El hombre, en cambio, parece estar dispuesto a negarle la existencia. El hombre por y para sí, Narciso. Surge así la podredumbre del poder, la insolidaridad, la tiranía de las acciones, y en contra, el poder de la palabra, esa que se hace pájaro o río, aire o resplandor. Es su luz por encima de todas las cosas, la que orienta al poeta y lo abisma en el silencio de la noche, y lo regresa a la vida, al tiempo de esta vida. Algo de todo esto podemos hallar en el último poemario (que tenga yo noticia) de Carmelo Chillida (Caracas, 1964), titulado “Rojo como la cabeza de un fósforo”, publicado por Kalathos ediciones.
Conocí al poeta venezolano en la edición de los XIX Encuentros de Poetas Iberoamericanos, celebrados en Salamanca. Podríamos decir que “Rojo como la cabeza de un fósforo” nada tiene que ver con la poesía que escribía por aquellos días. Este libro está escrito desde la rabia y la impotencia, el miedo y el exilio, que solo hace aumentar la desesperanza y el desconsuelo de vivir a muchos kilómetros de distancia de las esencias de su tierra Madre, de su país, Venezuela. Es, así, una denuncia que expresa el dolor de todas las pérdidas, pero que no renuncia a la esperanza, es, en definitiva un canto a la libertad. Nos encontramos ante un texto político-poético centrado en la figura de un César, “El César”, y así leemos: «El César, como buen César, / quiere para él todos los poderes», en referencia clara al presidente Maduro.
Escrito desde esa perspectiva de ciudadano ultrajado, el poeta, con un lenguaje directo y espontáneo construye un discurso contra el poder omnímodo, contra el que no cabe la disidencia, pero sí la palabra que ahora es la esencia misma de la libertad. Por ello, Chillida nos presenta este libro que, si no viene a conquistar el Parnaso, sí a remover las conciencias de quienes aún desconocen su experiencia vital. El poeta se desnuda así y escribe desde la libertad para seguir siendo libre al escribir: «Los versos contra las dictaduras / suelen durar más / que las mismas dictaduras». Para el hombre que habita al poeta, y viceversa, la palabra es el único instrumento de paz, el único que puede transformar la realidad en una otra más solidaria y justa.
“Rojo como la cabeza de un fósforo” muestra la otra cara de la moneda y es el testimonio de una huida hacia adelante, de la desesperación y la incertidumbre de no saber qué deparará el futuro. Vivir es la consigna para la resistencia y la palabra para el poeta esa luz que alumbra el camino de ese por venir. El presente es un túnel oscuro y sin salida y el César es su dueño nos advierte el poeta, nada puede con el César, todo en él es rojo y verde oliva, pero el hombre y el poeta se rebela contra el César en sus versos, se libera de la opresión con las palabras que se agolpan y luego salen transformadas, trascendidas: «Nos lo quitaron todo. / Solamente nos quedan las palabras. / Y nuestra última palabra es resistir». Un canto que quiere ser luz en el horizonte, una voz dispuesta a resistir desde el exilio, y un poeta, Carmelo Chillida.
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