Estamos ante una de las mejores novelas-históricas sobre la vida y la obra política de la gran reina de los egipcios, Cleopatra VII Filopátor. El método utilizado es el que goza de todas mis bendiciones, y se refiere a una evolución continua narrativa, sin diálogos, ya que estos suelen estar más o menos inventados. Este estilo, de agilidad indubitable, de ir desgranando los hechos es un acierto obvio, ya que la obra se realiza como si fuese un libro de historia puro y duro. El personaje histórico de Cleopatra nos retrotrae a imágenes muy contrapuestas, ya que las descripciones históricas sobre su mítica belleza son antagónicas; desde los que describen su belleza interior e intelectual, pero no física; hasta los que citan que era una beldad; aunque es verdad, que en alguna de sus monedas aparece una mujer no juvenil y con una nariz aguileña. Sea como sea siempre se la asocia con el encanto histórico existente entre el final de la imperialista República de Roma y el estertor del Egipto de la Dinastía de los Tolomeos; por provenir de su primer monarca llamado Tolomeo Soter, uno de los mejores generales del rey Alejandro III de Macedonia. Y, para más inri estuvo vinculada, directa o indirectamente, a seis de los políticos romanos más conspicuos de la época, a saber: Marco Junio Bruto, Gneo Pompeyo Magno, Gayo Julio César, Marco Antonio, Gayo Julio César Octaviano y Marco Agripa. Historia de amor, odio, venganza o indiferencia, que le abocaron a un final trágico y, cómo era de esperar, asimismo míticamente autodestructivo. En todo este caldo de cultivo; de más de 450 páginas; es donde se va desarrollando el devenir vivencial de esta estupenda novela sobre la gran reina de Egipto; por cierto un país ya tan reblandecido, que los romanos no le permitían tener un ejército, y este granero de Roma era defendido o dominado por las legiones del Senatus Populusque Romanus. El autor se aproxima a la visión más moderna de la reina; sus vivencias, su personalidad y su comportamiento son datos biográficos de una gran modernidad. Inclusive sus obras públicas, sobre todo en la caput, Alejandría, son indiscutibles. Su peso político específico en el Mediterráneo es de primera magnitud; y si la batalla de Actium hubiese sido victoriosa para las armas de Marco Antonio, la política y la historia ulteriores hubiesen sufrido un giro copernicano. La obra se circunscribe a catorce años de la biografía de la soberana egipcia; desde marzo del año 44 a.C. hasta agosto del año 30 a.C. El autor define a la monarca como el catalizador de la historia de su tiempo. La obra se desarrolla en forma de una especie de periplo narrativo; desde la Roma europea, hasta la Armenia del Ponto Euxino, la Palestina de Herodes el Grande y el Egipto africano. El estilo narrativo es de una riqueza, que me atrevo a definir como fastuoso, ya que se han consultado decenas de datos históricos, fuentes clásicas y ensayos históricos de historiadores de la Antigüedad clásica y del mundo de lo contemporáneo. Verbigracia, desde Apiano, Dión Casio, Cicerón, Diodoro Sículo, Ovidio, Plutarco, Salustio, Veleyo Patérculo hasta inclusive Julio César, o historiadores modernos cómo Brambach, Bradford, Canfora, Grant, Grimal, Parenti, Roller, Schäfer, Sheppard, Schiff, Spinosa, Syme, Traina, Volkmann, y Wilkinson, entre unos y otros de mayor o menos enjundia. La dificultad añadida es aquella derivada de poder describir como eran los lugares que ella piso, o las ciudades magníficas de su momento histórico, ya que algunas, cómo la Antioquía del Orontes, ya no existen. La mayor dificultad del autor, y él lo refiere, ha sido poder describir cuál era la psique de estos personajes que la rodearon, y que solo podemos atisbar; no sabemos si reían o lloraban, incluso si eran iracundos o tranquilos-parsimoniosos. “Pero la oportunidad de encontrarse junto a Cleopatra en los momentos cruciales de la historia antigua no se podía dejar escapar…” Cada parte novelada-narrativa de esta historia se ha basado en la más fiel de las reconstrucciones históricas de la época tolemaica. Fue una hija muy querida por su padre, el histriónico Tolomeo XII Auletes, quien siempre se fío muy mucho de su gran inteligencia. Cuando la futura reina de Egipto nace, su país está subsumido en las voraces fauces imperialistas de los romanos; y ella debe maniobrar para crear una estrategia que genere respeto, por parte de la ciudad-república del río Tíber. Para todo ello, Cleopatra utilizará todas las armas que tiene a su alcance, inclusive las propiamente físicas; seducirá a un valetudinario y escéptico Gayo Julio César, y luego a un vehemente Marco Antonio, pero fallará con Octaviano, que solo desea llevarla encadenada a su carro de vencedor, hasta su desfile triunfal en Roma. Egipto está en todas sus miras, y es lo único que desea que sobreviva. Reverencia el grandioso pasado de Nefertiti, de Nefertari o de Hatshepsut, féminas que se enfrentaron a su época, sin perder su idiosincrasia de ser mujeres. Cleopatra reinará veintiún años. Su nombre es claramente helénico; la dinastía regia macedónica de Filipo II posee algunas mujeres con él. “Kleos-Gloria y Patros-Del Padre”. Su nombre completo es Cleopatra Thea Filopátor o “Cleopatra diosa que ama a su padre”. “No, en realidad, ella fue finalmente derrotada por Roma. Sin embargo, la conquistó de otra forma, como mujer. Fue derrotada como reina, pero venció como mujer”. En suma; recomiendo, vivamente y sin ambages, esta portentosa novela histórica documentadísima sobre la gran reina de Egipto. Et hoc est quod Comites! Puedes comprar el libro en:
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