El escalón (La Equilibrista, 2020) es una novela reflexiva en la que una mujer a punto de cumplir los cuarenta se ve encerrada en su propia habitación, sin poder salir. Se sienta en el escalón que separa el dormitorio de la terraza y reflexiona sobre su vida, sobre aspectos de su pasado, de sus relaciones y de su propia identidad, llegando a conclusiones sorprendentes que harán variar el rumbo de su futuro a partir del momento en que abandona ese escalón, que no resulta ser lo que parece. Tienes mucha experiencia con historias personales debido a tu trabajo como psicóloga y orientadora en diversos centros. Habrás conocido muchas vidas y muchas maneras de enfrentar los retos del camino. ¿Cuándo decidiste empezar a escribir una novela y cómo definiste cuál sería la trama? Siempre he escrito, desde la adolescencia, aunque de forma irregular e íntima hasta 2012, cuando mi vida dio un giro en el que escribir se convirtió en casi un modo de existir. He escrito sobre todo poesía, y también relatos cortos, pensamientos, escritos breves... Por el 2014, en la consolidación de mi nueva vida, comencé con mi primera novela. La trama se definió por mi experiencia vital de cambio y mi deseo de compartir mis pensamientos, alimentados por supuesto por toda mi práctica profesional. El escalón es mi tercera novela. ¿Por qué has escogido este género y qué autores y lecturas te han inspirado? El peso de los personajes está en sus emociones, pensamientos y sentimientos, sus batallas interiores en un fondo de cuestionamiento sobre la vida. Es lo que me apasiona: la existencia, el ser humano, sus relaciones, sus grandezas y miserias, su poder y su insignificancia. Mis lecturas son muchas de psicoanálisis y literatura de todos los tiempos (Platón, Shakespeare, Dostoyevski, Márai, Nabokov, Kundera…), de interés en nuestros grupos de investigación. Me gustan los existencialistas (Sartre, Camus…), también las lecturas orientales (budismo, zen…). Y, por otro lado, leo autores como I. Allende, G.G. Márquez, P. Coelho, Pérez Reverte... En poesía, Benedetti, Neruda… Todos me habrán influido, pero no tengo un referente. ¿Cuál fue el proceso mental para escribir una novela como El escalón, que engloba la inacción propia del encierro de la protagonista y la evasión de su mente a lugares distintos del espacio y el tiempo? El escalón partió de un recuerdo real en el que se inspiró el desarrollo del relato, cuya trama se fue definiendo línea a línea, dejando libre curso a la asociación de ideas y su posterior elaboración creativa, con el objetivo de transmitir mis pensamientos sobre la vida y la manera de afrontarla. Hay autores que pasan meses documentándose para luego redactar la obra; en mi caso, digamos que mi documentación ya está en mí, en mi bagaje personal y laboral, aunque después tenga que buscar información sobre elementos que van surgiendo, relacionados con la actividad de los personajes o cosas así. ¿Cómo construyes la identidad de la protagonista y su manera de enfrentar el encierro? ¿Cómo ha sido el trabajo de ponerse en la piel de un personaje así? La protagonista toma la acción del recuerdo de partida, así, en principio, le atribuyo muchos de mis pensamientos y emociones, pero también de otras personas tratadas en diferentes circunstancias para construir una identidad que se va perfilando a medida que se van sucediendo las escenas. Con todos los personajes pasa así. Llevan algo de mí y de otros, y van surgiendo y definiéndose a medida que el texto avanza. Ponerme en su piel es un proceso dinámico, emocionante y, a veces, sorprendente, con el que disfruto mucho. Es una novela con un punto de partida angustioso. ¿Ha sido difícil escribir algún capítulo? Pensé que sería difícil escribir el capítulo 20. Cuando acabé el 19 sentí como una especie de cerca, un “por aquí no hay manera de continuar”. Lo dejé reposar. Al día siguiente, al retomarla, releyendo las últimas frases, se me reveló de