Profesora de la Universidad de Alcalá de Henares, Olalla García se caracteriza por la rigurosa documentación que utiliza al escribir sus libros. En “Pueblo sin rey” nos da una visión, bastante desconocida, de las luchas comuneras de la primavera de 1520. Nos lleva de su mano a ciudades como Guadalajara –afecta al realismo-, Toledo y Madrid –ambas proclives a la causa comunera-. Como comprobarán no sólo se detiene en las poblaciones de Villalar o Tordesillas. Al leer su libro, tenemos la sensación de que los que nos cuentan los historiadores no es todo lo que realmente sucedió. Una lectura imprescindible para conocer la realidad de lo que sucedió en esos dos años de revueltas, de la mano de una de las mejores novelistas históricas de este reino sin rey. Las celebraciones del levantamiento de las Comunidades han sufrido diversos retrasos por culpa de la pandemia. ¿Cómo ha afectado la situación que vivimos a la difusión de su libro? La pandemia nos afecta a todos, y en todos los aspectos de nuestra vida. Algunos hemos sufrido pérdidas familiares por culpa del virus. La situación es muy seria y, por mi parte, no dejo de repetirlo. He renunciado voluntariamente a todos los actos públicos, y estoy realizando presentaciones online, participando en clubes de lectura virtuales y haciendo firmas tan solo a puerta cerrada. ¿Y cómo autora que ha supuesto la situación que estamos sufriendo? Para mí, la cancelación de muchísimas conferencias, talleres y encuentros que tenía programados para este 2020. ¡Tenía la agenda llena a rebosar! Pero bueno, ya volverán los tiempos en que podamos reunirnos para seguir haciendo actividades culturales. ¿Cómo surgió la idea de escribir un libro tan oportuno como “Pueblo sin rey”? En realidad, fue un poco por casualidad. Yo estaba presentando mi anterior novela, “El taller de libros prohibidos” y, al final, se acercó a mí Ángel Carrasco, que había publicado un libro sobre el movimiento comunero en Alcalá de Henares. Empezamos a hablar y surgió la idea. Me encantan estas sinergias que se crean entre escritores, historiadores e intelectuales. Son muy enriquecedoras. Estamos ante una novela coral con muchos personajes históricos, pero sobre todo al comienzo nos encontramos con muchos personajes anónimos. ¿Con qué personajes es más fácil trabajar, con los ficticios o los reales? Con los ficticios, claro. Puedes darles el carácter que más convenga de cara al conflicto, ponerlos en todo tipo de situaciones emocionantes…Cuando yo trabajo con figuras históricas soy muy respetuosa con las fuentes, no tergiverso ni cambio nada, y eso limita la capacidad de movimiento de esos personajes, por así decir. Me imagino que la documentación ha debido ser ardua. Han pasado dos años desde su anterior publicación. ¿Cuánto tiempo ha estado documentándose y cuánto escribiendo? Pues sí, la documentación ha sido ardua, pero esa es una de las cosas que me gustan de la novela histórica. Me encanta seguir aprendiendo historia para, después, contársela a los lectores de forma emocionante y entretenida. En este caso, ha sido un año de documentación y otro año de redacción. En sus novelas, las mujeres tienen mucho protagonismo. ¿Qué papel jugaron las mujeres en las revueltas comuneras? En conflictos históricos como este, de base política y militar, las mujeres suelen estar ausentes. Por tradición, su esfera de competencias se limitaba a lo doméstico, y las guerras y tratados eran cosa de hombres. En mi novela tienen voz porque he querido presentar la época no solo desde los eventos que aparecen en los manuales de historia (que también están), sino también desde las vivencias del pueblo. Y este, claro, estaba integrado tanto por hombres como por mujeres. ¿Y María Pacheco? Ella es la excepción que confirma la regla. Un personaje histórico impresionante, que siguió liderando la revuelta comunera en Toledo durante meses cuando el resto de Castilla ya se había rendido. Ahora mismo estoy escribiendo un ensayo histórico