El anfitrión de la visita que realizamos a la Biblioteca Joanina es un conocido escritor portugués de nombre José, autor de varios bestseller, y sus explicaciones son un auténtico lujo. “La Universidad de Coimbra es la más antigua de Portugal. Fue fundada por el rey Don Dinis en 1290. No fue la primera universidad fundada en la Península Ibérica, ya que la que tiene dicho honor es la de Salamanca que abrió sus puertas en 1218 de la mano del rey Alfonso IX”, me explica el escritor luso con su timbrada voz de periodista televisivo. “Pero, José –le respondo- ese dato no es del todo correcto. La primera universidad española abierta fue la de Palencia en 1208. Lo que ocurrió es que cerró en ese mismo siglo. Como casi siempre la UNESCO desbarra y manipula muchos datos históricos, sus funcionarios son meros burócratas que actúan a las órdenes de los responsables políticos, que ya sabemos como son: incultos de tomo y lomo”.
Lo mismo ocurre con la universidad más antigua del mundo, para este desfasado organismo, de una no menos desfasada y caótica ONU, es la de Bolonia, que abrió sus puertas en 1088. Algo radicalmente falso porque en el 737 se fundó la Universidad de Ez-Zitouna en Túnez y en el 859 la Universidad de Al Qarawiyyin o Al-Karaouine en Fez. Como vemos, la UNESCO siempre da más resonancia a instituciones europeas que del resto del mundo.
Pero, dejemos el tema universitario para centrarnos en el bibliotecario. Tuvimos que madrugar para asistir al primer pase de visita de la Joanina. “Si no nos encontraremos a demasiada gente y no podremos ver nada”, señala José. Aunque realmente no pudimos ver mucho, las barreras impuestas impiden acercarse a menos de tres metros de los anaqueles y tampoco permiten fotografiar las salas. Pese a esa dificultad y a la férrea vigilancia de los tenaces vigilantes, conseguimos sortear sus medidas y realizar algunas fotografías y un video de escasa calidad por los inconvenientes que nos pusieron. “Coño, somos periodistas y ningún cancerbero nos lo va a impedir”, dije con cierta prepotencia.
La Biblioteca Joanina se encuentra ubicada en la explanada central de la Universidad de Coimbra, conocida como El Patio de las Escuelas. Allí se encuentra también el antiguo Palacio Real donde se puede visitar la Sala de Armas y la de los Capetos, entre otras. Presidiendo la plaza esta la estatua de D. Juan III, obra de ¡pásmense ustedes! Francisco Franco que la realizó en 1950. ¡No sabía que el dictador le quedase tiempo para la escultura entre tanta represión! El Franco artista nació en la misma ciudad que el balompédico Cristiano Ronaldo. Evidentemente, es una broma que le gusta gastar a nuestro querido amigo portugués, que tiene un humor muy de la tierra, mojado con vinho verde.
La Biblioteca se encuentra paredaña a la capilla manuelina de San Miguel, aunque para entrar hay que bajar unas empinadas escaleras, llamadas de Minerva y acceder al interior, de 10 en 10 personas, por la llamada Cárcel Académica. Dicha institución se estableció en 1593, bajo el Gran Salón de los Hechos, y fue modificada durante la Reforma del Marqués de Pombal. Esta supuesta cárcel o prisión tiene dos “salas secretas”, dos celdas solitarias detrás de la escalera de caracol, donde los miembros de la comunidad académica que cometían algún tipo de delito eran recluidos y se les hacia leer y estudiar sin parar. Las ruinas de ambos cuartos fueron encontradas en el momento de la construcción de la Biblioteca Barroca superior y la estructura se mantiene hasta hoy. En esa primera sala donde se recibe al visitante y se le proyecta un video, no de la biblioteca, sino de las manifestaciones universitarias contra la dictadura en los años sesenta. Dicho video no viene mucho a cuento, pero es muy esclarecedor sobre dichos sucesos y sería muy oportuno en otro contexto, no cuando esperamos una explicación sobre la biblioteca.
Una vez subidos hasta el primer piso nos encontramos con la Planta Médica, esta estancia tiene una decoración muy simple, de características monásticas; allí prima la funcionalidad bibliotecaria. Esta sala no se visitaba hasta el 2010, año en que se decidió incluirla para que contrastase con la planta noble. Si nos fijamos en sus muros, podremos observar el grosor de las paredes que superan los dos metros. ¡No podremos decir que la cultura no se sostiene sobre unos sólidos cimientos!
¿Quedan murciélagos en la Biblioteca Joanina?
Después de los prolegómenos y de subir a la planta noble, llegamos ¡por fin! a la conocida Biblioteca Joanina, sí la de los murciélagos. Esta parte del edificio se construyó en el siglo XVIII, con el apoyo del rey Juan V, cuyo retrato decora las salas. En la biblioteca, una de las más impresionantes del mundo o como dicen los mismos portugueses “a biblioteca mais bonita do mundo” contiene unos 60.000 volúmenes que datan entre el siglo XVI y XVIII, y que con el consiguiente permiso los pueden consultar los investigadores académicos.
Entre los volúmenes que almacenan sus anaqueles se encuentran la primera edición del poema épico Os Lusíadas de Luís de Camões, una Biblia hebrea del siglo XV o la Biblia Gutenberg, también conocida como la Biblia de 48 líneas. Una lástima que los cordones de seguridad no nos permitan apreciar el pan de oro de los lomos de los libros en toda su magnificencia. Nos contentamos con verlos a distancia y sacar a escondidas unas fotos de las estanterías y de la soberbia cúpula de la biblioteca.
Los anaqueles, los arcos y las decoraciones con motivos orientales, llamadas Chinoiseries, destacan en unas estanterías de madera de duro roble portugués. Los techos están pintados en perspectiva y tienen como figura central a la Sapientia. En sus molduras del primer techo están representadas diferentes alegorías de los cuatro continentes, ilustrando así el alcance del conocimiento que proviene de esas cuatro partes del mundo. En los tiempos de la construcción, Oceanía no estaba considerado continente sino cárcel de presos británicos.
Para finalizar la visita y después de admirar las pinturas de los techos de las tres salas, haciéndonos los remolones buscamos febrilmente a los murciélagos de los que se hablaba en el libro "Nadie acabará con los libros" de Umberto Eco y Jean-Claude Carrière. Pese a desojarnos no vimos ninguno, pero José me contó que esos murciélagos nos son un mito urbano, realmente están allí y sirven como protección contra la polilla del libro y otros insectos de los que se alimentan, manteniendo así una especial relación simbiótica donde el libro y la cultura son los ganadores. No sé si porque era de día y los murciélagos son mamíferos quirópteros nocturnos o porque era verano y se habrían ido a visitar a sus ancestros a Transilvania, pero el caso es que no vimos uno solo murciélagos. Si hubiésemos sacado una foto de ellos, no hubiese tenido precio. La visita hubiese merecido aún más la pena.