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“Anacronía”, de Gerardo Rodríguez Salas

Valparaíso Ediciones. 2020
lunes 21 de diciembre de 2020, 14:00h

La poesía dice lo otro, lo callado, el otro lado, lo que no se ve. El poema nos permite expresar lo que no se puede guardar en el interior porque te quema, porque se expande y necesita salir fuera, porque es necesario hacer catarsis…El poeta sabe cargar de sentido cada palabra y cada lector, sabrá darle las alas para hacer posible el vuelo.

Anacronía
Anacronía

En la primera página del libro, hay una dedicatoria: “A mi hermano Javi, que nunca cayó del todo.” Y claro, la cercanía con el autor es inevitable. En la página siguiente, el epígrafe de Álvaro Salvador: “La vida –según dicen- a veces se parece a un vuelo con demora” hace de marco espacio temporal. Y sí, la vida es un viaje. Gerardo Rodríguez Salas nos invita a viajar a través del tiempo, jugando con el tiempo. Se trata de construir un viaje emocional, interior, de reconciliación con nuestro pasado, con nosotros mismos; un viaje pleno de nostalgias y de esperanza, alejándonos de la tristeza, que nos lleva a mirar el mundo que nos rodea, observando los detalles humanos y la solidaridad. Intentando concretar un balance entre acercamiento y huida, entre vuelo y caída, entre vida y muerte, con un lenguaje fluido, muy cuidado, sin redundancias, veraz y luminoso. En definitiva, un viaje al recuerdo. Un viaje que a veces nos deja contrariados, como reza el epígrafe de Ángeles Mora: “He vuelto del viaje y sin embargo no regresé del todo.”

La palabra anacronía se desprende del término anacronismo, que se refiere a la falta de coherencia cronológica, voluntaria o accidental, en un relato y que consiste en situar hechos o personajes antes o después de la época en la que se desarrollaron. Hay dos tipos de anacronía, la prolepsis y la analepsis. Analepsis (retrospección) irrupción del pasado en el presente mediante flash-back (un retorno momentáneo del pasado) o racconto (instalación duradera de una instancia del pasado). Prolepsis: (prospección) irrupción del futuro en el relato mediante adelantamientos hechos por el narrador. Premoniciones, sueños, etc. Y escribe el poeta:

“El viaje nunca acaba/ porque nunca te fuiste.”

Me detengo en definir estos conceptos, porque todos ellos aparecen en este precioso libro. Hay retrospección, racconto y prospección. Y es tan generoso el autor, que nos invita a compartir con él también el viaje de introspección, hacia adentro, hacia nosotros mismos como personas y como lectores. ¡Cómo no acompañarle! Si es capaz de “Hacer de la metáfora algo cercano y el recuerdo algo tangible” como dice Trinidad Gan, que también sabe de naves y de viajes.

En este poemario hay numerosos epigrafes que son muy relevantes para el autor y por ello van encabezando los grupos de poemas. Tres poemas iniciales te quitan la respiración y te ponen en situación: “Odisea”, “Palabras de papel” y “Lobo”. Y luego tres partes. Parte I: Ayer. Parte II: Ausencia y parte III: Porvenir. Termina con un último poema: “Nunca”, que precede una preciosa frase de Luis García Montero: “Apágame, viajero,/ la luz cuando te vayas.”

Cada uno de los poemas de cada sección trazan una cartografía, explicada al final del libro. De Nueva Zelanda y de Granada.

Al final del libro, en los agradecimientos, el autor dice: “Este viaje va dedicado especialmente a quienes habéis perdido a un ser querido y encontráis en mi odisea pequeñas islas de palabras en las que refugiaros durante la tormenta.” Y me he conmovido. No he querido llevarlo a lo personal, pero no he podido. Será porque este año estoy muy sensible, por haber perdido recientemente a mi padre, o será porque la forma de escribir de este poeta, te toca la fibra más profunda. Recordé cuando la vida me abofeteó por primera vez y lloré lágrimas de dolor indescriptibles. Comprendo al autor en su experiencia. Esas circunstancias tan dolorosas te marcan para siempre y hacen que empieces a ver la vida de otra manera.

Quizás pretende con estos poemas desactivar el dolor, mantener vivo el recuerdo desterrando el olvido o quizás espera una buena y profunda lectura, con la misma serenidad que se esperan los desenlaces antojadizos, esos que nos ponen al borde del abismo, dejándonos mano a mano con la intención de saltar.

Porque “Quizá ya he vuelto,/ quizá nunca me fui del todo.”

Como el paso de un ángel el poeta es revelador y profundo y con cada verso te lleva a un punto desconocido, a un origen en el que te planteas ¿por qué morimos? Por qué el otro y no yo? ¿Cuándo llegará mi hora? Y al leer este poemario he vuelto a estos planteamientos.

El Viaje llega a su fin. Se completa el círculo de ida y vuelta y apenas nos quedan algunas certezas, en este misterio que es nuestra existencia:

“El recuerdo es la sombra/ torpemente zurcida a los talones/

y el olvido la piedra/ que no termina de caer.”

Este baile a través del tiempo, este viaje al que nos invita el poeta, sólo tienen sentido si somos capaces de mirarnos hacia adentro sin hipocresía, sin mentiras, con toda la verdad. Porque “El viaje puede ser una fuga al pasado, / un ascenso sin alas al punto de partida.”

Libros como este son cada vez más necesarios. Quitando de en medio el dolor y la tristeza, desprendidos de toda vanidad, ojalá seamos capaces de hallar belleza en la muerte, de los otros y en la nuestra. Porque al fin y al cabo, no somos más que relámpagos.

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Gerardo Rodríguez Salas
Gerardo Rodríguez Salas
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