En la novela cada palabra, cada término, parece minuciosamente pensado, como si quisieras encajar todo a modo de puzle... ¿era tu intención esa? ¿O escribes de forma más visceral?
Escribo de una manera más automática. Una vez que he encontrado la voz narrativa, en este caso, la voz del protagonista que nos va contando su historia, le cedo el control por completo. Dejo que sea él quien cuente su propia historia y que su voz se despliegue sin mi intervención. Claro que, a veces, mi voz irrumpe en escena. Supongo que es inevitable, aunque trato de que pase lo menos posible. ¿Buscabas el realismo sucio? ¿O llega a través de la historia? Dicho de otra manera... ¿surge antes el tono o el engranaje? Antes de comenzar a escribir sé muy poco sobre la novela. En este caso, partí de un sueño en el que se me reveló Marla, con nombre y aspecto, y una situación específica que me sirvió como punto de partida, aunque después eliminé ese primer capítulo. Por otro lado, sabía que quería escribir algo sobre el billar a tres bandas, un microuniverso fascinante, lleno de personajes entrañables, un lenguaje propio y unos alcances estéticos que desde hace mucho me han resultado irresistibles. Supongo que el realismo sucio es una consecuencia lógica de situar mi novela en dos ciudades de México (aunque nunca se mencionan por su nombre), en el submundo del billar y el de la prostitución, y de que el protagonista sea quien es. La oralidad de la narración y los escenarios en que transcurre la trama dan como resultado eso que podría considerarse realismo sucio. También es claro que he leído a Pedro Juan Gutiérrez, a Fernanda Melchor, a Fernando Vallejo y a otros autores latinoamericanos que coquetean con ese género. La primera persona narrativa es fundamental... ¿tenías claro desde el principio esa opción? Sí. Creo que hoy en día es muy difícil hacer narrativa de ficción desde una persona distinta a la primera. La verosimilitud del relato depende mucho de la voz narrativa y esta, como no sea la de Dios, debe surgir de un personaje. Ser un personaje en sí misma. Me parece que narrar en primera persona hace todo más visceral, más auténtico, más profundo. No descarto escribir alguna novela en tercera persona pero por ahora, la primera persona me permite hacer lo que me propongo. ¿Tenías algún escritor en mente como modelo a la hora de abordar este proyecto? No conscientemente. Cuando escribí Sacrificio, mi primera novela, tenía en mente un libro de Mario González Suárez llamado A wevo, padrino. De ahí tomé la idea de un narrador que habla con un personaje al que nunca escuchamos. Para Solo que Marla no volverá, sin embargo, lo único que tenía en mente era aquel sueño: ese personaje femenino cuya historia había que descubrir, al menos parcialmente, desde la óptica de un narrador que no podía ser yo. Pero, claro, uno lleva a cuestas sus referentes y sus influencias. En mi caso, luego de leer compulsivamente por más de 30 años, estos son muchos y muy diversos. Creo que mi narrativa dialoga consciente o inconscientemente con varios de ellos. Tus personajes... ¿Totalmente inventados o tienen inspiraciones en el mundo real? Tanto el narrador como Marla son personajes ficticios. Al menos en algún sentido. Al haber soñado a Marla, tiendo a creer que es real de alguna forma, en algún plano, en algún universo al que logré asomarme, o que logró asomarse a través de mis sueños. El protagonista de la novela, el narrador, tiene muchos rasgos en común conmigo. Su agria visión del mundo, su mente obsesiva (como la de cualquier jugador de carambola), sus ideas respecto al amor y el sexo como vehículos de comunión mística. Casi todos los personajes del mundo del billar que aparecen en la novela están inspirados en personas reales, jugadores que conozco Algunos son mis amigos. No todos aparecen con sus nombres o apodos reales pero muchos sí. Los personajes más siniestros, los proxenetas y torturadores, son ficticios. Aunque su esencia es verdadera. En México (y supongo que en todo el mundo) abundan rufianes de dicha calaña. ¿Cuánto hay de experiencia personal en la novela? Mucho y muy poco a la vez. Las situaciones que tienen que ver con la carambola están inspiradas en cosas que vi o viví como jugador. El resto de la historia es ficticio casi enteramente. La parte más importante, lo que yo considero la esencia de la novela, y que podría definir como una idea sobre el sexo y el amor carnal es, sin embargo, producto directo de mi experiencia vital. Concretamente, de mi relación de pareja actual, a través de la cual he podido experimentar el arrobamiento místico sin necesidad de ingerir sustancias psicodélicas. Llama la atención el punto de ternura que le