En las islas de Kerguelen, antes llamadas de la Desolación, es donde se ubica la estación científica de Port-aux-Français, desde allí se registran los efectos del cambio climático en la fauna y la flora de nuestro planeta azul y, en especial, de aquella zona alejada unos dos mil kilómetros de la Antártida. Al estar distanciada del polo, Francia mantiene una población de científicos y militares permanentemente. Es en ese paraje helado e inhóspito donde sucede la acción de la novela de Marta Barrio.
Hay otros países, como España, que mantiene estaciones científicas en la propia Antártida. Nuestro país tiene dos bases en la Isla de la Decepción y en la de Livingston, debido a la extrema crudeza de aquellas tierras sólo están abiertas durante el verano austral, que va del mes de noviembre al de marzo. Barrio García-Agulló ha escogido Kerguelen porque su acción transcurre durante todo un año. Allí no sólo van científicos franceses sino que también se seleccionan investigadores de diversos países de la Comunidad Europea.
Es, precisamente, en la estación francesa donde sucede la mayoría de la acción del libro, basta ver el nombre a la isla para que nos demos cuenta que la desolación va a estar presente en toda la narración, al igual que unos gatos extremadamente agresivo. Ya en la travesía de aproximación a la isla, que suele partir desde Ciudad del Cabo, ocurre un asesinato accidental que nos dará idea de lo que en dicha isla puede suceder.
La protagonista de la novela es la científica española Olivia que nos acompañará en casi toda la narración, en algunos capítulos traspasará su protagonismo a otros amigos suyos como Emma, Edo o Quentin, todos ellos con diferentes problemas personales que les han conducido a presentarse voluntarios en una expedición en la que se requiere una gran fortaleza mental y física.
Aunque, escrito en tercera persona, la narradora –hay algunas claves que nos inclinan a pensarlo- va contando las historias personales de los distinto personajes. En ocasiones se vale de diferentes analepsis para contar sus vidas, sobre todo la de Olivia y su familia, pero, también, a las de Martine, Quentin, Emma o Edo. Esto nos permite conocer las motivaciones de estos científicos para ir hasta casi el fin del mundo para realizar su trabajo científico, tanto botánico como entomólogo.
Olivia es una persona de un perfil psicópata y misántropo, y casi siempre que ocurre un asesinato o una desaparición esta cerca de la escena del crimen. Parece querer limpiar su conciencia con el trabajo, que cada vez se realiza en peores circunstancias, tanto climatológicas como de pura subsistencia. La falta de alimentos hace que todos los personajes de la novela se muestren angustiados. Ya no sólo será por sus inquietudes ecológicas sino también por las ansías de sobrevivir, lo que inducirá a algunos protagonistas a asirse a la vida y a ciertos momentos de goces sexuales en extremas condiciones... climatológicas.
Ha sabido Marta Barrio perfilar de manera fidedigna las diferentes personalidades de todos los personajes de "Los gatos salvajes de Kerguelen". Los diálogos son cortantes cuando dialogan entre ellos y minuciosos cuando se hablan de cuestiones técnicas y científicas. La tensión, como he apuntado más arriba, es creciente y con un tono de agobio que se transmite al lector. Esa angustia vital de los personajes es reflejada fielmente, todo un análisis psicológico certero.
Los gatos salvajes que dan título al libro son los otros protagonistas principales de la novela. Aunque no se hable de ellos, en muchas ocasiones, están presentes como amenaza latente y parecen los causantes de algunas de las truculentas desapariciones. Sin embargo, la autora no ha querido desvelar quienes son los culpables de las mismas, haciendo así su novela más intrigante y desequilibradora. El resultado es una novela que nos hará reflexionar tanto sobre la supervivencia del planeta como de la especie humana en condiciones tan desfavorables como las que se viven en esa isla de la Desolación.
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