Don Quijote toma partido por el indefenso muchacho, y con la amenaza de atravesarlo con su lanza hace que el ganadero lo desate de la encina y se comprometa a pagarle lo que le debe por nueve meses de trabajo. Al no llevar ese dinero encima el ganadero jura ante don Quijote que una vez que Andrés le acompañe a su casa se lo pagará. Andrés no confía en su palabra, ni mucho menos que fuese caballero como advertía don Quijote que lo sería, sino «Juan Haldudo el rico, el vecino del Quintanar».
El final de esta aventura es bien conocido. Una vez que don Quijote se retira de ellos siguiendo su camino, «contentísimo de lo sucedido, pareciéndole que había dado felicísimo y alto principio a sus caballerías», el ganadero vuelve a atar al pastor a la encina «donde le dio tantos azotes que le dejó por muerto».
Puede parecer que con una simple lectura de esta parte del capítulo no es posible ubicar precisamente este paraje en el camino. Hoy, los lectores del Quijote, necesitamos de muchas más referencias geográficas o descripciones precisas de la imagen del escenario donde se está desarrollando la acción de los personajes. Sin embargo, a principios del siglo XVII una simple descripción de la imagen del territorio era suficiente para que el lector, conocedor del entorno, ubicase la acción. Un lector de esta parte de la Mancha, o que hubiese viajado por esta parte del camino de Toledo a Murcia, ya tenía identificado este paraje en su mapa mental.
Anotemos lo que el narrador de esta historia nos dice:
-Don Quijote deja la venta con dirección a su casa por el mismo camino que trajo el día anterior: «Mas viniéndole a la memoria los consejos de su huésped cerca de las prevenciones tan necesarias que había de llevar consigo, especial la de los dineros y camisas, determinó volver a su casa y acomodarse de todo, y de un escudero, haciendo cuenta de recebir a un labrador vecino suyo que era pobre y con hijos, pero muy a propósito para el oficio escuderil de la caballería».
-La aventura con el pastor es cerca de la venta, en un bosque de encinas que hay junto al camino: «No había andado mucho cuando le pareció que a su diestra mano, de la espesura de un bosque que allí estaba, salían unas voces delicadas… y volviendo las riendas, encamino a Rocinante hacia donde le pareció que las voces salían, y a pocos pasos que entró por el bosque vio atada una yegua a una encina, y atado en otra a un muchacho…»
-La siguiente aventura que tiene lugar antes de llegar a su casa en ese mismo camino es aclaratoria tanto en el camino que está llevando don Quijote como su dirección: «Y habiendo andado como dos millas descubrió don Quijote un grande tropel de gente, que, como después se supo, eran unos mercaderes toledanos que iban a comprar seda a Murcia». Don Quijote iba hacia su casa por el camino de Toledo a Murcia, con dirección a Toledo.
-Junto al camino tenía el ganadero de Quintanar su rebaño de ovejas guardado por el pastor Andrés: «—Señor caballero, este muchacho que estoy castigando es un mi criado que me sirve de guardar una manada de ovejas que tengo en estos contornos»
Imagen del SignA con anotaciones del autor
«No había andado mucho». La supuesta indeterminación del narrador en el espacio caminado por Rocinante en el camino desde la venta y la acción antrópica del hombre, que en estos cuatro siglos ha provocado la casi desaparición del monte de encinas en esta parte de la Mancha, hacen difícil la localización a simple vista del escenario de la aventura.
Observando el mapa del SignA (Instituto Geográfico Nacional), a unos tres kilómetros del lugar donde se encontraba la Venta de Manjavacas, venta donde fue armado caballero don Quijote, al Camino de Toledo a Murcia, también conocido en esta parte de la Mancha como Camino de los Valencianos, se le incorpora por su izquierda lo que hoy solo parece otro camino y después de coincidir aproximadamente un kilómetro lo abandona por su derecha. El mapa remarca este camino entre dos líneas de puntos con el nombre de Cordel de Los Serranos. No es un camino sino una vía pecuaria por el que en tiempo de la escritura del Quijote los ganados transitaban por él con privilegio de paso. Estas vías pecuarias han estado siendo utilizadas por los ganaderos hasta bien entrado la mitad del siglo XX.
