Hay quienes se atreven -no todo el que se dedica a garabatear letras osa a tales experimentos porque es necesario mucho conocimiento sobre lo que se diserta-, a remover los cimientos de los géneros a sabiendas, de tal forma que el híbrido resultante no es esto ni aquello, sino una otra cosa distinta que tiene propiedades singulares y atrayentes para lectores exigentes, y aunque no es dulce ni salado la mixtura es agradable, como plato que se elabora con primor en una cocina de autor.
Para escribir un texto de estas características, a ensayar además con éxito un artificio narrativo como “La empoderada y maldiciente Sara”, se requiere de sobradas dosis de astucia y sagacidad y de otros ingredientes de los que luego hablaremos, para que, la resultante, termine siendo un ejercicio lectivo atrayente a paladares acostumbrados a posar los ojos por las ringleras de las letras.
Aviso a navegantes de lo ficticio: si usted escribe, por azar o por alguna otra razón inconfesable o inexplicable, porque, lo de “por fuerza mayor” me parece una cursilería, es decir, si usted se dedica a ensartar letras, pudiera encontrar muy bien su retrato, su caricatura vamos, en el decurso de este libro que no es ni un poemario ni una novela y sin embargo son ambas cosas.
Antonio García Velasco en “La empoderada y maldiciente Sara” nos propone una novela que comparte espacio con un buen número de poemas en endecasílabos sáficos -en cualquiera de sus modalidades rítmicas-, que a la sazón son los que impulsan la trama de lo que se cuenta. De tal forma que “los poemas que este relato incluye quedan explicados por los hechos narrados”.
El texto -pícaro, socarrón, satírico a más no poder- se compone de dos partes bien diferenciadas. Una novela impulsada a través de poemas, como se dijo; y, un apéndice denominado “Centauros en la playa de arenas movedizas”, escrito por el personaje principal de la novela, una periodista joven, inteligente, sin ataduras para gozar de cuanto le rodea, liberal, de maneras y formas rotundas y de un endiablado verbo, al que el autor hace llamar Sara Quijano Benavente, que ya por sus ilustres apellidos, viene a darnos pista segura de por dónde pretende encauzar el imaginario de los potenciales lectores; personaje que, decía, termina enredando a cuanto poeta, sin distinción de sexo, se le pasa por las entendederas, dejando al mismo en una situación de ridículo entre el colectivo de vates con el que se relaciona en este mundo cerrado y como místico, como de burbuja que está por sobre el nivel del suelo, en el que se instalan los bardos con tal de que hayan publicado cuatro ripios.
Es por lo que decía, que, si usted conoce al profesor Antonio García Velasco, bien haría en leer presto “La empoderada y maldiciente Sara”, porque pudiera ser, pudiera, que se viese en el espejo de Sara Quijano Benavente con las vergüenzas al aire, y, quizás, eso, le haga tener algo más de comedimiento.
Hay que tener oficio y conocimiento de la historia de la literatura para escribir este libro -publicado en KPD-Amazon-, que, desde luego, es un divertimento jugoso que recomiendo.
Puedes comprar el libro en: