En efecto, la nuestra, a la lumbre de un libro, nos ha venido reuniendo presencialmente, desde hace largo, una vez al mes. Ahora, por mor de la pandemia, nos hemos refugiado en esa cueva mágica llamada ZOOM, y desde ahí, seguimos manteniendo viva la llama de nuestro amor por los libros.
Este diciembre de 2020, ha sido la editorial Anagrama quien nos ha cedido su espacio Zoom, para hablar de una de sus autoras: Paloma Díaz-Mas, y de su novela:”El sueño de Venecia”, ganadora del Premio Herralde 1992.
Como introductora, comienzo con una semblanza de la autora madrileña, destaco su faceta profesional: ella ha sido Catedrática de Literatura española y sefardí, en la Universidad del País Vasco, y profesora de investigación en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Continúo luego aludiendo a la pertenencia de Paloma Díaz-Más a ese grupo de autores a los que se conoce como de la “nueva narrativa”, que empezó a publicar a mediados de los años 80, compuesto de escritores como Álvaro Pombo, Ignacio Martínez de Pisón, Enrique Vila-Matas, Javier Marías, Almudena Grandes, Soledad Puértolas, etc..
Paloma irrumpió en este grupo con voz propia y dos premios: El Herralde de novela en 1992 por “El sueño de Venecia” y el “Euskadi 2000” por la novela: “La tierra fértil”. Había ella ya publicado a los 19 años un libro de microrrelatos: “Biografía de genios, traidores, sabios y suicidas, según antiguos documentos”. En Anagrama publicó también “El rapto del Santo Grial” finalista del Premio Herralde de 1987. Ese mismo año, también en Anagrama una colección de cuentos: “Nuestro milenio”. Y en esa misma editorial, otra novela: “Lo que olvidamos” (2016), y narrativa de no ficción: “Lo que aprendemos de los gatos” (2014), “ Lo que como” (2020), así como relatos autobiográficos: “Una ciudad llamada Eugenio” (1987), “Como un libro cerrado” (2005). Ha colaborado igualmente en 2 antologías, coordinadas por Laura Freixas: “Madres e hijas” (2002), “Cuentos de amigas” (2009).
Instaladas ahora las tertulianas, junto con la autora, en la pantalla del ordenador, como personajes de comic, cada una en su particular viñeta virtual, no ocultamos una cierta emoción, cuando Paloma toma la palabra y empieza a desgranarnos cómo surgió ese sueño suyo veneciano: el de una niña madrileña, que habitaba una vetusta casa de la Corredera Baja de San Pablo, en donde coloca ella a todos los personajes de su novela.
Confiesa haber emprendido un viaje por los siglos XVII, XIX, y XX, a la búsqueda de posibles habitantes de esa casa suya, cuyas paredes, a ella le contaban historias. De hecho, la novela va dedicada a ellos, a esos anteriores habitantes de su casa. Así reza su dedicatoria: “ A los que vivieron allí conmigo”.
María Pérez destaca el acierto de la autora en captar el ambiente de cada época y reflejarlo en un lenguaje apropiado a cada siglo, pero asequible a un lector del siglo XXI. Lucía García, le pregunta a Paloma cómo es posible que su Lord Alfred Aston, personaje que aparece en la segunda historia, de las 5 en que se divide su novela, escriba sus cartas en un castellano tan perfecto. A lo que Paloma responde que esas cartas bien pudieron haber sido traducidas.
Cachita Pastorin incide en esa habilidad de la autora para deleitarnos mientras nos pasea por los siglos. Pilar Urra la alaba igualmente, lo mismo que Rosario, Marian y Mari Cruz. Ángeles Fernández Sebastián, nos había pasado además, a través de Lucía el video de una entrevista a Paloma Díaz-Mas, a cargo de Manolo Prados, en la televisión de Andalucía. El verla y escucharla ahí nos ha dado a todas, incluso a alguna que no ha podido conseguir el libro comentado, como Paloma Martín, una visión más completa de la autora, añadiendo su faceta de experta en literatura sefardí.