sobre ella, su biografía. Hay mucho que contar. “Carlos V puso a sus cortesanos flamencos en los puestos de poder que por tradición correspondían a la alta nobleza castellana”El reino estaba descabezado, en aquellos dos años, por el viaje de Carlos I al Sacro Imperio. ¿Fue un error dejar el gobierno en manos de sus vasallos flamencos? En efecto, Carlos estuvo ausente durante todo el tiempo que duró el alzamiento de las Comunidades, por eso mi novela se titula “Pueblo sin rey”. Tengamos en cuenta que era un monarca joven e inexperto, que supo ver a tiempo la tormenta que se estaba formando en los reinos hispánicos. No solo en Castilla, con las Comunidades, sino también en los reinos de Valencia y Mallorca, con las Germanías. Por suerte para él, dejó como regente al cardenal Adriano de Utrecht, un hombre de gran inteligencia y lealtad incuestionable (el futuro papa Adriano VI). En ese caso, Carlos tuvo un gran acierto. Su error previo, que fue una de las causas del alzamiento comunero, había sido el de poner a sus cortesanos flamencos en los puestos de poder que por tradición correspondían a la alta nobleza castellana. ¿Qué papel jugó Juana I de Castilla en los acontecimientos que sucedieron? Ella era la legítima reina de Castilla, aunque tanto su padre, Fernando el Católico, como su hijo, Carlos I, la mantuvieron encerrada y desinformada en el castillo de Tordesillas, para que no interfiriese en el gobierno del reino. Los comuneros intentaron cambiar esto y convertirla en la cabeza de su movimiento. Se dieron cuenta de que ella era la pieza clave para legitimarlos, ya que Carlos se negaba a hacerlo. Para ello, conquistaron Tordesillas y expulsaron a los “custodios” (aunque más bien, jabría que decir “carceleros”) de la soberana, los marqueses de Denia. Por desgracia para ellos, a la hora de la verdad, Juana se mostró reacia a firmar la Ley Perpetua que le presentó Junta comunera, y que hubiera supuesto un cambio de ordenamiento en el reino. Las dudas de la reina dieron tiempo a las fuerzas realistas para reorganizarse y volver a conquistar Tordesillas. Desde ese momento, Juana quedó otra vez en poder su hijo e inaccesible para los comuneros. De todos los líderes comuneros, ¿cuál es el que ha cogido más cariño? Siempre he sentido especial simpatía por Juan de Padilla, el regidor y capitán toledano, y por su esposa, María Pacheco. Aunque esa simpatía no se traduce en una idealización, ni mucho menos. Los dos, como el resto de los personajes de la novela, tienen sus luces y sombras.
En contra de los que se suele contar, hubo diferentes poblaciones castellanas nuevas o del sur que apoyaron el levantamiento como Madrid y Toledo. Tradicionalmente, el estudio de las comunidades se focaliza más en la Castilla Vieja, que es donde se asentó la Junta comunera y donde se realizaron las acciones militares más conocidas, incluyendo las de Segovia, Medina del Campo, Tordesillas, Torrelobatón o Villalar. Pero Toledo tuvo una importancia fundamental en el movimiento. Fue la ciudad que inició el levantamiento, y la que siguió resistiendo en soledad durante meses tras la rendición del resto de Castilla. Esto es algo que he querido resaltar en la novela. Sin olvidar los hechos históricos que tuvieron lugar en la Castilla del Norte, he querido presentar esos otros eventos, menos conocidos, que iban sucediendo al mismo tiempo en la Castilla del Sur, sobre todo en Guadalajara, Alcalá de Henares, Madrid y Toledo. ¿Fueron los gremios los principales valedores de los comuneros? Fue un movimiento fundamentalmente urbano, sobre todo en sus inicios, aunque en un segundo momento también se produjeron revueltas antiseñoriales entre el campesinado y la población rural. Al ser un movimiento urbano, recibió su apoyo de las fuerzas que sustentaban el tejido económico-social de las grandes ciudades: los gremios y la nobleza local, los caballeros y escuderos que formaban los regimientos. No en vano, los capitanes comuneros más conocidos, como