El libro se abre con un poema inmenso “Gavieras”, del que surgen miles de poemas si se alteran el orden de las palabras y la estructura de los versos porque permite múltiples lecturas. Un homenaje dedicado a la escritora y mítica editora de El Gaviero, Ana Santos Payán, inventora de la palabra. La singular disposición de los versos recrea la forma de un barco, en el que navegar hacia horizontes libres donde cada uno puede darle el sentido que prefiera. Y en la siguiente página, el poema “Aproar”: “Vino la poesía de improviso./ A mí, que me sentía malquerida por ella”… y luego de escuchar la poesía, la poeta nos habla con voz cargada de sabiduría. Seguidamente, nos recuerda a “Anfitrite” personaje de la mitología que pocos nombraron y que se mantuvo lejos de los podios o altares, con perfil bajo, existiendo apenas…porque Aurora Luque quiere tomar de ella la “ética serena/ que aleje a los feroces”. Entonces, la promesa, en “Mar de Argónida” “No estuve nunca allí, dijiste, / nunca regresaré de aquella Atlántida”, la poeta nos canta al oído como las sirenas, “Las fábulas fascinan” y nos dejamos envolver y seducir por su canto en cada verso. En la página quince, aparece el “Decálogo de la Fláneuse” con su papel en cuanto a observadoras, poetas, ensayistas de la ciudad que denuncian las falacias del espacio urbano, del orden social, cultural, económico… y parece traernos a la actualidad más rabiosa. Del flâneur de Baudelaire, reinventa a la caminante “andariega” como ella se define “Amor traducido por el fuego” que va sin prisa, que recorre la ciudad, las afueras y sus librerías, con una mirada de inteligencia sensual pero atenta a lo que le interesa, aprendida de Woolf quizás… Y escribe en el Decálogo: “Juramento inicial. Por mis antepasadas, no aceptaré más límites”. Descubrir el placer de no comprar. Con excepciones: los zapatos, los libros y las monedas para los músicos callejeros. Salvar tus librerías y amar a tus libreros. Deambularás. Harás las calles y saludarás a los árboles, a los artistas… Métodos de paseo, autobuses, aprender líneas, recorrer periferias, comer fruta. Hablaras con una anciana los días impares y con anciano los días no impares. Concurrir a tertulias foros, clubes, ágoras vivas, ateneos, siempre y cuando no aparezcan en las sumisas guías. No desdeñes las voces de los cementerios, Plagia a Bansky, deja un grafiti. Y si te invade el ansia de la fotografía, hazla con tus palabras. Recorre la ciudad y parafraseando a la autora, espigarla a lo Varda, buscar lo infraordinario de Perec y reavivar el fuego a lo Wolf. Finalmente, Olvida los decálogos.
¡Vive!, crea palabras como Aurora Luque que nos regala “Afrodisiar” por ejemplo y no olvides ni dejes de lado el amor, el erotismo, celebrando la vida, con intención y compromiso, en desbordante plenitud, en la búsqueda constante de la libertad y la belleza. Es toda una declaración de intenciones y aquí debo detenerme. La lectura es intensa, rica, profunda y aporta altura su vocabulario, aborda leyendas, personajes de la mitología, sin dejar nada librado al azar, un libro pensado y pasado por el corazón, un deleite desde la primer palabra hasta la última. Ahora quiero ir más allá y en líneas generales, coincidiendo con el comentario de la contraportada de Francisco Díaz de Castro: “la crítica ha valorado en la poesía de la autora ante todo una presencia del mundo clásico cuya actualización y revisión feminista da lugar a una diversidad de enfoques: el homenaje, la inversión de voces, la ironía, la sátira de ciertos comportamientos individuales y colectivos” Pero lo que no hay que obviar, es el peso de las creaciones en que lo contemporáneo se amplía en otras direcciones, porque sería limitar estos versos en un sentido y estos poemas van más allá de un rescatar las leyendas o comparar la mujer con las diosas grecorromanas y por supuesto, se hace ineludible hablar de “el viaje”, que nos propone la autora en busca de la libertad y de encontrarse a uno mismo, metáfora de la vida que está presente en gran número de poemas. Josefa Álvarez Valadés, en su comentario, nos dice que la poeta entiende “Gaviera” como termino femenino de “gaviero”, marinero que está en la gavia del barco y destaca también la acepción “la que atiende el horizonte” la que va más allá, que cuestiona moldes, rompe esquemas del patriarcado, y dota a la mujer de dones y facultades esenciales y fundamentales sin descuidar los mitos, sin desatender la identidad que define la autenticidad; esa identidad que nos define y sitúa en el universo. Una poesía lúcida, plena de deseo, de homenaje, de puesta en valor de la palabra, del significado y la importancia de la mitología, manejando con destreza el vocabulario marítimo y en cada poema, como en la Tarara que canta en la cabeza de su madre. Y de “Tuneando al pirata cojo de Joaquín Sabina” Aurora Luque escribe estos versos: “Pero si me dan a elegir/entre todas las vidas yo escojo/ la vida de gaviera que trepa por el palo/con ojos abiertos , telescopio en la mano,/ curtida en el mar, capitana,/ de un barco que tuviera por bandera/ un par de alas y una estrella nueva.”
Un libro vitalista, un canto a la mujer, al mar, un homenaje a las gavieras luchadoras y emprendedoras, que sustentadas en la mitología son baluarte de ejemplo y camino a seguir, que los mares, por más que parezcan amenazantes, son surcables y la libertad es el bien más preciado. Machadiana, Maillardiana, enfrentará la muerte o la noche, hasta hacerla suya. Un libro de enorme calidad poética, merecedor sin dudas de este magnífico premio y seguramente del elogio de los literatos. Un libro precioso, profundamente entrañable, decididamente reivindicativo y que ensalza la mujer, a la andariega, a la mujer que explora, busca y otea el horizonte, que desafía todas las tormentas como una avezada Gaviera para llevarnos a buen puerto, al remanso de la orilla de una vida libre de ataduras y prejuicios, abrazando la libertad y dejando que el sol nos dé en la cara. Un gran aporte a la literatura lejos de arcaicos convencionalismos.
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