Estas vías pecuarias fueron instituidas por el rey Alfonso X el Sabio. Estas vías de tránsito de ganados se regularon con un buen número de privilegios y reales cédulas, confiadas a la Mesta. Se les denominó cañadas, cordeles y veredas. Todas tienen los mismos derechos y solo se diferenciaban principalmente en su anchura, mientras las cañadas tenían un ancho de noventa varas, los cordeles tenían cuarenta y cinco y las veredas veinticinco varas. Las grandes cañadas principales, conocidas así desde su principio a su fin, que vertebraban la península Ibérica son la Leonesa, Soriana y Segoviana.
Son bienes de dominio público, destinadas al tránsito de los ganados, que han llegado hasta nuestros días. Los ganados, además, se podían aprovechar del pasto que en ellas se daban. Hoy estas vías ganaderas casi se han desvanecido en la imagen del territorio convirtiéndose en meros caminos, perdiendo esas grandes dimensiones de unos 75 m. de anchura para las cañadas, 38 m. los cordeles y 21 m. las veredas. En ellas, también, se establecieron descansaderos y abrevaderos con sus lindes amojonadas para dar descanso y servicio a los ganados.
Durante finales del siglo XIX y durante buena parte del siglo XX estas vías pecuarias sufrieron modificaciones en su trazado, bien por declararse innecesarias, bien por atravesar nuevos terrenos de cultivo especialmente de regadío o por la ejecución de obras públicas de interés general, como carreteras o vías de ferrocarril. En ocasiones se variaba el trazado mediante una permuta de terrenos y en el caso de cruces con ferrocarriles o carreteras la entidad constructora debía facilitar el paso de ganados, con puentes o pasos a nivel, con el ancho necesario, por lo menos la mitad, de la vía pecuaria.
Incluso, según el RD de 23 de diciembre de 1944, si una carretera se construía sobre vías pecuarias, los ganados podían transitar libremente por ellas, siempre por su mitad derecha y con especial vigilancia. Este tránsito excepcional resultaba muy peligroso y en la mayoría de los casos se enajenaban los terrenos limítrofes a la carretera incorporándolos a la vía pecuaria.
Igual de excepcional, en tiempo de la escritura del Quijote, era ver transitar por un camino real un rebaño de ovejas entre viajeros, comerciantes y arrieros, y todos con derecho de paso. No es difícil pensar que por esta singularidad, en este corto espacio del camino, pudiesen ocurrir entre ellos situaciones o anécdotas de todo tipo, fáciles de recordar por quienes las vivían especialmente en primera persona.
Los ganados que se desplazaban por las vías pecuarias, además de tener privilegio de paso, tenían derecho de pasto de todo lo que en estas vías ganaderas se producía en sus límites establecidos, también cuando atravesaban montes públicos. Y, concretamente en esta zona de la Mancha, los ganaderos de los lugares de la Orden de Santiago también disponían de derecho de pasto en todo su territorio. Esta parte del Camino de Toledo a Murcia atraviesa el territorio de la Orden de Santiago y el rebaño de ovejas era de un ganadero de Quintanar, villa perteneciente a dicha Orden.
Este Cordel de los Serranos, pertenece a la Cañada Real Soriana. Cañada que tiene su origen en la provincia de Logroño y Soria, y tierras de Yanguas, termina unida a la Cañada Real Segoviana en el Real Valle de la Alcudia, en la provincia de Ciudad Real.
Sigamos a grosso modo el recorrido de esta cañada. Después de dejar la provincia de Logroño, recorre la de Soria y Guadalajara para entrar en la de Madrid por el Partido de Chinchón. En tiempo de la escritura del Quijote, el río Tajo se cruzaba en barca entrando al Partido de Ocaña por el término de Santa Cruz de la Zarza, pasando por mitad del lugar. Cruza el término de Villacañas junto a la rivera del Riansares entrando en el de Quero, Alcázar de San Juan, Villafranca de los Caballeros, Herencia, Villarta de San Juan hasta llegar a Manzanares, lugar donde se le une la Cañada Real Conquense. Juntas desde allí, con el nombre de Cañada Real Soriana Oriental seguían camino al Real valle de Alcudia.
