Mutatis Mutandis: “Muchas obras se han ocupado de estudiar la Armada Invencible y su impacto en la historia de Europa, pero hay un episodio relacionado con ella que apenas es conocido: un año después, en 1589, Inglaterra lanza contra España una flota de superiores proporciones: la Contra Armada. Tras ser repelida en La Coruña por la tenaz resistencia que encumbrará a María Pita, la Contra Armada será rematada en Lisboa por tierra y mar, abocándose a una catástrofe que duplicó las pérdidas de su predecesora y cambió el signo de la guerra, permitiendo a España continuar dominando los océanos”. En el mes de julio de 1588, Felipe II Habsburgo [Valladolid, 21 de mayo de 1527-REY DE ESPAÑA desde el 15 de enero de 1556 hasta, San Lorenzo de El Escorial, 13 de septiembre de 1598] tiene la infeliz idea, mal planificada y peor llevada a cabo, de intentar atacar a la propia Inglaterra en su propio territorio y, acabar, grosso modo, con el régimen de la reina Isabel I Tudor [Greenwich, 7 de septiembre de 1533-REINA DE INGLATERRA E IRLANDA desde el 17 de noviembre de 1558, hasta Richmond, 24 de marzo de 1603]. La extraña y complicada psique del Rey Prudente, y la muerte, ya habían apartado, a priori, de su confianza a su brillante hermanastro Juan de Austria (1545/1547-1578), tampoco le gustaba el oropel brillante de Alejandro Farnesio (1545-1592); y, al haber fallecido Álvaro de Bazán (1526-1588, escogió como almiranta a un hombre, el VII duque de Medina Sidonia (Alonso Pérez de Guzmán y Sotomayor. 1549/1550-1615) que: “Señor, yo en el mar me mareo y me constipo”. Todo ello conllevó una relevante derrota de las tropas españolas, momento que la reina Tudor aprovechó para enviar una Contra Armada o Expedición de Drake-Norreys o Invencible Inglesa, en la primavera de 1589, como parte esencial de la guerra entre España e Inglaterra, entre los años 1585 y 1604. El almirante sería Francis Drake (1540-1596), y las tropas de un posible desembarco estarían comandadas por John Norreys (1547-1597). Como indica el prof. Gorrochategui en su Introducción, cuando arriben a Inglaterra los restos de esta Contra Armada, el desastre inglés superará con creces al español del año anterior; pero, paradojas de la historia, el primero goza de decenas de acercamientos, y el segundo ha pasado desapercibido. Felipe II pretendía acabar con aquel régimen Tudor, cortar de raíz la actuación corsaria de sus marinos, evitar la ayuda anglicana a los protestantes flamencos, y exigir la tolerancia religiosa hacia la Iglesia Católica. En ninguna circunstancia, de haberse producido el desembarco, hubiese podido el ejército inglés detener a los aguerridos tercios de Flandes. La derrota de la Gran Armada española motivó una alegría delirante por parte de toda la Europa protestante. En septiembre de 1588 el Barón William Cecil de Burghley escribió: “Así termina esta narración de las desgracias de la Armada española que ellos dieron en llamar INVENCIBLE”. Tras la derrota, las naves de España necesitaban unas más que importantes reparaciones, por lo que el desvalimiento español era prístino. Por consiguiente, se realizó un ambicioso proyecto inglés: En primer lugar se destruirían los barcos españoles en reparación en Santander. Lisboa sería conquistada, Portugal se separaría de la Corona Hispánica, el prior de Crato se comprometió a aceptar el trono portugués y hacerse satélite de la monarquía Tudor, entregando el imperio portugués a la pérfida Albión, y, en tercer lugar, se encargaría de interceptar la flota española de Las Indias en las islas Azores. El imperio de los Habsburgo españoles caería con estrépito. Cuando llegan a La Coruña (4-19-V-1589) padecerán miles de bajas, e idéntico fruto cosecharán en Lisboa (26-V a 16-VI-1589). Felipe II respiró aliviado, y esta gran victoria le permitió cortar, sin ambages, las correrías corsarias del pirata Drake. “Sin embargo, nadie se lanzó a una campaña propagandística, nadie supo poner en valor que el proyecto hispánico había sobrevivido a un momento tan crítico como el que había pasado Inglaterra meses antes. Nadie ensalzó que la presencia hispánica en el mundo acababa de volver a nacer”. La grandiosa propaganda inglesa comenzó su labor de enaltecimiento, muy típico de los ingleses de todos los tiempos, substituyendo el fracaso por la loa gloriosa del éxito, por supuesto inexistente. En la corte de Felipe II, su tediosa y seria burocracia realizaría un relato meramente descriptivo. No se puede terminar este análisis sobre este libro excepcional del prof. Gorrochategui sin citar al personaje paradigmático de María Pita (1565-1643. Felipe II le concedió una pensión equivalente al sueldo de un alférez más cinco escudos mensuales, y un permiso para exportar mulas de España a Portugal): “El alférez de los enemigos que subió a la brecha animaba y gritaba a su gente, hasta que una mujer llamada María Fernández de la Cámara y Pita tuvo el acierto de matarle, y con esto causó alguna suspensión a los que subían y estaban peleando con los defensores que se cansaban ya, y con esto se animaron y recobraron para repeler al enemigo”. Otras mujeres coruñesas, de mayor o menor enjundia, defendieron, asimismo, la ciudad, como por ejemplo Inés de Ben. En suma, sobresaliente con grado o cum laude para esta obra. Duos habet et bene pendentes. Deo gratias! Puedes comprar el libro en:
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