golpe la continuación. Así que empecé con el 20 emocionada por el descubrimiento. Mi proceso de escritura es así, muy guiado por el encuentro interior. A pesar del encierro como premisa, la novela se mueve más en el lado de la reflexión acerca de la identidad y de la libertad psicológica para enfrentar nuestros aciertos, errores y fantasmas. ¿Cuál es el trasfondo de la obra? El trasfondo es trasmitir mi experiencia de que la verdadera vida es en libertad de ser, y vale la pena buscarla. Para sentir paz y alegría de vivir, hay que vencer al miedo, afrontar verdades y romper las cadenas que nos sujetan a nuestras miserias. Como profesional, y más en estos tiempos de cuarentena, ¿cómo crees que puede afectar el encierro a las personas? ¿Saca lo mejor o lo peor de nosotros? El encierro en una situación de amenaza y de desconocimiento, genera incertidumbre, y produce un estado de ansiedad y estrés que afecta a todos, por bien armado que se esté emocionalmente. Se disparan sensaciones como miedo, frustración, impotencia, enfado, ambivalencia, descontrol, aburrimiento, tristeza, soledad…, y reacciones diversas que cada uno manifestará según su particularidad. Puede sacar lo mejor y lo peor de cada uno, dependiendo de la persona y el momento, pero en todo caso, saca algo de nosotros que en circunstancias habituales era ignorado o tapado, lo que lleva a una reflexión interna, que puede ser resorte de crecimiento personal. ¿Qué mecanismos de autodefensa tiene la mente para caer y levantarse frente a una situación límite como la que se propone en El escalón? ¿Es el miedo necesario para reaccionar? La mente tiene grandes recursos para mantenerse en equilibrio, desde el autoengaño (negación, rechazo, culpabilizar al otro, el desplazamiento de emociones…), a la búsqueda de soluciones (aceptación, reconocimiento, responsabilidad propia…) La protagonista alterna la búsqueda de soluciones con la evasión, mientras gestiona recursos para sobrellevar lo mejor posible la situación. En los momentos de elección vital, el miedo más bien paraliza y somete, confunde y engaña. Para reaccionar de la mejor manera es necesario vencer al miedo y afrontar la verdad. ¿Crees que los seres humanos se enfrentan con sinceridad a su identidad o sería necesario detenerse y reflexionar más y mejor sobre nuestra vida y nuestras decisiones? Creo que los seres humanos tienden a anular su identidad para ser lo que cree que el otro espera de él, por miedo, justamente, a la soledad, al rechazo, a la carencia material, al castigo, a la muerte… El ser humano necesita reconocimiento, pero el principal reconocimiento es el propio, por eso sería necesario detenerse y escucharse más, entenderse, amarse y ser fiel a su esencia, que es lo que hace sentir paz. La intranquilidad, el malestar, el sufrimiento nacen del sometimiento y la renuncia; en definitiva, de la traición a sí mismo. Se dice en el libro que Lucía, la protagonista, sufre un cambio profundo que variará el rumbo de su vida. ¿Necesitamos estos retos imprevistos para evolucionar y hacernos más fuertes? Estos retos imprevistos son los que nos pueden enfrentar a una verdad que nos negábamos a mirar. Son circunstancias inesperadas, que nos sobrepasan, zarandeos que nos da la vida para despertarnos y guiarnos a encontrarla, y sí, creo que nos ayudan a evolucionar y a hacernos más fuertes. ¿Algún comentario a los lectores? ¿A quién recomendarías este libro? En esta novela podrán encontrar pensamientos esenciales sobre la vida, a través de una historia entretenida y fácil de leer, que espero disfruten y les sirva para formularse al menos una pregunta vital que les acerque un poco más a sí mismos. La recomiendo a todos, en edades de adolescencia en adelante, porque todos, en algún momento, podemos pasar por un escalón así, sea cual sea nuestra vida, nuestra profesión o nuestros gustos. Puedes comprar el libro en:
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