En este recorrido, a la cañada se le unen otras vías pecuarias menores, cordeles y veredas, pero ninguna con el nombre de Cordel de los Serranos. Este Cordel de los Serranos tiene su origen en la Sierra de Almenara, baja de norte a sur por el término de Villamayor de Santiago entrando en el término de Los Hinojosos donde recoge los ganados de Quintanar de la Orden y Los Hinojosos, que le llegan por la conocida Vereda de Quintanar. Continúa hacia el sur por el término de Mota del Cuervo hasta encontrase con el Camino de Toledo a Murcia con el que coincide su trazado durante un kilómetro, junto a los parajes de Quintería de Guevara y Monte Girona, donde dispone de un abrevadero a unos 75 m. del camino actual. Atraviesa el término de Pedro Muñoz y en el vértice de este con el río Záncara entra en el de Socuéllamos por un puente romano hasta encontrase, cerca de Socuéllamos, con la Cañada Real Conquense.
Esta Cañada Real Conquense atraviesa Tomelloso, que fue una pequeña aldea de Socuéllamos, y Argamasilla de Alba siguiendo hacia Manzanares donde se une definitivamente con la cañada Real Soriana.
Al Cordel de los Serranos le llegaban los rebaños por su derecha desde Quintanar de la Orden, el lugar del pastor Andresillo y de su cruel amo Haldudo, por la Vereda de Quintanar. Esta vereda tenía su inicio en las afueras de la Villa de Don Fadrique, pasando por medio de La Puebla de Almoradiel y Quintanar de la Orden, llegando hasta Los Hinojosos. A medio camino, entre Quintanar de la Orden y Los Hinojosos se cruzaba con el Cordel de los Serranos (39º 35′ 35″ N – 2º 54′ 16″ O).
Detalle del mapa en Cañadas Reales de España con anotación del autor
Hasta ahora, a Quintanar de la Orden se le ha relacionado cervantinamente por ser el lugar del ganadero Juan Haldudo y de Andresillo, su pastor; también el de Antonio de Villaseñor, uno de los personajes principales del Persiles, además donde Sansón Carrasco compró los famosos perros Barcino y Butrón para don Quijote. Pero ahora vemos que, además, hay un vínculo directo, geográfico y social, que relaciona a Quintanar con la aventura descrita por Cervantes en este paraje del Camino de Toledo a Murcia: desde Quintanar hay una vía pecuaria por el que Andresillo llevó su rebaño hasta el paraje donde su amo lo azotaba cruelmente y por el que don Quijote volvía a casa por el camino. Una excepcionalidad geográfica que solo se puede dar en este punto del camino.
Sin duda alguna, Cervantes tuvo una relación directa con esta villa manchega y con sus vecinos, conoció su territorio, su paisaje y su paisanaje, y la aprovechó para dar verosimilitud a sus cuentos. Este paraje de la aventura del pastor Andresillo es creíble para sus lectores, e incluso para algunos es reconocible su imagen. El cuento narrado, con tanta trascendencia moral, posiblemente es todo o en parte ficción, pero el escenario de esta aventura es real. Coincide con el texto de encontrarse cerca de la venta, por lo que Rocinante «no había andado mucho”, solo unos tres kilómetros, «y a pocos pasos que entró por el bosque vio atada una yegua a una encina, y atado en otra a un muchacho…». Y, lo más importante es la relación directa que tiene este paraje con Quintanar, lugar desde donde Andresillo podía llegar con su rebaño y pastar alrededor del Camino de Toledo a Murcia con total derecho de paso y pasto.
Las notas sobre las cañadas y el trazado de la Cañada Real Soriana están tomadas de: Cañadas Reales de España. Leonesa, Segoviana y Soriana, Ed. Sindicato Nacional de Ganadería (Madrid 1954.