otorgas a algunos personajes que, por circunstancias vitales, uno podría pensar como más cínicos... ¿es algo deliberado, ficcional o viene de la misma experiencia? Habría que examinar caso por caso pero, de entrada, insisto: hay muy poco de deliberación en lo que escribo. Prefiero que la novela se me revele y, a través de mí (y de mis herramientas y limitaciones), se le revele a los lectores. Si hemos de creer que gran parte del contenido de la novela proviene de mi inconsciente, me parece natural esa ternura, sobre todo en contraste con el cinismo, puesto que, en el fondo, conservo la mirada tierna de un niño triste y, en la superficie, desprecio el cinismo porque me parece una salida fácil y pusilánime en un mundo tan agobiado por el odio, la maldad, la crueldad humana. Soy, en ese sentido, un autor más bien moral. ¿Temes que la gente no aficionada al billar se pierda el simbolismo de las partidas? Si el objetivo de la novela fuera seducir a los jugadores de carambola, estaría condenado a vender un puñado de ejemplares: se trata de un juego en peligro de extinción. No sé en España, pero en México lo practican principalmente personas de edad avanzada. Es un juego que posiblemente desaparezca pronto, al menos aquí. Los primeros lectores del manuscrito fueron personas que no saben absolutamente nada del billar y su reacción fue muy positiva. Una de las cosas que más me gustan de la novela es justamente el lenguaje del billar, y que el narrador no se tome la molestia de explicarlo. Creo que las imágenes que se pueden formar en la mente de los lectores neófitos pueden ser mucho más interesantes que aquellas que surjan en la mente de quienes saben de qué se está hablando. Esa multiplicidad de posibilidades, creo, enriquece al texto. En “Solo que Marla no volverá” el sexo actúa como un elemento narrativo más, casi a modo de engranaje entre unos hechos y otros... ¿Crees que es así en el mundo real? Bueno, por principio, desconfío de la realidad. Creo que el trabajo de un artista consiste básicamente en dinamitar la realidad. En ese sentido, no pretendo que lo que escribo sea “realista”. Lo que intento mostrar a través del sexo es la perversión, la diversidad del deseo, los múltiples alcances psicológicos y espirituales que el deseo encuentra a través de nosotros. Creo que en lo que conocemos como “mundo real”, la gente tiene vidas sexuales más bien horrorosas, ya sea por mustias, tímidas y limitadas, o por enfermas, en un sentido amplio del concepto. Una sexualidad enferma es una sexualidad mutilada, desconectada de la ternura, de la curiosidad por el alma del otro, de la otra. Creo, además, que la gente (especialmente las generaciones posteriores al ’85) tiene muy poco sexo. Me horroriza. No entiendo cómo puede la gente vivir de esa manera. Creo que si todos le pusiéramos mucho más empeño a sostener larguísimos y muy frecuentes encuentros sexuales que a ver cuántos “likes” tiene nuestra última publicación en Facebook, este mundo sería mucho más habitable. La figura de Marla sobrevuela toda la novela, aunque su aparición directa es muy reducida... ¿pretendías crear un cliffhanger? ¿O, nuevamente, es algo más intuitivo? Es simplemente la historia que se me reveló, la que pude ver, la que el narrador me contó al oído para que yo le prestara mis dedos y pudiera confeccionar la novela. En algún momento, mientras comenzaba a escribir, me di cuenta de que la fuerza de Marla como personaje gravitaba justamente en su ausencia. También hay un poco de política en la decisión de dejar que su voz se escuchara solo a través de la del narrador, un hombre. No lo planee así pero, tan pronto como vi que ocurría, supe que estaba dejando clara una postura política. La voz de las mujeres ha sido sistemáticamente acallada durante siglos, milenios… Los hombres hemos contado la historia. Los hombres hemos hecho las leyes. De alguna manera, el protagonista de la novela está ejerciendo ese mismo espíritu al ser él quien le da voz a las mujeres. Mujeres a las que desea pero no entiende. Mujeres a las que añora pero no puede alcanzar porque son, a fin de cuentas, ideas, retratos de lo insondable. ¿Definirías la novela como el relato de una búsqueda? Sí, en más de un sentido. Es el relato de la búsqueda de una amante perdida; es el relato de una búsqueda de sentido que se expresa sobre la mesa del billar, cada vez que el protagonista se enfrenta a un posición de las bolas sobre el paño; es el relato de una búsqueda de justicia en un contexto donde esa palabra es ornamental. Me resulta interesante que, en la novela, todo lo que busca el protagonista aparece, sin embargo, de una forma distinta. Buscando a Marla encuentra a Marisa; buscando a