Juan de Padilla, Juan Bravo y Pedro Maldonado eran regidores de sus respectivas ciudades: Toledo, Segovia y Salamanca. La nobleza, casi toda, estuvo a favor de las fuerzas realistas. ¿Fue Guadalajara el epicentro de ellas? Casi toda la alta nobleza acabó decantándose por el bando del rey, sobre todo cuando Carlos empezó a devolverles los cargos que antes les había arrebatado para entregárselos a sus cortesanos flamencos. Tengamos en cuenta que la aristocracia miraba con desdén todo aquello que oliese a “populacho”, y el movimiento comunero, encabezado por los hidalgos de los regimientos y los vecinos de las ciudades, no les merecía mucha confianza. Hubo varios epicentros, porque en el movimiento comunero prima mucho la identidad local de los diferentes integrantes. En Burgos estuvo el Condestable de Castilla; en Guadalajara, el duque del Infantado; en la zona de Toledo, el Prior de la Orden de San Juan de Jerusalén… ¿Qué ocurrió en la cercana Alcalá de Henares que tan bien conoce? Alcalá de Henares es un caso especial, y muy bien analizado por Joseph Perez. Aquí, el centro de atención está puesto en la Universidad Complutense. Durante mucho tiempo se pensó que su rector, Juan de Hontañón, había sido un declarado, y bastante belicoso, simpatizante del bando comunero. Hoy sabemos que no fue así, y que tuvo que guardar dificilísimo equilibrio para salvaguardar la existencia de la universidad, que llevaba en funcionamiento unos pocos años y se arriesgaba a desaparecer como víctima colateral del conflicto. Los hechos de la universidad alcalaína ayudan a comprender muy bien que resultaba casi imposible mantenerse neutral en esa época, y cómo, tras la pacificación, el bando victorioso intentó aprovecharse disfrazando los hechos en un intento de convertirlos en parte de la lucha política de las Comunidades, cuando en realidad no lo eran.
A su regreso Carlos I decretó numerosos indultos. ¿Por qué no lo hizo con la nobleza que apoyó a las comunidades? Quería mandar un mensaje. Al fin y al cabo, los comuneros se habían alzado contra él y debía castigarlos con dureza para que no cundiese el ejemplo. Y no solo en Castilla, sino en el resto de Europa, que andaba un poco levantisca en esos tiempos. Carlos se pasó el resto de su vida de guerra en guerra en un intento desesperado de mantener las riendas en los territorios de su Sacro Imperio europeo. Debía asegurarse de que, al menos, los reinos hispánicos no se le volviesen a soliviantar. ¿Le ha resultado difícil agrupar en una novela tantos acontecimientos ocurridos entre 1520 y 1521? Sí, a nivel narrativo ha sido la más exigente de mis novelas, precisamente por eso. El alzamiento de las Comunidades es un hecho muy complejo, cambiante, que abarca un gran territorio y tiene muchas particularidades a nivel local. Tuve que trabajar mucho, hacer una tabla con lo iba sucediendo en los diferentes escenarios, mes a mes… Ha sido mucho trabajo. Pero estoy muy satisfecha con los resultados. El narrador, aun siendo omnisciente parece una voz juvenil y con cierto humor, ¿cómo dio con esa voz? ¿Quiso con ello acercar más la historia a sus lectores? La elección de la voz narrativa es uno de los principales retos a los que se enfrenta todo escritor cuando concibe una obra. Yo la voy cambiando un poco, de novela en novela, para ofrecer algo nuevo en cada una, y no solo a nivel de contenidos, sino también formal. Cada escritor debe permanecer fiel a sí mismo. Pero también tiene que pensar en el lector, e intentar que este disfrute del libro. ¿Espera que el año que viene se celebren los actos que se han tenido que cancelar? Esperemos que sí. No tanto porque hayamos encontrado una vacuna que frene la pandemia, que es algo que se irá implementando poco a poco, como porque hayamos aprendido a gestionar la difusión de la cultura en este contexto. Es algo que nos convendría hacer ya, y hacerlo de forma adecuada, por el bien de todos. Puedes comprar el libro en:
+ 0 comentarios
|
|
|