Con un prólogo excepcional de Elia S. Temporal que podemos calificar sin temor a equivocarnos de brillante y publicado por la editorial Verba Manent nos llega el último poemario de María Teresa Espasa titulado "Una grieta en el tiempo". La portada pertenece a un cuadro de Federico Romaguera, en la que podremos apreciar un árbol en un estallido de colores otoñales (que van desde el rojo o anaranjado hasta el amarillo). En cuanto a su estructura, el libro consta de siete bloques o apartados en los que la poeta irá repasando muchos de sus recuerdos y extrayendo de ellos atractivas reflexiones sobre la vida y el inexorable paso del tiempo. Nostalgia y añoranza por el amor perdido serán otros de sus dos leitmotivs más importantes como bien resumen los siguientes versos extraídos de la página 80:
A veces después del amor una lágrima asoma.
También encontraremos en su poesía clamor y lamento por los más desfavorecidos, ya que Espasa no duda en unir su voz a la de las personas con menos recursos o por diferentes motivos desgraciadas compartiendo con ellas sentimientos comunes como el dolor, el sufrimiento, la soledad y quizás la esperanza en un tiempo mejor, véanse si no los siguientes versos pertenecientes a “Asamblea en el claro” (página 49):
Ante mí desfilan espíritus de nieve que persiguen el claro del bosque para dejar de ser esclavos:
Vagabundos, Bohemios, Refugiados, Caminantes sin destino.
(…)
Quizás cuando llegue el invierno y el vuelo migratorio de las aves, supere ausencias dudosas, anidaremos una vez más, en el lado oscuro del espejo.
Espasa siempre persigue con su escritura alcanzar la máxima belleza y el goce estético y consigue ambas cosas gracias a rasgos distintivos que le son característicos como la musicalidad, la sensibilidad, la sensualidad, además de la fuerza y la valentía al escribir como demuestra el poema “La mirada” que además ha sido elegido por su relevancia para figurar como contraportada de este libro:
LA MIRADA
Mirad cómo saltan las aves de espina en espina libando el néctar de las moras.
Observad las párvulas especies, y no huyáis de los lobos que vagan por la espesura.
Al igual que en su poemario EN ALGUNA PARTE ES OTOÑO, que obtuvo el XXXII Premio Ciudad de Valencia “Vicente Gaos” en 2015, aquí el otoño y el invierno serán dos estaciones primordiales que nos invitarán a realizar un recorrido, pausado, sereno y ameno, lleno de indagaciones. Al hilo de esto, podemos leer algunos versos de los que configuran “Noviembre” (página 17):
Estoy callada Y quieta, apaciblemente quieta.
Y este mismo poema termina de la siguiente forma:
Sigo callada. Plácidamente quieta.
Y pronto hará frío.
Este mismo mensaje de reafirmación, tesón y lucha contra todo lo establecido como norma lo volveremos a encontrar en la página 57 cuando la poeta nos manifiesta con su potente voz que el camino tanto de la literatura como de la vida es difícil pero gratificante:
No sé qué digo cuando digo soy pero me gusta ser.
No es el azar quien me lleva, son los caminos construidos piedra a piedra, nudo a nudo.
No obstante, a veces ese mismo mensaje se teñirá de desesperación o impotencia como indican los siguientes versos feministas sitos en la página 64:
Querer desertar y ser mujer. Cerrar los ojos, silenciar los labios y morir…
Sólo por ser mujer.
Y es que la poeta desde la calma luminosa que proporciona la edad y las experiencias se muestra plenamente observadora de su pasado y de su presente extrayendo de ellos conclusiones que ofrece a sus amados lectores mediante hermosas reflexiones que nos demuestran que su poesía está sin duda a la altura de otras grandes poetas valencianas como María Beneyto o Francisca Aguirre. No obstante, aunque lo meses elegidos para su discurso sean casi siempre los más gélidos del año, eso no quiere decir que no pueda hallarse también plenitud en estos fríos paisajes como veremos, por ejemplo, en el poema “Entre sombras” y concretamente cuando describe imágenes como la de “un ciprés cargado de ramas verdes” (página 35):
Y llego al bosque. Y llego al río, con su lecho de hojas muertas.
Sin nada que lo impida, voy hacia un altivo ciprés cargado de ramas verdes.
No sé si por azar o por destino el ciprés abre sus brazos y estrecha mi figura.
Esta extraña comunión con la naturaleza se repetirá con éxito en más de un poema del libro y probablemente hunda sus raíces en la gran tradición de la poesía mística, puesto que esta fusión llena de gozo y sensualidad a la autora como en su día le pasó a San Juan de la Cruz o a Santa Teresa de Jesús, veamos unos cuantos versos que así nos lo confirman (página 54):
Cuando la noche llega desnuda se convierte en el placer más dulce e inesperado que me embriaga.
Con frecuencia la razón contradice al destino, y los besos llamean, y yo me desgarro por dentro.
Como no podía ser de otra forma, otro de los temas fundamentales que abordará la poeta es su fe en las palabras y en que un día estas perduren, de ahí que haya titulado a uno de sus poemas “Palabras de granito” y contenga versos como los siguientes (página 72):
Palabras inéditas, ocultas a menudo en la distancia.
Palabras de granito que a menudo se transforman en ritos del pasado, o en amores tan audaces y atrevidos como olas rompiendo en la en la misma orilla.
Para finalizar, Espasa sigue con los meses del calendario y titula a su penúltimo poema “Diciembre” y con este y con el último poema del libro, titulado “El ser del invierno”, cierra un círculo. que ya había empezado con su poema “Noviembre”, en el que con voz serena acepta y asume ese frío del paisaje en toda su extensión.
DICIEMBRE
Al amanecer, la lluvia perturba el paisaje.
A pesar de todo, ya ves, estoy serenamente quieta.
Sigo callada.
Y hace frío.
Como decíamos han sido versos parecidos y similares a los de “Noviembre” porque parece que todo sigue igual. De hecho, así lo acaba constatando el último de todos los poemas, “El ser del invierno” (página 84), que transcribo íntegramente y, con ello, pongo punto final a esta reseña sobre el último libro de esta gran escritora que, una vez más, hará las delicias de su público.
EL SER DEL INVIERNO
¡Ah, el invierno!
¡Qué feroces, qué distintos los días de invierno!
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