una forma de urbanización, y ahora tenemos una infinidad de nuevos medios de locomoción capaces de sustituir, por ejemplo, al coche. La ciudad que cede a los autos de gran tonelaje un ochenta por ciento del espacio ha quedado desfasada. Aunque la sigamos padeciendo en silencio. Desfasada. Puedes comprar el libro en:
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