una banda de proxenetas encuentra al demonio, un militar torturador y asesino que actúa en contubernio con distintos alfiles del crimen organizado. No puedo dejar de mencionar que, justo hace un par de días, fue capturado en Estados Unidos el exsecretario de la Defensa Nacional, acusado de diversos crímenes, entre ellos, narcotráfico. No pretendo escribir sobre la realidad de mi país pero parece inevitable que esta (por más que intente resistirme al concepto mismo) se cuele entre las páginas de mis novelas. El retrato que haces de la sociedad mexicana (de cierta sociedad mexicana) es crudo, desasosegante, difícil de hallar fuera del ámbito de la ficción, seguramente. ¿Crees que la literatura se puede amparar en su supuesto carácter “ficticio” para mostrar la realidad que no queremos ver? La literatura (y el arte, en general) sirve como un instrumento para desnudar al mundo, para quitarle distintas capas a lo que consideramos “real” para mostrar lo que subyace o cómo aquello muta constantemente. Más que a describir la realidad, el arte aspira a lo verdadero. Es más, emerge de ahí. Algunas veces leemos algo que nos produce una intensa sensación corporal y emocional, una que nos dice “esto es lo que es”. Cuando nuestro cuerpo se estremece al escuchar un acorde, al ver una pintura o al leer un verso, está asintiendo a lo verdadero. Lo verdadero no puede ser nombrado ni representado, pero habita en el tejido del arte y es perceptible intuitivamente. Se tocan en la novela algunos temas truculentos, como el narcotráfico, pero no te regodeas en ellos... es como si fueran un paisaje de fondo en el cual pones a tus personajes y éstos actúan... ¿Pretendías huir de esa salida “fácil” literariamente que es el buscar lo más sensacionalista, lo más grandilocuente? Mi búsqueda como escritor de ficción está muy alejada de los temas coyunturales. Así como no hablo de bandas de rock ni de tecnología, tampoco le pongo nombre a las ciudades en que ocurren mis historias. Desconfío de los escritores que invaden el terreno del periodismo. En América Latina tenemos extraordinarios periodistas narrativos que han dado cuenta, con valentía y talento, de la horrorosa realidad que padecen nuestros pueblos: violencia, desigualdad, injusticia, desesperanza. A ellos les dejo ese trabajo, que también he practicado y que respeto muchísimo. Mis intenciones al escribir no son otras. Quiero hablar de aquello que no cambia con el contexto, aquello que es durable, permanente. El deseo, la aspiración humana de fundirse en el otro, en la otra. La comunión. La lucha contra el destino. La complejidad de la existencia. El tema de las desapariciones de mujeres en México es otro de los ejes narrativos... ¿investigaste sobre él? ¿O es tan familiar que ni siquiera te hizo falta? Antes de saber que escribiría esta novela leí muchos reportajes y crónicas sobre ese tema, que es pavorosamente cotidiano en México, igual que otras formas de violencia de género. No tuve que investigar al respecto porque, además, no pretendía hacer un retrato fiel de ese universo. El tema de la trata de mujeres fue, una vez más, consecuencia natural de la voz narrativa y de la historia que nos contaba su portador. ¿Qué había pasado con Marla? En un contexto como el del personaje, pensar en trata de personas era lo más lógico, lo más verosímil. Recurres con frecuencia al lenguaje más crudo, más de la calle, no solo en diálogos sino también en el monólogo interior... ¿pretendes mostrar cierta manera de hablar o solo darle verosimilitud al asunto? Me interesa la riqueza del lenguaje. El español que se habla en la Ciudad de México es muy distinto al que se habla en Cali o en La Habana. Quería dar rienda suelta a ese lenguaje como una forma de reivindicación de la identidad. Pero también es un tema de verosimilitud. Desconfío de las voces narrativas que suenan como la voz de un escritor. Esos bellos lances de altísima literatura hay que dejárselos a la crónica, a la poesía, a las memorias de los escritores. A mí me interesa la oralidad, que la voz narrativa suene lo más natural posible, y que los bellos lances de altísima literatura surjan en brevísimas cucharadas, solo cuando broten como el agua de un manantial inadvertido. La última... ¿seguirás con el tono de realismo sucio en futuras obras o quieras explorar otros campos? La próxima novela que voy a escribir es una especie de ucronía sobre encuentros extraterrestres. No creo que tenga nada que ver con lo que he escrito antes. Lo que haga después de esa novela, ya lo veremos. Algo sí tengo claro: la voz narrativa debe ser diferente en cada nueva novela. Puedes comprar el libro en:
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