Es asimismo Paloma Díaz-Mas, según me confesó en una entrevista que le hice hace años para “Aledaños de la Literatura”, una incondicional de Cervantes, con un conocimiento profundo de la obra cervantina. De ese modo se entiende que en esta novela suya, haga un guiño al ilustre alcalaíno, sacando a relucir una obra desaparecida del gran Cervantes: “Las semanas del jardín”. Realiza ese guiño de una manera muy hábil, porque aparece en la citada casa madrileña un bello jardín añorado luego por Sir Alfred Ashton, quien aprovecha para apropiarse de ese libro que ve en la biblioteca, según esa costumbre tan británica de atesorar el legado artístico ajeno.
Paloma, al calor de nuestras preguntas, va afinando la llama de sus recuerdos, parece trasladarse a aquella casa, morada de su infancia, aún en pie. Recordar su ubicación exacta: frente a la iglesia de San Antonio de los Alemanes, sobresaliendo un poco de las casas aledañas. Bucea en las emociones escondidas en esa criatura literaria suya, en esa incertidumbre de la investigadora que duda de hasta qué punto los vestigios encontrados sean hilos de verosimilitud. El vestigio en este caso, es un cuadro, pintado por un esclavo de Gracia de Mendoza, la mujer que habitó la casa en el siglo XVII; tal cuadro va pasando de mano en mano a los diferentes habitantes de la casa, y, transformado, y manipulado, se convierte finalmente en sujeto de análisis, a cargo de un experto en pintura.
Paloma nos confesó que dicho cuadro fue añadido al final, cuando ya las historias estaban montadas y comunicadas por hilos conductores: el barrio, la calle, la casa, el apellido Mendoza. Quiso ella añadir otro hilo más visible y se le ocurrió el cuadro de la dama y su joven marido, al que luego consideraron su hijo, y del que más tarde solo dejaron una insinuante mano, borrada luego y rescatada por el restaurador y analista pictórico.
La iluminación viene del sueño, ese que nos muestra la realidad con más claridad que la razón. Ese es precisamente el mensaje, nos dice Paloma, encriptado en ese: “Sueño de Venecia”. La novela, dice la autora, fue construida a base de fragmentos, como ladrillos que poco a poco formarán la casa. Fue una técnica de creación diferente de su otra novela: “La tierra fértil”, la primera realmente estructurada, de principio a fin y cuya construcción le llevo 7 años,
Pero aún falta el broche final. La poesía toma ahora la palabra, en boca de Mercedes de los Ángeles, nuestra poeta, quien como buena vate, es precisamente quien ha adivinado ese mensaje oculto que nos acaba de revelar Paloma. Ha escrito ella un bello y extenso poema, de cada uno de los 5 capítulos de la novela, que ha encantado a Paloma. Pero he aquí el extracto más revelador:
Puedes comprar los libros de Paloma Díaz-Mas en:
Y el hado vuelve a ampararlo
le lleva a manos de un hombre
que le educa, y fabulando
le hace soñar la ciudad
de los palacios de mármol
con canales por caminos
y barcazas por caballos…
Y termina el largo poema, con estos versos asimismo reveladores de lo que la propia autora nos ha confesado querer transmitir en su novela, y que, de forma parecida se repiten como una letanía al final del poema dedicado a cada capítulo:
…volvemos a repetir
lo que dijo aquel pintor
las apariencias engañan
y es no saberlo un error.
El tiempo, siguiendo esa ancestral costumbre suya de darle fin a todo, nos obliga a concluir nuestro encuentro, tras la impaciencia mostrada por Reis: el gato de Paloma.
Se cierra también con el lector, el círculo de la literatura. Sin ese ser, que recibe y transforma creativamente el mensaje de las novelas, la literatura no sería ella misma. Es por eso, que las tertulias literarias, los grupos de lectura, los encuentros de lectores, etc.., ayudan a avivar y mantener encendido el sagrado fuego de la literatura, ese que sigue alumbrando a todas las que formamos esta tertulia.
Envueltas en ese halo poético esparcido por Mercedes de los Ángeles, despedimos a Paloma Díaz-Mas, que nos confiesa haberse sentido muy a gusto y disfrutado especialmente con ese comentario en verso a su novela