Para conocer a este autor, elegí “ASSUR” movida por la curiosidad que me causó el marco geográfico y la época elegida para ambientar el relato: ¿qué pueden tener en común la campiña gallega, los fiordos escandinavos y las tierras ignotas al otro lado del Atlántico en el siglo X de nuestra era? Mucho, responde “ASSUR”. ¿Es una fantasía o una epopeya, ficción o realidad? Todo ello, pero sobre todo, es Historia con mayúscula.
Porque fue en esa época, cuando la costa gallega se conocía como “Finis Terrae”, el fin del mundo conocido, cuando una horda de nómadas curtidos en los hielos del Ártico y en cientos de escaramuzas y conquistas victoriosas, gracias a sus naves extraordinariamente veloces y maniobrables, arribó a Europa sembrando una estela de caos y destrucción, saqueando y arrasando cuanto bastión o ejército hallaban a su paso, llegando a amenazar la libertad y la existencia misma de los habitantes de las costas de España y Portugal.
En esa vorágine que enmarca el choque entre culturas y civilizaciones surge “ASSUR”: un título harto escueto para una obra de casi mil páginas que gira alrededor del muchacho que protagoniza y da título a esta historia épica.
Dividida en 3 partes de extensión parecida y siguiendo la cronología lineal de los hechos, la novela arranca con una escena sobrecogedora que marcará el ritmo ágil y el cambio continuo de escenario, paisajes y personajes que caracterizan este relato. Se trata de una novela de aprendizaje clásica, con la formación de juventud, los años de peregrinación y el éxito del perfeccionamiento como persona y, con él, el fin de la misión. Al mismo tiempo, es una historia dura y emotiva que refleja objetivamente la crueldad de la época y los golpes que el protagonista sufre sin tregua desde las primeras páginas, destruyendo el mundo relativamente protegido de su infancia bucólica para catapultarlo a una serie de pruebas que harían palidecer al mismísimo Job.
Todo comienza con el esbozo de una infancia feliz, aunque pobre y precaria, del niño gallego Assur en la remota aldea de Outeiro, entre ríos, valles y colinas, arropado por su familia, hasta el día en que un grupo de nórdicos que han instalado su campamento arrasa la aldea, masacrando o llevándose como esclavos a todos sus habitantes salvo a Assur, su hermanita, el lobo Furco que sirve de mascota al niño, y un muchacho conocido de ambos tan torpe como inútil. Tras perderlos también y quedar solo con su inseparable fiera, el niño emprende un larguísimo recorrido en busca de su hermana, cautiva de los nórdicos; un periplo lleno de peligros, trampas y enfrentamientos durante el cual conocerá a personajes entrañables como el infanzón castellano Gutier, estrambóticos como el nórdico Weland y extraordinarios como Erikson, quienes lo acompañan durante un trecho y lo forman cada uno a su manera: con las letras, la ciencia y los rudimentos de unas armas indispensables para lograr sobrevivir.
Esa es la premisa: un niño huérfano, desvalido y sin valedores, a las puertas de la muerte por el hambre, la intemperie y la soledad en un paraje arrasado, rodeado de enemigos, donde la vida de un simple campesino no vale nada para los señores feudales que han jurado protegerlo, y menos aún menos para el enemigo, una fuerza bien formada, bien pertrechada y empeñada en conquistar toda la costa gallega y cántabra hasta la mismísima Compostela, bastión de la realeza y la cristiandad no solo para Galicia, sino para una España que aún no es tal y para todo Occidente.
Obligado a improvisar y adaptarse a entornos hostiles tan diversos como una fortaleza cristiana, una campamento nórdico, un barco ballenero, una granja o una expedición militar, las inclemencias de una Galicia agreste y un viaje que lo llevará desde la batalla del estrecho de Aldóbrica hasta los fiordos del enemigo, entorno hostil donde pocos cautivos logran sobrevivir a la dureza del clima y la explotación en condiciones infrahumanas, Assur será empujado al límite de sus capacidades físicas, mentales y emocionales, afrontando y venciendo sucesivamente su propia debilidad, a sus captores y la misma Naturaleza.
Dotado de una fuerza de voluntad a prueba de las terribles vivencias que le tocará experimentar, amén de la orfandad, la crueldad y la esclavitud, el niño campesino se va convirtiendo en un joven ingenioso al que nada hace perder el ánimo, y al fin en un hombre astuto, polifacético y lleno de recursos, que jamás deja de aprender, ni olvida la sencillez de sus orígenes, ni traiciona lo que el niño que aún esconde dentro de sí prometió un día: liberar a sus hermanos cautivos y regresar con ellos a la patria que se le antoja inalcanzable, pero que después de tantos años sigue definiendo su personalidad y su temple, alimentando su determinación de lograr lo imposible.
