Se trata de un relato en primera persona de un cínico contemporáneo, un tipo extravagante que, en la mitad del camino de la vida, emprende una cruzada contra lo que llama “la perniciosa secta de las señoras con el bolso bajo el brazo”, dejándose llevar por un instinto cada vez más canino que lo acabará alejando sin vuelta atrás de sus congéneres. El jurado destacó de esta obra el buen humor de una trama de resolución impecable.
‘El síndrome de Diógenes’
"Todo comenzó el día en que me dio por ladrarle a la Bulldog". Así empieza ‘El síndrome de Diógenes’, un relato escrito en diálogo con ‘La metamorfosis’ de Kafka y el ‘Lazarillo de Tormes’, un ejercicio literario que demuestra la capacidad creativa de su autor, Juan Ramón Santos, quien también tiene las doctrinas clásicas de los venerables Antístenes, Crates o Diógenes de Sinope como ecos de fondo. Esta brillante y ácida nouvelle propone todo un ejercicio de cinismo, una historia de resistencia en tiempos de crisis. La historia de un inadaptado que escapa a ladridos de un entorno que le oprime para ir poco a poco encontrando acomodo, construyendo su personal refugio frente a la intemperie, un lugar donde nadie le haga sombra, donde nadie le niegue, con su mera presencia, la luz del sol.
Declaraciones del autor
“La idea de presentarme al Premio de Narración Corta Felipe Trigo surge porque ‘El síndrome de Diógenes’ nace, en buena medida, del propio premio. En alguna ocasión había estado hablando con amigos que también escriben de lo complicada que resultaba esa modalidad que las bases del Felipe Trigo denominan “narración corta”, por su extensión, pues se encuentra en una tierra de nadie entre el relato y la novela breve más bien arriesgada, pues es fácil errar en el cálculo y acabar escribiendo un cuento dado de sí o una novela mutilada. A partir de esa conversación, escribir una “narración corta” que se ajustase a las bases se convirtió casi en un reto, y para hacerme una idea del ritmo, el formato o la estructura que un texto así podía tener eché mano de los clásicos, y me di cuenta de que, entre otros, el ‘Lazarillo de Tormes’ o ‘La metamorfosis’ de Kafka podrían haber sido, por su extensión, candidato -excelentes al premio, y al hacerlo descubrí también que ambos libros, tan diferentes -por otra parte- entre sí, algo tenían que ver con una historia que me venía rondando hacía tiempo por la cabeza, la de un individuo que, sin saber muy bien por qué, de repente se arranca a ladrar a las señoras. A partir de ahí el relato fue creciendo de una manera casi natural, en diálogo constante con esas dos grandes novelas que me habían dado la pista, y al terminar me pareció que lo justo era presentarlo al Premio Felipe Trigo.
De qué va el libro
“Tengo la manía de escribir libros que luego no sé muy bien explicar, sobre todo si se trata de resumir, en una frase más o menos breve, de qué va. Supongo que se podría decir que es la historia de un hombre en crisis que poco a poco va buscando acomodo en un tiempo también en crisis, un tipo al que le da por hacer el gamberro como una particular huida hacia adelante y que, a partir de ese momento, comienza a sufrir un creciente rechazo social que, más que sufrir, acepta gozoso sintiéndose como un auténtico cínico, pues el libro tiene de fondo las doctrinas de filósofos como Crates, Antístenes o Diógenes de Sínope-. Y esto refuerza sus extrañas convicciones.
Temas habituales
“Tengo tendencia a escribir sobre personajes extravagantes, solitarios, que a menudo bordean la locura, y estoy pensando en microrrelatos como ‘Palabras menores’, en relatos como los de ‘Perder el tiempo’ o en mi anterior novela, ‘El verano del endocrino’, y supongo que esa apuesta por personajes límite, dudosos, extraños, hay también mucho de esa crítica social de la que hablas, al poner en cuestión la engañosa idea de normalidad, al mostrar que hay otros caminos, otras formas de vivir…
Este tipo de literatura, encaja mejor ahora, con la pandemia, los confinamientos y el covid-19
“Probablemente este tipo de literatura, encaja mejor ahora, con la pandemia, los confinamientos y el covid-19. La pandemia llegó de golpe dejándolo todo en suspenso, y también ‘El síndrome de Diógenes’ pareció quedar un poco atrás, porque en ese momento había cosas más importantes en las que pensar y por las que preocuparse. Pero cuando luego llegaron las pruebas de imprenta y me reencontré, al leerlas, con el personaje y con su historia, me di cuenta de que la situación cargaba esa aventura tan rara de más sentido, que de repente había más razones para echarse, como el protagonista, a ladrar: un sistema sanitario debilitado por recortes excesivos, con enormes dificultades para hacer frente a un problema de esa magnitud; una gestión titubeante, con políticos incapaces de poner la razón de estado por encima de sus intereses personales o de partido; una sociedad que cumple durante las primeras semanas por puro terror (porque en realidad no éramos héroes, la mayoría éramos niños asustados, escondidos detrás de las cortinas), pero que a la primera de cambio comienza a comportarse de manera egoísta e irresponsable… En fin, muchos motivos para ladrar o seguir ladrando”.
El relato corto y la novela
“La novela me impone respeto. Yo lo que siempre quise escribir fueron novelas, pero me lancé demasiado pronto a hacerlo y, como es natural, fracasé. Por eso durante algún tiempo opté por el relato casi como un sistema de asedio, porque en el relato, incluso en el microrrelato, uno se enfrenta a los mismos problemas que tiene que abordar si afronta una novela, pero a escala, en un formato más manejable. Al hacerlo me encontré con un género ágil, flexible, muy apto para la experimentación, en el que me sentía cómodo y con el que de cuando en cuando juego, pues al final me muevo entre ambos géneros, y la opción entre uno y otro tiene más bien que ver con las historias que se me van cruzando en el camino, si dan para un desarrollo más largo o más contenido”.
Lecturas o autores preferidos
“Cuando comencé a escribir, mis escritores favoritos eran Borges, Cortázar y Saramago. Todavía vuelvo a ellos algunas veces -sobre todo, quizá, a Borges-, y creo que aún están muy presentes en lo que escribo -en la tendencia a lo insólito, en la intertextualidad, en una cierta tendencia a la experimentación-, pero el escritor que ahora mismo más me interesa y me influye es Gonzalo Hidalgo Bayal, con sus historias tan poderosas y su prosa suculenta. Aunque evidentemente hay otros muchos a los que leo con entusiasmo, como -por nombrar algunos que tampoco es que tengan mucho que ver entre sí- César Aira, Ramiro Pinilla o Ricardo Menéndez Salmón”.
Juan Ramón Santos (Plasencia, 1975) es autor de las novelas ‘Biblia apócrifa de Aracia’ (2010), ‘El tesoro de la isla’ (2015) y ‘El verano del Endocrino’ (2018), de cinco colecciones de relatos –‘Cortometrajes’ (2004), ‘El círculo de Viena’ (2005), ‘Cuaderno escolar’ (2009), ‘Palabras menores’ (2011) y ‘Perder el tiempo’ (2016)– y de dos libros de poemas, ‘Cicerone’ (2014) y ‘Aire de familia’ (2016). Dos veces finalista del premio Setenil al mejor libro de relatos publicado en España, en 2005 y 2009, ha colaborado en numerosas obras colectivas, entre ellas ‘Relatos relámpago’ (2007) y ‘Por favor, sea breve 2’ (2009). Entre 2015 y 2019 fue presidente de la Asociación de Escritores Extremeños.
Puedes comprar el libro en: