Cuando hace unos años leíamos las crónicas de un periodista llamado Luis o las veíamos en algún programa de Fernando Sánchez Dragó y escuchábamos sus comentarios y leíamos sus artículos en distintas y variadas publicaciones no podíamos creer que pasado el tiempo podríamos dialogar buenamente de sus múltiples aventuras. Luis pertenece a esa generación de viajeros, exploradores y periodistas que con el paso del tiempo echamos de menos. Ha hecho de todo y ha trabajado en las cabeceras más importantes de este país y sin duda alguna sus fotos y algunos de sus comentarios quedarán para hacer historia de un país o mejor dicho de un subcontinente que ha atraído a mucha gente.
Un Viaje dentro de la Historia
Ha habido personas que han hecho de la India su residencia habitual e incluso se han ido allí a vivir y otros como es el caso de nuestro protagonista que no solo ha hecho o fabricado una casa con lo principal de la misma sino que lo ha hecho de todos aquellos lugares geográficos trayéndolos consigo. En un trabajo efectuado por los amigos de Odisha a través de la editorial «La línea del Horizonte» acaban de publicar un libro sumamente recomendable «India. Una pasión compartida» donde varios autores tocan un tema concerniente a este gran coloso. Uno de ellos el profesor Óscar Pujol Riembau ofrecía un tema sumamente interesante dando datos históricos de lo que en su momento fue el Imperio del Gran Mogol con el título «Una estirpe de guerreros que cambió la India» En palabras del profesor «Las ironías de la Historia quisieron que la conquista de la India fuese solo una segunda opción para los mogoles. A finales del siglo XV, Babar (literalmente, el Tigre) heredó el reino de su padre en Ferghana - al este de Samarcanda en el actual Uzbekistán - cuando solo tenía once años de edad, pero sus enemigos lo destronaron» Nuestro autor (Luis) no solo navega por las aguas polvorientas en ocasiones de la Sagrada India si no que viaja en esos trenes en ocasiones, nunca mejor dicho, a todo tren y en otras a medio gas. Busca la historia, la grandeza de un Imperio como en su momento hizo el poeta y escritor Jesús Aguado al buscar el aroma de Benarés y lo dejó escrito en «Una librería en Benarés. Motilal» relatando ese primer viaje que realizó en 1987 según sus palabras «Era una ciudad entonces difícil, en la que escaseaban los occidentales y abundaban las incomodidades, pero fascinante de golpe a golpes. De encontronazo en encontronazo, allí aprendí a descubrir que cada uno de nosotros, cada ser minúsculo que fuera y sin importar su apariencia, era una fruta sabrosa a la espera de que a algún dios le apeteciera llevársela a la boca» Y la profesora Chantal Maillard que en su «Diosas y esclavas. Función simbólica y social de la mujer en la India» se preguntaba en sus primeras líneas «¿Cúal es el origen de las diosas indias? ¿que sentido tienen las diosas terribles? ¿Tiene alguna relación el feminismo indio con los cultos de las diosas y con los sistemas tribales?»
Pero volvamos a Luis a ese antiguo jugador de Póker que en su recorrido buscando las huellas de los mogoles parece tocar absolutamente todos los temas que han leido o que el propio autor se ha deleitado leyendo y de lo que muchos autores anteriores han escrito y al mismo tiempo se mezcla con los habitantes de la India hablando en inglés de sus aventuras e inquietudes. No es lo mismo escribir sobre Israel o Palestina pero si a una aventura personal le unimos la historia, la geografía y los viajes de los que ha realizado en ocasiones Mowinckel desde luego estamos ante una gran obra que no dejará a ningún lector indiferente. Un rastro que como Pujol sigue Luis completamente histórico de los seis primeros emperadores mogoles aquellos «considerados los más grandes y gloriosos, desde Samarcanda, Bujara y otros enclaves de la mítica Ruta de la Seda hasta la India meridional, frontera de la máxima extensión que alcanzó su imperio» Desde Bombay a Aurangabad, en el interior del estado de Maharastra, hay una hora de vuelo o doce de autobús y en este recorrido del autor hay tiempo para compartir «He estado un montón de veces en Delhi, al menos diez, y aunque desde mi primera visita hasta la última han pasado treinta años, en muchos aspectos la ciudad no ha evolucionado apenas, o lo ha hecho a peor. Ahora hay muchísima más gente en todo el país, de 750 millones en 1984 la población ha pasado a casi 1200 millones, once de estos viven en la capital» Al abrirse un vacío político en el norte de la India, mientras llega un hombre joven desde Kabul quien esperaba recibir su oportunidad: Babar. Un arrogante hombre, un rey, Ibrahim Lodhi había perdido ese apoyo por parte de los nobles. Una batalla totalmente decisiva con el nombre de Panipat y los cien mil soldados y los innumerables elefantes de Lodhi no pudieron resistir esa estrategia superior de Babar y entre 1526 y 1530 lo derrotó con solo mil hombres. Luis, en un trabajo anterior, se ocupa de Humayun, hijo de Babar (1530-1556) quién perdería el trono a manos del rey afgano Sher Shah en 1540. En esa obra Mowinckel desarrolla con maestría a este gobernante que tuvo la mala fortuna de morir casi a los dos días de volver y llegar al poder de nuevo... En palabras del autor «El segundo emperador mogol, visitó Ahmedabad en 1536, al completar su victoria sobre Qutubudín Bahadur Sha, sultán de Gujarat y su breve anexión a este territorio. El valiente, supersticioso y opiómano hijo de Babur acompañó con sus tropas a orillas del Sabarmati y como relata el historiador británico William Eriskine acabó visitando los magnificos palacios, mezquitas y madrasas de la capital que entonces era una de las más ricas del mundo»
Y la India
La India es tan grande como su propia historia y las páginas de Luis son desde luego una muestra clara de ello. Hacemos nuestras las palabras escritas en su momento por el filósofo y escritor Julián Marías «Hice por primera vez la experiencia de un país enteramente ajeno a nuestro mundo. Me sorprendió la diferencia de supuestos, de sentido de la vida, de relación con la realidad. Me pareció descubrir que el secreto estaba en la aceptación de ella, a diferencia del occidental que rara vez lo consigue que pone por delante sus estimaciones o sus deseos e intenta cambiarla desde luego, sin dejarla ser primero. Esta me pareció ser la gran diferencia positiva, lo que probablemente se podría aprender, no una filosofía cuyo sentido se escapa, sobre todo si no se conoce la lengua, cuyo conocimiento superficial está expuesto a convertirse en una colección de errores» Y en uno de esos viajes que Luis ha desarrollado no una sino mil veces por el subcontinente cerramos con una experiencia que igual que el Imperio de los mogoles nos describe ese lado indio que muchos no cuentan y nuestro autor con su lenguaje coloquial lleno de ironía al leer su obra nos describe «En un tren indio dejas un momento un libro sobre el asiento y tu vecino lo toma sin tu permiso, lo abre, se detiene en cada página aunque no entienda nada y se demora unos minutos en admirar una fotografía si el volumen es ilustrado. Todo les hace ilusión, les sorprende, todo les hace gracia, a veces de un modo molesto: se cae una persona en la calle y se descojonan, le dices a uno que te has envenenado en un restaurante y se parte de risa» Así es la India ¿han olvidado al Mahatma?
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