Para superar esas pruebas, aunque todas ellas dejarán cicatrices físicas y anímicas y alcanzar la fortaleza necesaria para sobrevivir en un mundo donde los humildes y desamparados son presa inmediata de los más fuertes, y hasta los más fuertes mueren demasiado jóvenes en combate o a traición, Assur, prototipo del “héroe solitario”, íntegro, generoso y sin más tacha que algún momento de duda y debilidad, solo cuenta con su capacidad para improvisar y aprender rápido, y la ayuda ocasional de un sabio, un guerrero o un caudillo que aparecen cuando los necesita y cumplen la función de arquetipos o comodines más que de personajes de pleno derecho. En justicia, la fuerza y la personalidad que poco a poco va desarrollando Assur domina toda la novela y hace sombra a todas las demás figuras, también las femeninas, que satisfacen las necesidades del descanso del guerrero o cumplen la función de damisela en apuros, o bien la compañera dulce y comprensiva. El amor por el otro género es para él un descubrimiento, un alivio o un consuelo, porque el móvil principal que impulsa a Assur (personaje autosuficiente donde los haya) es, en el fondo, un trío de amores bien distintos: el amor sempiterno por su tierra, el amor a la libertad, y el amor, más que lealtad, a su familia aun más allá de la muerte.
Aparte de la multitud de personajes secundarios, muchos ficticios (algunos de ellos muy bien logrados, como el mercenario ambiguo Weland o el taimado conde Gonzalo Sánchez, un oportunista sin rey ni ley que podría ser el prototipo ideal del político moderno), y otros reales (como el gran navegante vikingo Leif Erikson), Assur está acompañado de principio a fin por el lobezno Furco (que significa algo así como la distancia entre el pulgar y el índice; es decir, un “pulgarcito” insignificante, pero al final vencedor). Un animal que quizá encarne menos al compañero de fatigas habitual en este género de novelas como al espíritu de esa Galicia robusta, salvaje, orgullosa, indestructible y trotamundos que también encarna Assur.
La novela alcanza un justo equilibrio entre la descripción, la acción y el diálogo (a menudo expositivo, para poner en antecedentes al lector de las complejas relaciones, alianzas y enemistades entre los cristianos, y entre ellos y los nórdicos, algo que un lector poco conocedor de la época agradecerá sin reservas). La trama oscila entre la crudeza de los combates continuos entre unos y otros, y momentos algo más pausados para que Assur, un héroe a su pesar que solo ansía reunirse con su familia y regresar a su terruño, se entrene en las armas y las letras y supere así sus raíces para transformarse en un hombre capaz de sobrevivir a cualquier calamidad en cualquier rincón del mundo.
El autor transmite un vínculo profundo y un gran conocimiento de Galicia: su topografía, su historia, sus antiguos caminos, costumbres e incluso oficios desaparecidos. La acción está muy bien dosificada y desborda de tensión y realismo en las escenas de batalla (mi preferida es el combate de Adóbrica, que refleja de manera muy clara las grandes diferencias tácticas, logísticas y militares entre las tropas cristianas y los “normandos” o vikingos). Sin embargo, es en las etapas “viajeras” de Assur a través de los montes gallegos, los mares y las tierras nórdicas cuando la novela sobresale de verdad, al plasmar de manera vívida el contraste entre el norte de España, Escandinavia, Groenlandia y Norteamérica, tan diferentes entre sí y, al mismo tiempo, con tantas similitudes, muy bien captadas y reflejadas en las impresiones de Assur, que revelan la capacidad del autor para observar casi con microscopio los fenómenos naturales y su profunda influencia en los personajes que la habitan.
En “ASSUR”, la omnipresencia de la Naturaleza que determina en gran medida la supervivencia o la destrucción de las gentes suplanta el peso que suele tener la religión en una novela ambientada en la Edad Media, relegada aquí a un plano casi sin importancia. Es un ángulo original y moderno para enfocar el siglo X: en esta historia, la lucha entre nórdicos y cristianos no está motivada por la fe, sino por la necesidad de conquistar (o defender) tierras y sus recursos vitales para subsistir, como madera, metales y pasto para el ganado; en momentos de peligro, unos y otros se encomiendan a sus protectores, aliados y camaradas de armas antes que a Odín o a la Virgen; ni la recompensa del Paraíso ni la admisión en Valhalla pesan en ellos tanto como el afán de lucro o de gloria, y hasta Compostela, destino por excelencia de todos los peregrinos de la Cristiandad, destaca aquí por su importancia estratégica y política antes que por su valor simbólico religioso.
Mención aparte merece el complicado mapa de facciones y alianzas locales de la época entre gobernantes, mercenarios y lugartenientes cristianos, tan dispuestos a apuñalarse entre sí como poco preparados para enfrentarse al enemigo común, las hordas del norte que se ciernen sobre ellos. Muy bien documentada, no escatima detalles políticos o sociales propios de la Edad Media que quizá para un lector en busca de entretenimiento superficial sin más resulte denso, pero que enriquece mucho y dota de verosimilitud un relato que, de otro modo, no habría adquirido la fuerza que logra transmitir.
En suma, una novela histórica que es al mismo tiempo un canto a la inocencia, a la fe en sí mismo, al valor de la lealtad, al optimismo y a la capacidad de supervivencia en las peores condiciones. Una lectura absorbente y plagada de sorpresas, ideal para evadirse de los nubarrones opresivos de la crisis y la pandemia, y que se ha ganado de sobra esta reedición para coleccionistas.
(Como anécdota curiosa, añadiré que en el siglo XIX había una familia apellidada Furco, como el fiel compañero de Assur, establecida en Michigan (Estados Unidos), en la zona de los Grandes Lagos, en línea recta del camino que une la isla de Terranova, o Vinland, con Nueva Escocia. ¿Casualidad, o un guiño a la posteridad del nombre del fiel compañero del navegante transoceánico Assur?)
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